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Europa está al borde de otro colapso financiero

por Carlos Montero Hace 9 años
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Para los mercados de valores, octubre es históricamente el mes más cruel. Este año está demostrando no ser una excepción. Los crash de 1929, 1987, 2001 y 2008 acontecieron en este mes. Y en medio de señales que sugieren que se está gestando otra tormenta perfecta en la economía mundial, los inversores se han lanzado a vender con agresividad.

Desde principios de septiembre, hemos visto caídas en torno al 10% en los principales índices europeos. Para algunos mercados periféricos, la cosa ha sido peor. Grecia ha vuelto a territorio de mercado bajista. No habíamos visto tal pánico desde los peores momentos de la crisis en 2011-2012, y antes de eso, en el colapso de Lehman Brothers, hace seis años. No se reduce a valores de renta variable; los rendimientos de los bonos también han vuelto a niveles que indican un peligro claro y presente de deflación y depresión económica.

Normalmente hay un evento que dispara tales colapsos, pero a menos que sea el brote de Ébola en África del oeste, esta vez no está del todo claro, señala el reputado editor financiero Jeremy Warner. “Más bien, ha habido un aumento sostenido de la preocupación, que culminó en la reunión de la semana pasada del Fondo Monetario Internacional en Washington señalando que la recuperación mundial está de nuevo en peligro de estancarse.

Para las economías que todavía están atravesando graves problemas, las perspectivas se tornan desesperadas. Es como si la última recesión nunca hubiera terminado, dando motivos a aquellos que argumentan que las economías avanzadas han sucumbido al "estancamiento secular", un estado semi-permanente de débil demanda que no responde ni a los niveles extremos de estímulo monetario de los últimos años.

El epicentro de la alarma es de nuevo Europa, donde los riesgos económicos y políticos han subido abruptamente en las últimas semanas. Con las economías del sur de Europa atrapadas en unas condiciones que recuerdan a la Gran Depresión de los años treinta, El movimiento Five Star de Italia - en algunos aspectos, el equivalente al Partido por la Independencia del Reino Unido - ha prometido un referéndum sobre la pertenencia al euro. En Grecia, la ultra-izquierda Syriza se ha comprometido a repudiar prácticamente todos los aspectos del programa de austeridad de la zona euro, a pesar de que el país tiene pocas posibilidades de recuperar el acceso a los mercados internacionales de deuda, una vez fuera del rescate.

Una vez más, la camisa de fuerza fiscal, monetaria y política que sostiene la moneda única está en peligro de volar por los aires. Para poner esto en perspectiva, todavía no tenemos un episodio como en 2012, con la explosión de las primas de riesgo que tuvieron lugar en ese entonces. Aun así, han regresado las preocupaciones acerca de la sostenibilidad de la Unión Monetaria Europea.

Mientras tanto, una lectura extraordinariamente baja de la inflación de septiembre ha reforzado los temores de que la zona euro va camino a la deflación, una condición que, si se confirma condenaría a Europa a repetir las miserias de Japón e incluso más terrible dadas las elevadas cantidades de deuda acumuladas. La caída de los precios provoca retrasos en las decisiones de gasto e inversión, y un incremento constante de la carga de la deuda existente. En tales circunstancias, es inevitable un default de las naciones altamente endeudadas.

El derrumbe del precio del petróleo, que en sí mismo es en parte una respuesta a la caída de la demanda mundial, sólo ha aumentado aún más las posibilidades de que Europa sucumba a la enfermedad, a pesar de que ponga más dinero en los bolsillos de la gente y eso ayude a la economía global.

El indicador favorito del Banco Central Europeo de las expectativas de inflación, el tipo swap forward a cinco años, se encuentra actualmente en un mínimo histórico. La aparente incapacidad de Europa para organizar una respuesta creíble a las amenazas deflacionarias está de nuevo el centro del escenario. Rodeado por la intransigencia alemana y el aparente impedimento de los tratados europeos, el BCE ha fracasado hasta ahora para aplicar la terapia monetaria de expansión cuantitativa, a pesar de su evidente éxito en Gran Bretaña y EE.UU.. La hipótesis de trabajo en los mercados es que con el tiempo lo hará; que se actúe a tiempo, sin embargo, sigue siendo algo muy discutible.

Como si todo esto no fuera bastante, también hay señales de una desaceleración pronunciada en otro lugar en el mundo: China, que está entre la espada y la pared. El crecimiento a toda costa ha chocado contra la evidente preocupación del Partido Comunista sobre la repetición de los errores económicos de Occidente. Los intentos de frenar el auge alimentado por el crédito tras la crisis, pueden haber ralentizado el crecimiento de China por debajo del 7 por ciento, un nivel que se considera como estelar para los estándares occidentales, pero que para China es casi desastroso.

Esta desaceleración ha dañado a su vez a las grandes exportadoras como Alemania y Japón, y las economías de mercados emergentes, como Brasil, dependen en gran medida del auge de los commodities de los últimos años.

Incluso EE.UU. muestra signos precoces de debilidad. Tal es el grado de preocupación que dos miembros del Comité de Mercados Abierto de la Reserva Federal han roto filas para expresar reservas sobre poner fin a las compras de activos, como estaba previsto este mes, sugiriendo que la Fed podría verse obligada a considerar una cuarta ronda de compras de activos, el llamado QE4.

Cada vez que la Fed dice que el QE está a punto de terminar, los mercados reaccionan con horror, obligando a las autoridades a dar marcha atrás. Es como si la economía mundial no pudiera quitarse la dependencia de los bancos centrales. Las expectativas del mercado de la primera subida de tipos de interés de Estados Unidos se han retrasado sensiblemente desde mediados del próximo año a bien entrado 2016.

Además de todo esto, viene la ansiedad sobre el impacto del Ébola. Sabemos que enfermedades menos letales que las pandemias internacionales tienen consecuencias profundamente negativas para la economía global.

La semana pasada, Christine Lagarde, directora gerente del FMI, dijo que era evitable otra recesión mundial, pero sólo si las naciones con superávit y déficit hacen lo correcto. ¿Hay alguna posibilidad de que lo hagan? Lamentablemente pocas.”

Fuentes: Jeremy Warner


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