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La nueva economía “Ricitos de Oro”

por Carlos Montero Hace 9 años
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Es un tema recurrente entre los analistas y medios financieros que los mercados de renta fija y la renta variable están contando historias muy diferentes. Las acciones han vuelto a ascender hacia la zona de máximos anules, después de la volatilidad del mes pasado, sugiriendo que la economía de Estados Unidos es inmune a la desaceleración económica mundial (incluso con la rebaja de las perspectiva económicas en Europa que realizó hace dos días Bruselas).

El rendimiento de los bonos también ha repuntado desde el mes pasado. La rentabilidad del bono EEUU a 10 años se encuentra en el 2,3 por ciento, muy por debajo del 3 por ciento alcanzado a principios del año. La historia obvia que nos cuenta el mercado de bonos es que el crecimiento es lento, la inflación está estancada, y la Reserva Federal probablemente no elevará las tasas tanto ni tan rápido como se pensaba.

Pero hay una narrativa alternativa, dice el Financial Times:

En primer lugar, hay que tener en cuenta que durante la última media década de crecimiento económico lento del 2.3 por ciento al año en los EE.UU., el mercado de acciones ha conseguido el tercer mayor repunte desde el año 1970, mientras los rendimientos de los bonos cayeron a mínimos históricos en 2012. El lento crecimiento no ha demostrado ser un freno para los mercados de acciones, porque los bajos salarios y costes de los préstamos provocaron que los márgenes de beneficio se dispararan. Los mercados pueden estar en disposición para que la historia continúe.

En segundo lugar, las valoraciones se han visto impulsadas al alza por las bajas tasas de interés y el dinero barato. Las acciones han aumentado recientemente porque unas tasas más bajas significan que los beneficios futuros son más valiosos en dinero de hoy.

En tercer lugar, los bajo rendimientos de los bonos casi garantizan bajos retornos en el futuro. Lo mismo ocurre con los altos precios de las acciones, lo que sugiere que las ganancias en el futuro serán más bajas.

Por último, una interpretación más positiva sería que EE.UU. es, como lo llaman los anglosajones, una nueva economía "Ricitos de Oro": ni demasiado caliente, ni demasiado fría. La capacidad sobrante de trabajadores estadounidenses subempleados, las importaciones más baratas desde Europa, la desaceleración de los mercados emergentes y las materias primas más baratas, contienen las presiones inflacionistas. Si la economía puede seguir creciendo sin inflación, la Fed no tendrá que actuar en el corto plazo, y los accionistas pueden seguir engullendo la papilla.

Aquellos que creen en la historia del mercado habrán comprado bonos basura o acciones "aburridas" y "seguras", con el fin de obtener una buena rentabilidad por dividendo, haciendo caso omiso de los altos precios. Pero aquellos que piensan que EE.UU. se verá finalmente arrastrado por el resto del mundo y dañado por la fortaleza del dólar, el lugar para estar es en los bonos. Aquellos que piensan que la economía de Estados Unidos está a punto de resurgir, deberían comprar acciones estadounidenses, particularmente de fabricantes de bienes de consumo baratos y cíclicas. Los inversores deben elegir su historia, y espero que el próximo capítulo no contenga un giro dramático de la trama.


Fuentes: Financial Times


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