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Económicamente hablando, ¿Qué tienen de bueno los niños?

por Carlos Montero Hace 10 años
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Sólo el coste del cuidado de los hijos ha llegado a superar en algunos países el coste de las hipotecas medias. Por ejemplo, en el Reino Unido, el coste medio del cuidado de un niño ha alcanzado los 9.150 euros por año, que se compara con los 8.735 euros al año de la hipoteca media. El coste medio del cuidado de un hijo en los países de la OCDE se sitúa en el 11,8% de los ingresos de los padres.

Pero viéndolo desde un punto de vista solamente económico, ¿la felicidad que nos aportan nuestros hijos compensa su coste?

Cierto es que los padres primerizos se sienten desbordados por el amor hacia sus hijos. Y no son pocas las veces que se escucha eso de, “los hijos dan preocupaciones pero también muchas satisfacciones”.

Pero a pesar de esto, estudio tras estudio demuestra que las personas que viven con sus hijos están menos satisfechas con sus vidas que aquellas sin hijos.

Entonces, ¿deberían los gobiernos tratar de convencer a los ciudadanos de no tener hijos? Cierto es que la sensación de bienestar no ayuda a tomar una decisión cuando se trata de tener hijos.

La verdad es que la gente no  tiene mucha idea de lo que hacen. Según Daniel Gilbert, psicólogo de Harvard, la creencia de que es bueno tener hijos es transmitida de generación en generación, a pesar de que sea falso. Los padres están sorprendidos de por vida de la infelicidad que aportan los hijos.

Adam Smith decía que los placeres de la riqueza y la grandeza son una ilusión pero que son necesarios para el continuo movimiento de la humanidad, ¿puede ser que con los niños ocurra lo mismo?

Recientes estudios de Stone y Deaton en 2013 y 2014, que recoge Angus Deaton y Arthur Stone en un artículo en Voxeu.org, han tratado de llegar al fondo de esta cuestión y para ello han utilizado una gran cantidad de datos de la organización Gallup.

Teniendo en cuenta toda la población, de 18 años en adelante, considerando que se convive  con un niño, evaluamos la vida de estas personas y  llegamos  a un descubrimiento estándar.

Las personas con al menos un niño en casa califican sus vidas ligeramente menos favorables que aquellos que no tienen niños.  En términos económicos, esta diferencia sería equivalente a una disminución de los ingresos de un 5%. Las personas que conviven con niños también muestran más ira, stress y preocupación, pero también más felicidad.

Ahora bien, este estudio se refiere a personas que tienen niños a su cargo y no diferencia si en realidad son padres. Si nos centramos en los adultos de entre 34 y 36 años,  en donde existe un 90% de probabilidad de que el niño que conviva con ellos sea su hijo, nos encontramos que estas personas experimentan mayor tristeza, ira y preocupación, pero sus vidas tienen más felicidad, más alegría y más sonrisas.

Pero eso no es todo. Los adultos con niños no se parecen en nada a los que no  los tienen. Los primeros son más saludables, más ricos, mejor educados, más religiosos, con mayor probabilidad de que sean mujeres y  con menor probabilidad de que sean fumadores. También tienen mayor probabilidad de estar casados y el matrimonio en sí favorece el bienestar de una persona. Todos estos factores mejoran la evaluación de la vida en general, independientemente de si se tienen hijos o no. Pero a pesar de ello, entre los adultos seleccionados, los que tienen hijos tienen peores vidas.

Independientemente de lo que las variables de control indiquen, lo que es un hecho es que los niños proporcionan tanto  alegrías como tristezas. Y la edad es un factor a tener en cuenta si queremos medir la felicidad de vivir con niños, prueba de ello es que para la mayoría de la gente anciana el vivir con niños tiene más aspectos negativos que positivos.

Diversos estudios confirman que las personas intentan acercarse al ideal de felicidad cuando toman sus elecciones de vida. Por lo tanto, aquellos que piensen que su bienestar aumentará teniendo hijos, los tendrán y aquellos que piensan que su bienestar empeorará por tenerlos, no los tendrán. Ya que estos dos grupos de personas, los que tendrán hijos y los que no, son bien distintos, no existen a priori bases para creer  que un grupo será  mejor que otro una vez que hayan tomado su decisión.

Si unos padres que quieren tener hijos no pudieran tenerlos, entonces existiría una mayor probabilidad de que se sintieran insatisfechos en comparación con los que sí los tienen. De la misma manera que aquellos que no quieren tener hijos probablemente se sentirían insatisfechos si accidentalmente tuvieran uno.

 

Fuentes: Angus Deaton y Arthur Stone (Voxeu.org)


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