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Entrevista sobre ‘Una revolución liberal para España’

por Laissez Faire Hace 9 años
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La siguiente entrevista fue realizada el 15 de abril de 2014 por Pablo Martínez Bernal a cuenta de la publicación de “Una revolución liberal para España“.

En primer lugar, muchas gracias por concederme el tiempo para la entrevista, te lo agradezco.

Pregunta (Pablo Martínez Bernal): En este libro propones reducir el Estado de un cincuenta por ciento de PIB a un cinco por ciento, es decir, un Estado mínimo imprescindible. Sorprende que no hubiese un libro en la literatura liberal que tratase un tema tan importante. ¿Por qué crees que se producía esta carencia?

Respuesta (Juan Ramón Rallo): Pues no lo sé; la verdad. En primer lugar, es evidente que los liberales tampoco somos tantos y por tanto tampoco tenemos capacidad para publicar todos los libros que nos gustaría de todos los temas que nos gustaría. En segundo lugar, quizás porque estudiar todos los temas requiere de cierta dedicación y de ciertas ganas de profundizar en todos estos temas, y normalmente la gente tiende un poco a la especialización, es decir, a cómo seria la sanidad privada, la educación publica, etc. Y en tercer lugar porque creo que dentro del liberalismo sí que impera un cierto optimismo hacia el libre mercado, en gran medida justificado pero que permite zanjar el debate o zanjar la discusión simplemente como “el mercado ya se ocupará de ello” y tampoco tenemos por qué elucubrar cómo sería ni nada de eso.

P: ¿Es tu libro más ambicioso hasta la fecha?

R: Bueno, el de Keynes (en referencia a su libro “Los errores de la vieja economía: Una refutación de la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero de J.M.Keynes“, publicado por Unión Editorial) también es muy ambicioso, no lo sé. Desde luego sí que es un libro necesario dentro de la literatura y sí que es un libro ambicioso en cuanto a temática. Obviamente, tratar de justificar una reducción del Estado del cincuenta por ciento al cinco por ciento -o menos del cinco por ciento-, pues en sí mismo ya es un tema ambicioso. ¿El más? No lo sé, es difícil de valorar.

P: ¿Cuál es el propósito del libro para ti: el cambiar la mentalidad de la sociedad o el ser un manual para los gobernantes?

R: No. Es cambiar plenamente la mentalidad de la sociedad. Es decir, el libro no es tanto un programa de reformas políticas, ni formación para políticos sino que es un manual para que la gente de alguna manera se cuestione por qué tenemos el sistema que tenemos cuando claramente, tal como explico en el libro y tal como intento demostrar en el libro, no es el mejor que podemos tener y si no es el mejor que podemos tener para las propias personas ¿por qué lo tenemos? Y sí a lo mejor no seria necesario pedir tener otro.

P: En el largo proceso de documentación para escribirlo, ¿qué es lo que más te ha sorprendido?

R: Lo que más me ha sorprendido probablemente sea la el clima y el contexto de ayuda y cooperación mutua que había en las sociedades con menos Estado –EEUU en el siglo XIX- justamente porque el Estado no proporcionaba un mecanismo coactivo para obligar a todo el mundo a ayudarse entre sí. Eso no significaba que la gente no se ayudara entre sí, significaba que recurrían a mecanismos voluntarios y aunque uno puede pensar que, en efecto sin Estado o con un Estado con un peso de asistencia social infinitamente menor al actual, este tipo de redes tenderían a emerger, cuando estudias históricamente su composición no te dejan de asombrar de lo detalladas, de lo comprensivas y de lo amplias que eran.

P: Mencionas en la introducción del libro una paradoja y es que antes el Estado era pequeño y la queja era porque fuese grande y ahora el Estado es grande y la queja en la mayoría de la sociedad es por ser pequeño. ¿A qué se debe esta involución?

