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Mal diagnóstico, peores propuestas

por Laissez Faire Hace 6 años
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En las mociones de censura no sólo se repudia la acción del gobierno actual, sino que se propone un nuevo proyecto político. Y, desde ese punto de vista, el proyecto político-económico impulsado ayer por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, fue un proyecto basado en un diagnóstico totalmente equivocado del país y en una pobre comprensión de cómo funciona el sistema económico.

Diagnóstico equivocado

Podemos fue un partido que surgió en las postrimerías de la recesión de 2011-2013, cuando las secuelas sociales de la crisis se encontraban en su punto más elevado y doloroso. Su éxito respondió en gran medida a ese revuelto caldo de cultivo que, para más inri, fue aderezado por el estallido de una enorme cantidad de casos de corrupción. En tan procelosas aguas, Podemos navegaba muy cómodamente: su problema es que la formación se ha quedado petrificada en ese electoralmente propicio contexto en el que nació y se desarrolló.

De ahí que la mayor parte del diagnóstico que pergeñó ayer Pablo Iglesias a propósito de nuestra economía haya quedado ya totalmente desfasado: los recortes del gasto público —por desgracia, dicho sea de paso— ya han llegado a su fin; el paro sigue siendo un problema pero que está corrigiéndose al acelerado ritmo de 500.000 nuevos empleos anuales; la temporalidad está normalizándose a los niveles previos a la crisis y a la reforma laboral; la desigualdad ha dejado de aumentar; los salarios, aun con algún revés, están volviendo a crecer; y nuestro modelo productivo se aleja cada vez más del ladrillo para acercarse a una economía globalmente competitiva y exportadora.

Cuando Iglesias describía el “calamitoso” estado de nuestra economía, era evidente que seguía anclado emocionalmente a los críticos años de 2011-2013; no por casualidad, incluso llegó a apelar al espíritu del 11-M, cuando no sólo han pasado más de seis años desde entonces, sino que durante ese período la economía española ha dado un giro radical en sus fundamentales.

Lo anterior no significa que no haya problemas, y serios, en nuestra economía: alta temporalidad, bajos salarios, carga fiscal elevada, sobreendeudamiento público, productividad estancada, educación desligada de la empresa, electricidad cara, exceso de burocracia o falta de impulso innovador son algunas de las serias taras que deberíamos enmendar. Pero todos estos graves inconvenientes no se solucionan impulsando una agenda política ciega a los cambios estructurales positivos que han tenido lugar durante los últimos años.

Sus peligrosas propuestas

Los de Pablo Iglesias proponen reorientar la política económica española mediante cuatro grandes vectores.

El primero, un plan de transición energética que apueste por las energías renovables, por el cierre de las centrales nucleares en 2014 y por una seminacionalización de la industria eléctrica. Es decir, se trata de politizar —todavía más— el sector energético español, cuando sus principales problemas a día de hoy (deuda tarifaria, sobrecapacidad instalada, primas a las renovables, etc.) derivan justamente de haberlo politizado en exceso desde su presunta liberalización.

Segundo, recuperación de la política industrial y de la inversión pública para impulsar un cambio de modelo productivo: pero España ya está cambiando con bastante éxito el ladrillístico modelo productivo que heredó de la burbuja. De nuevo, no necesitamos que el Estado meta sus zarpas en este asunto, sesgando la inversión y la innovación en la dirección que ideológicamente le interese. El Plan E constituye un ejemplo suficientemente elocuente del fracaso de estas políticas.

Tercero, derogar las dos últimas reformas laborales e incrementar el salario mínimo a 950 euros mensuales. Estamos ante un paquete de propuestas dirigido a reinstaurar el nivel de rigidez laboral previo a 2010: esto es, el nivel de rigidez laboral que fue responsable de la destrucción de más de dos millones de empleos y de condenar a más de un tercio de la población ocupada a la temporalidad estructural (la tasa de temporalidad previa a la crisis llegó a superior el 33%: unos niveles incluso mayores que los actuales).

Y cuarto, revertir los recortes del gasto mediante una brutal subida de impuestos. Podemos busca multiplicar el gasto público recurriendo a un mayor déficit público y, sobre todo, a una mayor fiscalidad sobre el conjunto de la sociedad: una receta dirigida a penalizar la creación de riqueza y a subsidiar la pobreza resultante.

En suma, la situación de la economía que describió ayer Pablo Iglesias se aleja totalmente de la realidad de España: casi tanto como su programa económico se aleja del que verdaderamente necesitamos.


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