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La democracia imperfecta

por Vindicator Hace 10 años
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Decía Rudyard Kipling hace más de cien años, que debemos tener sueños, pero no convertirnos en esclavos de ellos. En 1976 los españoles tuvimos un sueño, al que llamamos democracia, y nos “convirtieron” en esclavos de él. Acaba de fallecer Adolfo Suárez, un hombre que sí creyó realmente en lo que era la verdadera democracia y luchó por ella, hasta que “ellos” cambiaron los objetivos primigenios de aquella primera generación de políticos, en lo que es ahora la “partitocracia” que padecemos.   

La Constitución española fue un producto de transición y de consenso, hecho para pasar desde un régimen autoritario a uno democrático, en el que no hubo tiempo para reflexionar sobre aspectos claves como el sistema electoral y el papel de las Comunidades Autónomas en la gestión del país. Sea como fuere, en el período de la Transición, las cabezas mejor dotadas del espectro nacional se olvidaron de anquilosadas ideologías, cedieron en sus “derechos” y llegaron a un gran pacto por el bienestar de los españoles. Fue entonces cuando muchos creímos que por fin nuestro maltratado país iba a incorporarse al progreso, a la modernidad, a Europa….., abandonando el ancestral caciquismo, la España de la recomendación y del “qué hay de lo mío” o “Vd. no sabe con quién está hablando”.

Pero nos faltaba experiencia. No veíamos lo que ocurría entre bambalinas. Prácticamente a todos se nos pasó por alto la maniobra política pactada entre la ahora extinta UCD y el PSOE, para instaurar un sistema electoral que favorece las mayorías, que genera un bipartidismo endémico y que casi impide que los minoritarios tengan un grupo parlamentario propio, como pudimos ver con el caso de UPyD en las últimas Elecciones Generales.

La UCD desapareció, o mejor dicho, se integró en Alianza Popular, pasando a llamarse Partido Popular; pero el daño estaba ya hecho; la alternancia entre el PP y el PSOE se inscribía como una nota conceptual característica de la democracia española, imitando a la dualidad Republicanos-Demócratas de Estados Unidos, pero con un gran matiz: allí las listas son abiertas, y en España (segundo gol que nos colaron), las listas son cerradas. En Estados Unidos se vota a las personas mejor dotadas; en España se vota a los Partidos Políticos, que no necesariamente aciertan con las listas que proponen, habida cuenta de lo que nos ha ocurrido a los españoles en los últimos trece años.

Parece que se ha convertido en un derecho constitucional el que los Presidentes de Gobierno no sepan idiomas, apenas sepan algo de Economía, y tengan tantos cadáveres en el armario que al final tienen que colocar en puestos creados “ad hoc” y pagados por los contribuyentes a una inmensa cohorte de validos que a su vez van colocando como asesores a familiares, amigos y gente de carnet para que puedan “vivir de algo” y a su vez paguen favores en el momento adecuado.

Esa es la esencia de la “Partitocracia”. Poco a poco, los hombres de Estado y las cabezas pensantes del país fueron huyendo de la política, y nos quedó la morralla, a la cual se unió un curioso sector: la “clase política”. Sus integrantes han nacido en ambientes de clase media-baja o media-alta; los primeros se apuntan a Juventudes Socialistas, y los segundos a Nuevas Generaciones. Suelen estudiar en la “Facu” por eso de que no les pase luego lo que a Roldán, pero no necesariamente en una universidad exigente. Sólo necesitan un título; lo demás ya vendrá con el Partido.

Cuando acaban los estudios, lo primero que les “sale” suele ser una concejalía en un pueblo pequeño. Se trata de una prueba importante, y el objetivo es que puedan ascender los que no hagan demasiadas barbaridades. Superada esta prueba, y en función del grado de influencia de los ascendientes, se está ya en condiciones de intentar el salto a las Diputaciones, Alcaldías de pueblos pequeños o algún departamento autonómico, y los que más fuerza tengan, pueden pasar a engrosar las listas de Diputados Autonómicos, Diputados Nacionales o Senadores. Después de diez o quince años de experiencia, ya pueden formar parte de un Gobierno Autonómico, ostentar una Alcaldía importante, o ser miembro del Congreso. Ya empiezan a tener coche oficial, a tener compensaciones por diferentes cargos, etc.

Pero lo que no nos dicen es que muchas de esas personas no han trabajado en su vida en una empresa, ni han gestionado ningún negocio, ni han estado nunca sin el paraguas familiar o del Partido. Su visión de la realidad empresarial y social del país es prácticamente nula, puesto que nunca han salido del micro-mundo en el que han vivido protegidos. El resultado, una clase política con baja formación, que sólo piensa en sus intereses y que se protegen los unos a los otros, porque lo dice el Partido, o porque los unos saben de los otros lo suficiente como para poder arruinarles la “carrera”; y por ello, la “omertà” y la negación de lo evidente en los casos de corrupción, es un hecho.

En resumen, estamos ante un Estado que hay que refundar. Es preciso que el Jefe del Estado abandere un proyecto de regeneración democrática que no se quede sólo en frases populistas de políticos interesados. No podemos seguir viviendo en una democracia imperfecta, a menos que tiremos la toalla y asumamos la muerte de nuestra soberanía económica e institucional, en cuyo caso, tendríamos un adecuado epitafio, en línea con lo ocurrido en otra ocasión:

“En el día de hoy, cautivo y desarmado el pueblo español, los representantes de los dos Partidos mayoritarios han conseguido sus últimos objetivos.

La Democracia Real ha terminado.”


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