R: Bueno, yo creo que hay una correlación clara: el Estado hoy no podría ser grande si la gente no quisiera que fuera grande. Quizás muchos liberales también pequen ahí de un error, de pensar como que el Estado oprime a la sociedad. Claro que la oprime pero no en contra de la voluntad de la mayoría de la sociedad. No hay un deseo mayoritario en que el Estado sea este opresor/guardián/protector. En ese sentido sí, si el chip de la gente ha cambiado y en lugar de querer menos Estado quieren más pues el Estado ha crecido y muchos todavía quisieran que creciera más. Esa es la explicación. Ahora, ¿por qué el chip ha cambiado? Pues eso ya seria una cuestión más profunda. Desde luego no ha cambiado porque sin el cambio la gente no hubiese prosperado. La gente prosperaba cuando el Estado era pequeño, y de hecho ha sido la acumulación de riqueza previa al crecimiento del Estado lo que ha permitido que el Estado fuera creciendo. Básicamente los Estados actuales habrían sido absolutamente inviables e imposibles en el siglo XIX porque si la gente apenas tenía que llevarse a la boca -sobre todo al principio- si tú le quitabas la mitad de lo que apenas tenía para llevarse a la boca, no habría comido. Ha sido la acumulación de riqueza previa al crecimiento del Estado y no la acumulación de riqueza de los mas ricos sino de toda la sociedad. Porque cuando el Estado copa el cincuenta por ciento del PIB, asumes que los más ricos tienen el cincuenta por ciento y los más pobres no tienen nada. En ese caso gravas al cien por cien a ese cincuenta, pues es obvio que no sólo pagan los más ricos mucho sino también mucho los más pobres.

P: A medida que crece el Estado nos obligamos a vivir sin él ¿cómo podemos cambiar esa tendencia?

R: Es muy complicado porque ahí esta el sesgo del statu quo y ese sesgo te dificulta imaginarte cómo vivirías si no hubiese Estado. Pero además es un sesgo que yo creo que opera especialmente en contra del planteamiento liberal. Pero cuando se trata de sustituir el statu quo liberal por un statu quo estatista, de alguna manera como que el Estado puede ir metiéndose poco a poco; puede crear una escuela pública, un sistema de escuelas públicas paralelo al privado. En ese sentido, la gente tiene menos miedo porque sigue funcionando el privado y mientras va creciendo el público. Pero claro, cuando tú hablas de desmantelar completamente el público, eso es muy complicado y sí, lo puedes ir desmantelando poco a poco pero en ese caso, claro, esos pocos a quienes les toque quedarse fuera de la red estatal también tienen miedo y también están afectados por el sesgo con lo cual ese combate es un combate complicado. Es un combate que yo creo que tiene que ser por un lado intelectual y el libro intenta dirigirse o lograr este objetivo o al menos contribuir al logro de este objetivo. Por supuesto, el libro en sí no lo va a lograr. Y luego también ir abriendo ciertos espacios de la sociedad y si consigues ciertas conquistas, pues permitir que la gente experimente en esos contextos. Por ejemplo hoy, de la misma manera que digo que en general es muy complicado darle la vuelta y que el sesgo del statu quo opera más bien a favor del Estado que en contra, también es cierto que ciertas reformas, como por ejemplo la privatización de las pensiones en Chile, ahora son muy difíciles de que se de marcha atrás, aunque no digo que sea imposible. Argentina teniendo un sistema mucho menos profundo y privatizado que el chileno, aun así nacionalizó los planes de pensiones. Pero es bastante más complicado que el Estado se ponga a nacionalizar el ahorro de la gente cuando afecta a una parte de la población tan grande, como ocurre en Chile.

P: Hablas de esperanza y miedo – lo mencionabas ahora-; esperanza de tener un Estado mejor y miedo de no conocer fórmulas alternativas. Mencionas que precisamente hay que pensar justo al revés: de esperanza en el mercado y no en el Estado y miedo en el Estado y no en el mercado.

R: Sí. Como explico en el libro, hay al menos dos pulsiones muy básicas que claramente alimentan al Estado. Una es la esperanza en que otro Estado es mejor y otra, el miedo a la alternativa, que se puede dar por el sesgo del statu quo que comentábamos antes: que preferimos lo malo conocido que lo (supuestamente) bueno por conocer. Y, efectivamente, tendría mucho más sentido que fuera al revés pero es un sentido -si podemos llamarlo así- del intelectual que ha estudiado estos temas, no del hombre de la calle que no los ha estudiado y bueno, lo que padece son los sesgos normales que padeceríamos cualquiera de nosotros si no hubiésemos profundizado en estos temas, o que padecemos en otros ámbitos en los que no hemos profundizado. De lo que se trata -y el libro intenta ser una contribución a ello- es demostrar que efectivamente otro Estado no es posible. Por supuesto que el Estado puede mejorar; un estado como Suecia funciona mucho mejor que un estado como España -¡ojalá tuviésemos aquí un Estado como el de Suecia!- pero no tiene tanto margen de mejora como la gente cree y no han de tener miedo a la alternativa. Se puede desconfiar de la alternativa, es decir, de todo cambio se ha de desconfiar sobre todo porque las transiciones no son sencillas y eso es problemático pero aun así el libro intenta también mostrar que la transición se podría hacer, que se ha hecho, por ejemplo, al pasar del socialismo a una economía mixta en los países de Europa del este y que el resultado una vez se complete de la mejor manera posible sería muy superior al que tenemos hoy.

