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El fantasma de la deflación

por Vindicator Hace 10 años
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Si en este mundo hay algo que tememos los economistas es la deflación, es decir, la bajada de precios de los bienes y servicios en una economía de mercado. Acaba de publicarse el último dato de la evolución del Índice de Precios al Consumo (IPC), y resulta que interanualmente, los precios han bajado un 0,1%. Esto puede ser inicio de un periodo deflacionario en España. La teoría económica nos indica que la deflación la causa una caída en la demanda, lo cual es claramente obvio en la Economía española desde que comenzó la actual crisis. Todos sabemos que se está produciendo una devaluación interna clarísima, que afecta a los sueldos y a las rentas de todo tipo; es decir, los sujetos perciben que sus ingresos disminuyen y cuando van a comprar bienes y servicios, buscan donde conseguirlos por un precio inferior.

La competencia entre las empresas por intentar sobrevivir en un entorno como el que vivimos hace que disminuyan el precio de los bienes que producen para poder vender, y el teórico incremento de productividad viene por la vía de la reducción de salarios o la eliminación de una parte de las plantillas, lo que lógicamente origina una disminución de la renta disponible en el sistema, un menor consumo, y la necesidad de seguir despidiendo trabajadores por que las ventas van bajando, aunque el número de unidades vendidas en muchos casos sea el mismo, ya que las ventas se han producido a un precio inferior.

Cuando hay deflación, se produce el hecho de que la bajada de precios de los bienes y servicios anticipa una futura nueva bajada, lo que supone que los potenciales compradores ralentizan sus decisiones de compra esperando a que se produzca dicha bajada y no compran, y la consecuencia es una clara reducción de la actividad económica (menos IVA, menos IRPF, menos ISS, etc.). Si tomamos como ejemplo el tema de la compraventa de pisos, vemos que el comportamiento de los potenciales adquirentes es claramente el de un colectivo en una situación deflacionaria de la Economía. Y la falta de recaudación que a veces sorprende al Ministro de Hacienda, a lo mejor tiene una causa en la que no ha caído.

Si un Estado dispone de política monetaria, el banco central puede luchar contra ella mediante el aumento de la oferta monetaria, es decir, inyectando dinero en la Economía, pero cuando no se tiene, por estar en la Unión Europea, y los bancos españoles, en vez de inyectar dinero, lo reducen, lo que están haciendo es alimentar la espiral deflacionista. Otras medidas posibles para luchar contra esta espiral son la bajada de impuestos o el aumento de la inversión pública, que incrementan la renta disponible y el consumo, pero ya sabemos lo que opina de estos temas el Sr. Montoro.

La diferencia entre los tipos de interés reales que cobran los bancos a sus clientes por el crédito, en torno al 10%, y el precio oficial del dinero en 0,5% es también un indicador de que estamos ante un proceso deflacionario. Por eso actuar sobre los tipos de interés resulta inoperativo. Si bajas al 0,25% los tipos oficiales, se seguirá prestando al 10%. Como con los tipos de interés no se puede actuar, el banco central debería incrementar la cantidad de dinero en el sistema, pero al estar en la U.E. no puede, y el BCE sólo lo hace prestando dinero a los bancos privados, que se niegan a prestarlo a familias y empresas, anulando uno de los mecanismos más efectivos para luchar contra la deflación que estamos empezando a padecer. Al margen de que nuestra capacidad de influencia en las decisiones del BCE debe estar próxima a cero.
La deflación además atenta contra la inversión privada, ya que se reducen las expectativas de beneficios futuros. Las instituciones mantienen su dinero en el corto plazo y ni gastan ni invierten. Se entra en un círculo vicioso en el que ya no se sabe cuál es la causa y cuál el efecto.

Las cifras oficiales han tardado en reflejar la realidad que se estaba produciendo en nuestro país, debida a un acatamiento estricto de los mandatos de la Unión Europea, que está provocando la desaparición de la clase media, tal y como nos informaba hace unos días el Consejero Delegado de Carrefour, que admitía que la empresa había perdido una gran cantidad de clientes de este segmento. Si El Corte Inglés no fuera tan opaco, probablemente haría afirmaciones similares.

Y sin clase media, España se aproxima a un mundo en el que la inmensa mayoría de las personas serán mileuristas, parados o jubilados, y entre todos ellos tendrán que alimentar a una oligarquía política que por supuesto no querrá perder sus privilegios. Este modelo de un grupo de unas 50.000 personas que viven bien a cuenta del resto de la población, que en su mayoría se encuentra en un nivel cercano a la simple subsistencia, se asemeja a modelos totalitarios de otros tiempos que creíamos acabados después de lo ocurrido en 1989, pero que parece que mutan y vuelven a aparecer, incluso con la vitola “neoliberal”. Eso sí, por lo menos aquí podemos disentir por escrito, como es el caso,…….., aunque todo se andará.


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