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¿Peor que nuestros padres?

por Laissez Faire Hace 6 años
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Uno de los mantras que más se han repetido durante los últimos años es que la presente generación de españoles es la primera que vive peor que sus padres. La aseveración pretende poner de manifiesto que nuestro país se halla estancado y en abierto retroceso, motivo por el cual necesitaría de un drástico golpe de timón. Y si bien tan drástico golpe de timón puede ciertamente ser aconsejable (España debería disfrutar de de muchísima más libertad económica), lo que resulta completamente falaz es que vivamos peor que nuestros padres. A propósito de esta cuestión, el UFM Market Trends —el centro de análisis de coyuntura promovido por la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala y dirigido por el economista español Daniel Fernández— acaba de publicar un breve informe en el que demuestra que hoy disfrutamos de mucha mayor calidad de vida en lo referente a bienes tan elementales como la vivienda, los automóviles o la alimentación.

En concreto, los españoles necesitan actualmente de 85,7 sueldos mensuales medios para comprarse una vivienda de 90 metros cuadrados; en 1990, se requerían 98,7 sueldos mensuales medios de la época. Asimismo, deben destinar 5,7 sueldos mensuales medios para adquirir el modelo de automóvil más vendido en 2016 (Seat Ibiza), mientras que en 1990 se gastaban 7,3 sueldos mensuales medios para hacerse con el modelo más popular de entonces (Ford Fiesta). Por último, los desembolsos en alimentos representan hoy el 10% de todos los ingresos familiares, mientras que en 1990 consumían más del doble.

En definitiva, las principales partidas de gasto se han abaratado apreciablemente —en relación con nuestros salarios— durante el último cuarto de siglo. No sólo eso: la calidad de todos esos productos también ha mejorado muy sustancialmente. Por ejemplo, en 1990, el 18% de las viviendas tenían menos de 60 metros cuadrados; hoy, esa cifra apenas supera el 14%. Asimismo, en 1990, sólo el 5% de los hogares contaba con aire acondicionado; hoy lo hace más del 35%. Acaso se replique que quienes cuentan actualmente con un contrato indefinido sí viven mejor que sus padres, pero que muchas menos personas disfrutan hoy de ese estatus privilegiado. Pero ello tampoco es cierto: las presentes tasas de paro y de temporalidad no son significativamente distintas a la de la década de los 90. En suma, puede que España sea hoy un país con muchos problemas, pero sería tramposo idealizar falsamente el pasado para exagerar su magnitud.


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