P:¿Por qué crees que la gente acepta tan bien la violencia cuando la ejercita el Estado y la rechaza cuando la ejercitan individuos?

R: Yo aquí creo que hay que invertir la causalidad: no es que la gente lo acepte porque sea el Estado sino que el Estado es Estado porque la gente la acepta. El Estado es un ente que ha conseguido amasar lo que podríamos llamar autoridad política, es decir, una legitimidad para ejercer la coacción. Como ha amasado esa autoridad política puede ser el Estado que es; si no, sería de nuevo inconcebible. Una mafia sin autoridad política que manejara el cincuenta por ciento de la riqueza degeneraría en guerra civil claramente. O eso o en un régimen ultrarrepresivo como Corea del Norte e incluso esos regímenes tienen un cierto -absurdo y descabellado- pero un cierto apoyo social en una parte de la población. Entonces ¿cómo el Estado consigue amasar la autoridad política? Pues ahí ya las formas son muchas y eso ya habría que ir más a la historia de las formas políticas y demás, en lo que no soy experto. Antes se justificaba en la autoridad divina, en el origen divino de los líderes políticos o imperiales para reglamentar y dirigir la sociedad. Claramente era una especie de racionalización. Era lógico que hubiese una persona que de alguna manera desarrollara las funciones de defensa o de seguridad y eso implica, en cierta medida, un control de la violencia. Y, ¿cómo racionalizas que haya alguien que no seas tú o que no sea cualquiera sino alguien específico en equilibrio que tenga el control de la violencia establemente? Pues le puedes atribuir un origen divino. Hoy esa racionalización y ese equilibrio de quién detenta el poder político se consigue a través del rito electoral. Digamos que impera la ficción de que somos nosotros entre todos los que le damos la legitimidad. La cuestión ahí es por qué se ha de dar el salto de si, aunque admitiéramos que es imprescindible que alguien tenga el monopolio de la violencia -que ya es un tema controvertido-, que además esa persona tenga que controlar y manejar casi cualquier otro espacio de la vida social. Y ahí lo que ha hecho el Estado de alguna manera ha sido como apropiarse del buen nombre comercial, sería el paralelismo con una empresa, que tiene en otros ámbitos. Es decir, ¿por qué tiene autoridad política para la educación? Pues porque tiene autoridad política para la defensa. Y ¿por qué tiene autoridad política para la defensa? Pues porque quizás, y es un debate que los liberales tienen que dilucidar, quizás el equilibrio más estable sea que alguien tenga autoridad política para la defensa. Pero desde luego el equilibrio estable no es que tenga autoridad política para educación, sanidad, pensiones, etc. De alguna manera, coge ese prestigio o ese buen nombre o esa justificación que podría darse de que tenga el monopolio de la violencia en materia defensiva para que pueda ya dirigir cualquier espacio de la vida social.

P: Mencionas que en el año 2011 el salario modal en España era de 15.550 euros. Y calculas que un salario de ese importe paga más de 9.000 euros en impuestos. ¿Tú crees que el ciudadano medio es consciente de la carga tributaria que soporta?

