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¿Será la vanidad de los políticos el hecho que colapsará al mundo?

por Carlos Montero Hace 5 años
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El próximo 10 de noviembre se celebrarán en España unas nuevas elecciones generales. Las cuartas en los últimos cuatro años. ¡A elección por año! ¿Serán estas definitivas para formar un gobierno estable? Quien lo sabe. Los ciudadanos de este país han identificado a los políticos como uno de sus principales problemas. Su descrédito es amplio, y no creemos que eso vaya a cambiar en el corto plazo. Y este descrédito no surge exclusivamente en la acción política. Se traslada a otros ámbitos. "Muchos dicen que vivimos en una era de “posverdad”, en la que los hechos son rechazados y la gente se aferra a sus creencias, pese a que estas sean ampliamente desacreditadas. Pero lo cierto es que ha pasado así a lo largo de la historia. La mente humana suele filtrar la información que recibe y descarta aquella que vaya en contra de sus creencias y su percepción del mundo", comentaba recientemente el economista Guillermo Barba, en un interesante artículo que comentaremos a continuación: 

Hay muchos estudios científicos que se han abocado a investigar por qué los hechos no suelen cambiar la opinión de las personas.

Algunas de las razones, de acuerdo con estos estudios, van desde lo social (compartir pensamientos y creencias conforman comunidades y dan un sentido de pertenencia), hasta lo bioquímico, pues reafirmar dogmas hace que en nuestro cuerpo se libere dopamina, el neurotransmisor relacionado con el placer.

Y en este artículo podemos agregar un elemento más: el poder. Entre más poder tiene alguien, más aislado está de la realidad y rechaza los hechos y evidencias hasta el grado de sentirse “dueño de la verdad”. En la historia hemos visto cómo el poder y los dogmas han causado millones de muertes a personas inocentes, todo en nombre de paraísos y utopías que prometen los poderosos.

Pero no solo ocurre esto en los estados o gobiernos, sino también en grupos y gremios que creen detentar la verdad. Una historia muy ilustrativa es la del doctor Imaz Semmelweis, quien trabajaba en el hospital de Viena, Austria, en el año 1847. En dicho nosocomio, la tasa de mortalidad materna era de 18.3%, pues a muchas mujeres que morían después de haber dado a luz se les diagnosticaba fiebre puerperal. El miedo a contraer esta infección era tan grande que preferían atenderse en sus casas con parteras que ir al hospital.

En una autopsia de una de estas mujeres, el doctor Semmelweis vio que un ayudante cortó, accidentalmente, a otro doctor con un escalpelo, y días después éste murió con los mismos síntomas de la fiebre puerperal. El galeno entonces dedujo que la infección estaba siendo transmitida por el material quirúrgico y por los mismos doctores, y ordenó esterilizarlo y al resto del personal los mandó a lavarse las manos con una solución de cal clorada. Después de esta medida, en mayo de 1847 la tasa de mortalidad cayó hasta el 5% y en dos meses después no hubo ninguna muerte reportada.

Tras este hallazgo, Semmelweis organizó una conferencia en la que les dio a los doctores un simple consejo: “¡Lávense las manos!”

La respuesta del gremio fue de ofensa y rechazo. Una medida elemental de higiene en nuestros días desafió las ideas preconcebidas de los médicos de aquel tiempo y su vanidad los llevó a negar los hechos, pese a que estos salvaban vidas.

El repudio a Semmelweis fue tan grande que tuvo que regresar a Hungría, su país natal, en 1850. Trabajó en el hospital de Budapest y en el periodo de 1851-1855, solamente ocho mujeres de 933 partos murieron de fiebre puerperal, una tasa de mortalidad de 0.85%. Sin embargo, este doctor nunca recibió en vida el reconocimiento que merecía. Irónicamente, al acto de rechazar hechos que van contra creencias desacreditadas se le llama “el Reflejo Semmelweis.”

Esto lo seguimos viendo en nuestros días, con gente que se aferra a ideas erróneas pese a que estas pongan en peligro su salud y sus propias vidas, en economistas que aplican las mismas recetas fracasadas, y en el ascenso (una y otra vez) de líderes populistas en diferentes partes del mundo, que alimentan las creencias y miedos de las personas con tal de llegar y mantenerse en el poder.

El prominente e intelectual empresario, Hugo Salinas Price, retoma en un excelente artículo el caso del Dr. Semmelweis, y prevé que las afirmaciones sesgadas de los gobernantes y economistas serán la causa del colapso próximo de las economías del mundo, y el dogma causante de este desastre será el dinero fiat -dinero de facto, ficticio, de papel sin respaldo- que aceptan casi todos los economistas “acreditados.”

“Los Presidentes de este mundo, y sus Banqueros Centrales, sus economistas, sus ministros y secretarios diversos, todos con Posgrados en “economía”, no querrán escuchar, por ningún motivo, la plegaria: ‘¡Denos dinero verdadero con qué trabajar -de oro, o de plata, o de ambos- pero danos dinero verdadero, no esta basura de dinero ficticio!’”

El oro, como hemos comentado muchas veces, es el dinero por excelencia porque ha pasado con creces las dos más duras de todas las pruebas: la del mercado y la del tiempo. Ha sido usado por miles de años por tantas civilizaciones y estados y permanecerá con nosotros, y prevalecerá inclusive después de que la civilización humana ya no exista.

El mundo está enfermo y los doctores (gobernantes y banqueros centrales) aplican la misma falsa medicina que solo agrava la salud del paciente: inyectar dinero irredimible que alimentará deudas impagables crecientes al infinito. Pero en su arrogancia y vanidad, nunca aceptarán que estuvieron equivocados, ni siquiera cuando esa montaña de deuda impagable se venga encima de ellos.

Desgraciadamente, las personas que tienen más poder son las que suelen retrasar más los avances en todos los ámbitos, y solamente una calamidad que cueste la vida a miles o millones de personas hará que algunso entren en razón y vean que quienes estaban al frente no hicieron nada, pese a todos las señales evidentes.

Esa, es la esperanza que nos queda. Eventualmente habrá un “cambio de régimen” monetario que terminará con la supremacía del dólar, y la coyuntura, será quizás la última oportunidad de la humanidad para retornar al trono al dinero real y honesto, el oro, lo que haría posible una nueva era de gran prosperidad sin volver a caer en un ciclo interminable de auge y crisis. Esto que a muchos parece irreal, es perfectamente posible, ya que si bien la acumulación de deudas no puede crecer al infinito, la acumulación de ahorro/capital sí que puede ser permanente, y es necesaria, para reponer el capital que por su propia naturaleza se va desgastando. ¿Será capaz el ser humano de entender que sólo haciendo respetar el valor supremo de la libertad individual y de la propiedad privada, esto se puede conseguir? No perdamos esa esperanza.

 

Lacartadelabolsa


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