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Agua embotellada: ¿El Timo del Siglo?

por Carlos Montero Hace 9 años
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En muchos países desarrollados de todo el mundo, el agua del grifo está considerada como mejor para la salud que el agua embotellada y sujeta a unos controles de seguridad más estrictos. ¿Por qué entonces insistimos en comprar algo que es hasta 1.000 veces más caro que lo que sale de nuestros grifos?

Escribiendo en el Daily Telegraph, el Doctor Phil Hammond, se pregunta si todos nos hemos tragado el "timo del agua". ¿Hemos, se pregunta, abandonado el pensamiento racional?

La respuesta a esta pregunta, al menos si miramos la forma en la que compramos y consumimos el agua embotellada, está clara: sí.

España se encuentra entre los cinco países mayores consumidores per cápita de agua embotellada del mundo, con un consumo de aproximadamente 5.000 millones de botellas por año.  Esto supone un consumo de entre 100 y 150 litros por habitante de un agua que cuesta entre 200 y 1.000 veces más que el agua de grifo. El sector arroja una facturación anual cercana a los 900 millones de euros.

En Estados Unidos, es muy probable que el consumo de agua embotellada supere al de bebidas gaseosas como la mayor categoría de bebidas. Los consumidores estadounidenses gastaron 11.800 millones de dólares en agua embotellada en 2012, consumiendo una media de 140 litros por persona.

En el Reino Unido, el mercado está valorado en 1.600 millones de libras anual, y los británicos beben más agua embotellada que zumos de frutas o vinos y licores. El consumo por persona superó los 34 litros en 2012, frente a los 26,9 litros en 2001. Ese crecimiento no muestra signos de desaceleración, ya que se prevé que el consumo alcance los 40 litros por persona al final de la década.

Dado el hecho de que el agua del grifo está considerada como mejor para el usuario que la variedad embotellada y sujeta a unos controles de seguridad más estrictos, ¿por qué insistimos en comprar algo que cuesta hasta 1.000 veces más?

Según Richard Wilk, profesor de antropología en la Universidad de Indiana, el agua embotellada es la sustancia más reveladora que nos muestra cómo funciona el mercado capitalista mundial.

"Estamos comprando una opción, estamos comprando libertad. Esa es la única cosa que puede explicar por qué usted pagaría dinero por una botella de algo que puede conseguir gratis de otra forma".

Por qué la compramos se explica, al menos en parte, por el triunfo de la publicidad y el marketing. El agua embotellada se ha convertido en el atributo indispensable y de libre disposición de aquellos que desean demostrar salud y sofisticación. Evian, por ejemplo, han utilizado durante mucho tiempo el lema Vive joven que según la compañía es la expresión de los valores de la marca Evian, incluyendo origen, salud y juventud. Las connotaciones de inmortalidad nunca están muy lejos de una marca que sugiere que su producto es "agua naturalmente pura y de mineralización equilibrada que apoya la juventud de su cuerpo".

La clave para la comercialización del agua embotellada es que es una alternativa saludable. Pero ¿a qué? Como experta en marketing, Kathryn Hawkins ha señalado que el agua embotellada no se vende como una alternativa al agua del grifo, sino como alternativa a las bebidas gaseosas. Hawkins destaca la campaña de Nestlé Pure Life que trataba de convencer a las madres para que reemplazaran las bebidas azucaradas diarias con agua de la compañía.

Pero la verdad es que tanto en España como en el Reino Unido como en EE.UU., el agua del grifo es de una calidad excepcional. En julio de 2012, la Inspección de Agua Potable publicó muestras de 1,9 millones de pruebas en Inglaterra y Gales que mostraron que el 99,96 % de cumplimiento con las normas legales, y la cifra ha sido superior al 99 % durante casi 20 años. En España este porcentaje se sitúa en el 99,6%.

Pero la imagen es lo más importante, especialmente cuando está tratando de vender algo que es esencialmente gratis, por lo que los envases tienen una importancia primordial. Las campañas de publicidad del agua mineral noruega Isklar han hecho hincapié en que viene del hielo, calidad "glaciar puro”, mientras que la marca británica Highland Spring dice: "embotellar agua de fuentes naturales es todo lo que hacemos. Es nuestro objetivo. Nuestra especialidad".

Esa publicidad contrasta implícitamente la pureza del producto con la artificialidad de la vida moderna. La compra de agua embotellada nos permite comunicar nuestra singularidad y el cuidado que tenemos por nuestro cuerpo y el medio ambiente.

Y aquí radica el problema. El envasado y la comercialización pueden sugerir la belleza del mundo natural, pero la realidad tiene consecuencias ecológicas graves. Se necesitan casi 3 millones de toneladas de plásticos para producir el agua embotellada en todo el mundo y el 80% termina en los vertederos.

Hay una sensación de que las cosas podrían estar cambiando, que los ecologistas todavía pueden ganar a las compañías. El año pasado, la revista The Ecologist calificó la "historia de amor" de la opinión pública británica con el agua embotellada como un escándalo nacional. El profesor Paul Younger, especialista en recursos hídricos e ingeniería subterránea fue citado en la revista diciendo; la industria del agua embotellada es en gran medida una estafa, y muy cara tanto en términos de dinero como energéticos.

Este es sin duda el punto de vista de Elizabeth Royte, autora de "Bottlemania: Cómo se vende el agua y por qué la compramos". Afirma que, como un iPod o un teléfono móvil, la botella de agua es "privada, portátil e individual". Y si alguna vez hubo una falsa trinidad emblemática de una cultura desechable, supongo que es esta.

 

Fuentes: The Conversation


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