R: No, no lo es ni mucho menos. No, porque incluso cuando lo explicas, incluso cuando pones las cifras encima de la mesa, mucha gente te dice que no es así, que es otro sesgo muy conocido, que es la disonancia cognitiva, no negarte a admitir que la realidad sea la que es porque claramente no la puedes admitir. El primer error es no considerar las cotizaciones empresariales que paga el empresario a tu nombre como parte de tu remuneración cuando claramente lo es. Es decir, si el empresario te pagara un plan privado de pensiones a tu nombre, eso lo considerarías remuneración salarial claramente; en especie, pero remuneración salarial. Ahora mismo el Estado está pagando una especie de plan público de pensiones a tu nombre del que te vas a beneficiar tú y, por tanto, es parte del salario. El problema es que es una parte del salario de la que tú no puedes disponer porque el Estado obliga a que así sea. Es como si el Estado dijera: el empresario te tiene que pagar la vivienda y además no cualquier vivienda sino ésta en concreto y, por tanto, parte de tu sueldo se va en pagar la hipoteca de esta vivienda en concreto. ¿Admitiríamos que eso fuera así? Yo creo que no. Diríamos: “oye, dame el dinero y yo ya elijo qué casa quiero comprarme”. No que tenga que ser el empresario a través del Gobierno el que me diga en qué gastarlo. Luego otro error también que hace que la gente no sea consciente de lo que paga es no considerar las retenciones como parte de los impuestos abonados. Mucha gente cree que porque le devuelvan dinero a la declaración anual de la renta no sólo no esta pagando impuestos sino que los está cobrando del resto: falaz. Y como muchos ya miran directamente el sueldo neto pues las retenciones se olvidan. De hecho, Milton Friedman, que fue uno de los que contribuyeron a crear el sistema de retenciones fiscales en la segunda guerra mundial en Estados Unidos, dijo que ésa fue la mayor contribución que se haya podido hacer al crecimiento del Estado porque es muy dudoso que hoy el Estado pudiese recaudar los impuestos que recauda si obligara a que su pago fuera todo de una vez, todo concentrado. Es decir, si a un trabajador que gana 15.000 euros le dicen de golpe que tiene que pagar 3.000 o 4.000 euros pues probablemente se rebelaría contra esa mordida tan grande. Ahora, si te lo van diluyendo mes a mes a pildoritas parece más tragable. Y luego la tercera barrera de visibilidad que también nos encontramos es en el IVA, que al final ves precios y tampoco ves exactamente qué parte del precio es precio qué parte es impuesto, etc. Y ya luego hay otra cuarta barrera de visibilidad que ya ni siquiera he considerado en el cálculo de los impuestos que pagamos, que son todas las repercusiones de otro tipo de tributos, por ejemplo aranceles y demás. Ya ni nos planteamos qué de eso estamos pagando, pero eso también tiene un peso y también habría que considerarlo y en el libro ni siquiera lo considero al calcular los 9.000 euros que paga un milerurista al año.

P: Mencionas que la redistribución es horizontal y no vertical. El hiperestado actual ¿pasa forzosamente porque lo financie la clase media?

R: Sí, por necesidad. Un Estado que ocupa el cincuenta por cierto del PIB lo tiene que financiar la clase media, no hay otra. De hecho, me alegro que el economista de moda ahora mismo entre la izquierda que es Thomas Piketty en su libro “Capital en el siglo XXI” (nota del editor: pueden leer dos buenas críticas del libro aquí y aquí) admita esto y admita que, obviamente, el Estado moderno con un cincuenta por ciento de peso sobre el PIB solo puede ser financiado con una carga fiscal proporcional, es decir, que la progresividad en agregado no se ve, que la progresividad no es una manera de que los ricos paguen más a costa de los pobres. Él defiende la progresividad pero como una manera de empobrecer a los ricos para que las desigualdades sociales no sean tan acusadas, pero no como una manera de que afluyan más recursos al Estado porque él mismo lo admite: cuando el Estado sobrepasa los niveles que tenemos ahora mismo es que quienes lo financian por necesidad son las clases medias con lo cual la redistribución es horizontal y con lo cual no hay motivo, no hay razón, no hay justificación posible a que nos obliguen a pagar coactivamente por unos servicios que quizás no queremos recibir. Lo lógico es que nosotros podamos elegir qué servicios. Y por nosotros me refiero a cada uno de nosotros, es decir, no entre todos de manera colectiva, de manera asamblearia.

P: La gente asocia monopolio con algo malo y peligroso, ¿porqué cambia su percepción cuando el monopolio es público? ¿Acaso no es evidente que la ausencia de un sistema de experimentación descentralizada genera perversos incentivos que perjudican a todos?

R: Yo creo que no lo ven como monopolio. En el caso de la defensa sí, pero insisto que el monopolio de la defensa es un tema mucho más complicado de dilucidar si es bueno que sea un monopolio o que no lo sea. Es decir, si hay economías de escala que lo sea o no. Pero en todos los otros ámbitos yo creo que no lo ven como un monopolio. Al menos en España sí tenemos escuelas privadas, hospitales privados, etcétera, con lo cual parece que hay una cierta competencia. Pero claro, si miramos la carga fiscal, uno ve que no es competencia: si te quitan todo el dinero que tienes y que te permitiría crear esos servicios en el sector privado y te lo quitan para que accedas al sector publico, es un monopolio de facto. Pero como la gente no es consciente de los impuestos que paga, lo que cree que sucede es que, sin ser un monopolio una parte de ese sector proveedor de servicios, la parte del sector público, tiene un precio gratuito, hay competencia. Y el Estado compite prestando el servicio gratuitamente. Entonces claro, ahí la gente no se opone, “me están regalando el servicio, ¿cómo voy a criticar esto?”. Y la cuestión es hacerle ver que no, que no se lo están regalando, que lo está pagando y que probablemente esté pagando algo más caro y de peor calidad que a lo que podría acceder si evitara el robo.

P: Tumbas en uno de tus capítulos el mito del modelo sueco. ¿Por qué no es un ejemplo del triunfo de la Tercera Vía, que deja al mercado la generación de riqueza y al Estado su redistribución?

R: La cuestión con Suecia es si ése es el mejor modelo al que podemos aspirar y yo creo que no. Suecia evidentemente no es un mal modelo sobre todo si lo comparamos con otros. En España el cincuenta por ciento de la economía es estatal o está influida directamente por el Estado a través de redistribuciones de la renta y el otro cincuenta por ciento, sin serlo supuestamente, está hiperregulada. En Suecia, al menos el cincuenta por ciento que es privado no está regulado por el sector publico, lo cual te da un cierto dinamismo del que careces en España a la hora de generar riqueza. El caso más claro es en Suecia, en donde hay más multimillonarios per cápita que en Estados Unidos. Ahora, la cuestión es ¿porqué la parte que no es privada ha de ser pública? Y ahí apelar al ejemplo de Suecia no sirve, y no sirve porque que algo sea mejor a lo que conoces en España no significa que no sea peor a lo que podríamos tener. Yo creo que esa cuestión no la salda Suecia por múltiples motivos. Es un país que esta bien para vivir pero no es un país que esté ni a la cabeza de la generación de riqueza para el conjunto de la población ni destaca por excelentes hospitales ni excelentes cambios en el modelo sanitario. Su sistema educativo justamente ahora está sometido a bastantes problemas aunque dicen que es por introducir libre mercado cuando el libre mercado se ha introducido muy poco. Bueno, en innovación sí está bastante bien, eso es verdad. Pero pese a ser una economía rica y una economía próspera en los servicios básicos, yo creo que podemos aspirar a mucho más y es legítimo aspirar a mucho más. En todo caso, yo lo que digo es “oiga, déjennos elegir, no nos impongan la alternativa sueca”.

P: Cuando se menciona el modelo suizo o el de Singapur se suele afirmar que su tamaño impide hacer comparaciones. ¿Estás de acuerdo?

R: No, porque el tamaño de Suiza o de Singapur es equiparable al de Suecia y sí se hacen comparaciones con Suecia; por tanto, no estoy de acuerdo. Entiendo que algunas de las críticas que se hacen al modelo de Singapur al ser una ciudad Estado puedan ser válidas sobre todo a nivel de infraestructuras y de distribución de provisión de servicios. No es lo mismo tener un área concentrada que un territorio disperso. Si ésa es la única crítica que se le puede hacer, lo que reforzaría es uno de los argumentos de mi libro que es que deberíamos avanzar hacia sociedades mucho más descentralizadas basadas más en ciudades y menos en Estados. Entonces, si el problema es ése, lo que deberíamos tender es hacia una especie de alianza entre ciudades más o menos independientes. ¿Alianza para qué? Pues en términos de defensa, de seguridad algo más amplia, contra el crimen organizado por ejemplo y poco más. Y todo lo demás dejarlo al ámbito de la ciudad, ya que la polis es el espacio natural de vida comunitaria.

P: Comentas en el capítulo dedicado a servicios municipales que distritos como el de Salamanca o el de Chamberí en Madrid tienen una población de unos 150.000 habitantes, lo que es una cifra superior al 99,5% de los municipios en España. Planteas un hiperdescentralización territorial, ¿por qué?

R: Yo planteo la privatización de los servicios. La privatización es la mayor descentralización posible porque ya no es ni siquiera monopolios territoriales sino algo más transversal y más generalizado de que tú te puedes adscribir a la jurisdicción o al proveedor que tú desees, esté donde esté ese proveedor o haya nacido donde haya nacido ese proveedor. Evidentemente hay algunos servicios que por su naturaleza son comunitarios, como todos los servicios que ya llamaríamos municipales: basuras, tratamiento de aguas residuales, alcantarillado, seguridad a pie de calle , es decir, la policía local, gestión del tráfico dentro de la ciudad, etc. Todo esto obviamente es territorial y en ese sentido la cuestión de nuevo es, ¿queremos cuerpos de provisión de servicios que sean nacionales desconcentrados o independientes y en competencia? Yo creo que incluso hoy tendemos a ver bien que sean independientes y en competencia. El modelo se puede extender hasta hacer a las ciudades independientes de la provisión de fondos estatales, que es el modelo que tenemos hoy, y a transformar las ciudades en una especie de comunidades de propietarios privadas como si fueran una comunidad de vecinos muy amplia que además no este predeterminada, no esté cerrada, no esté encorsetada. Así, de la misma manera que una urbanización se puede subdividir en partes y reorganizar; la ciudad debe poder hacerlo con mucho mayor motivo porque tiene un espacio territorial mucho más amplio. Por tanto, lo que sean cosas o zonas necesariamente comunes son muy, muy restringidas pues permitir que los ciudadanos y sus asociaciones se vayan reorganizando tal como gusten o tal como necesiten. De hecho insisto, no hay ningún motivo para que Madrid no se pueda subdividir muchísimo más de lo que está. Es que si no se pudiera, el resto de España no sería funcional porque el resto de España es menor y el resto de España funciona al menos tan bien como Madrid, sobre todo para la mayoría de servicios. ¿Que hay algún servicio que pensemos que el área óptima es Madrid? Pues nada impide que las diversas asociaciones vecinales, comunitarias se asocien en forma de un concierto o de una mancomunidad para proveer a ese servicio de una mayor escala. Pero para eso tiene que haber libertad de asociación y, sobre todo, de desasociación porque si sólo se puede entrar y no se puede salir mal asunto.

P: Haces una interesante comparación que es el gasto publico en España en 2011 frente al que habría habido si los porcentajes se aplicasen del gasto público que había en Estados Unidos en 1890. ¿De dónde viene principalmente ese salvaje incremento del Estado?

R: Ha venido sobre todo del Estado de Bienestar. El Estado de Bienestar era inexistente en el siglo XIX, lo cual no significa que no hubiese bienestar en las condiciones en las que podía haberlo en aquel entonces. Obviamente era una sociedad mucho más pobre que la actual y es absurdo tratar de comparar o decir que tenían una educación, una sanidad equiparable a la actual. No la tenían pero es que aunque hubiera sido pública no la habría sido. De hecho, probablemente habría sido mucho peor. Para el nivel de renta que tenían era una sociedad de bienestar más que razonable en términos actuales. Lo que planteo justamente es si esas sociedades más pobres eran capaces de garantizarse un bienestar razonable para la época ¿por qué hoy que somos mucho más ricos no podríamos garantizarnos un bienestar mucho mayor del que tenemos ahora mismo?

P: En tu libro calculas que más del 80% por ciento del gasto público podría o bien privatizarse o bien eliminarse directamente ¿qué representa ese casi 20% restante?

R: Lo que defiendo es bajar el tamaño del Estado del 50% del PIB al 5%, lo que supone una reducción de entre el 80% y el 90% sobre su tamaño actual, lo que significaría que el gasto público se queda en el 5% sobre el PIB como mucho.

P: Te pregunto ¿qué representa ese 5%?

R: Sí, ese 5% del PIB representa básicamente cuatro elementos. En primer lugar está el gasto en mantener el orden público, en defensa, que sería como si dijéramos mantener el orden público internacional. El gasto en defensa simplemente lo mantengo con respecto a los niveles actuales, es decir, no experimenta cambios ni al alza ni a la baja. En segundo lugar, cierto gasto en policía que quizás tenga sentido que sea prestado nacionalmente para perseguir el crimen organizado, que opera en varias ciudades distintas. En tercer lugar, gasto en algunos tribunales, en la medida en que las partes no puedan ponerse de acuerdo en la jurisdicción, por arbitraje, que se vaya a jurisdicciones obligatorias, sobre todo en sede penal. Y por último, en general, puede haber una red última de redistribución de la renta para que nadie quede verdaderamente desamparado pero poco más que eso, es decir, todo lo demás se puede privatizar.

P: Habla un poco de la fiscalidad del estado mínimo que planteas; puestos a tener un sistema tributario, que no es tu ideal, ¿cómo sería? Te inclinarías más a gravar el consumo o la renta y ¿por qué?

R: La carga fiscal debería ser la necesaria para conseguir el 5% del PIB de gasto que hemos comentado. Calculo que se podría conseguir con un impuesto o bien sobre la renta (sobre Sociedades e IRPF) o sobre el consumo de base, más amplia que la actual ya que en la actualidad ni toda la renta ni todo el consumo están siendo gravados, por no mencionar las exenciones. Se trataría de que no hubiese ningún tipo de exención ni deducción. Es cierto que en renta puede tener sentido que haya algunas, como por ejemplo, gastos necesarios para conseguir la renta, tratando de aproximar renta a renta neta, no a renta bruta. Esto se podía conseguir con un impuesto del 6% sobre estas variables (renta o consumo). En todo caso, se consiga como se consiga, la comparativa es presión fiscal del 5% o del 50%. En España es más bien casi el 40% pero en otros países del 50%, es decir, eso es impepinable.

P: ¿Qué es mejor gravar, la renta o el consumo?

R: En general, se suele tender a pensar que es lo mismo. Al final, en general, tu renta la gastas en consumir y aunque la capitalices, cuando consumas pagas. Pero sí hay un cierto consenso en que es algo mejor gravar el consumo que la renta porque gravar la renta no discrimina entre consumo presente y consumo futuro. De esta forma gravas indiscriminadamente el consumo presente y el consumo futuro hoy, cuando lo lógico sería gravar el consumo cuando se produzca. La idea es que si tú ahorrases el 100% de tu renta no deberías pagar impuestos hasta que consumas, no antes y al gravar la renta puedes pagar impuestos antes de que consumas o de que quieras consumir. Idealmente se debería tender más hacia impuestos sobre el consumo que hacia impuestos sobre la renta, aunque como digo al final son muy parecidos. Los son porque, en la medida que hay repercusiones del impuesto, es decir, que mucha gente cree que por el hecho de gravar la renta de los más ricos son los más ricos los que pagan y no los más pobres o de que porque paguen las empresas, pagan las empresas. Las empresas pueden tener margen para trasladar el impuesto a sus trabajadores por ejemplo, es decir si han de pagar un 20% de sus beneficios a lo mejor lo que hagan sea bajar sueldos o despedir a parte de la plantilla para que los beneficios crezcan un poco Y tener margen para pagar ese 20%, con lo cual, digo incluso antes de repercusiones Sería mejor marginalmente el consumo que la renta, pero luego al final da igual.

P: ¿Qué principios tendría ese sistema tributario?

R: Sí, debería ser simple, es decir que cualquier persona lo pueda entender, lo pueda fiscalizar, lo pueda rellenar, etc. Lo siento mucho porque creo que hacen un trabajo estupendo hoy en día pero la industria de asesores fiscales debería prácticamente desaparecer porque no debería haber formas de optimización fiscal. No porque la optimización fiscal no sea buena sino porque los impuestos deberían ser tan bajos y ser tan sencillos y tan transparentes que no haya margen para inventarse nada. Hoy la optimización fiscal es una herramienta de resistencia frente a la tributación pero, en la medida que no haga falta resistirnos o haga falta hacerlo mucho menos, debería tender a desaparecer. En segundo lugar, que sea transparente y que sea también simétrico. Eso es importante en el sentido de que, se forme la coalición que se forme, no se pueda influir el gravamen en una dirección en la que unos salgan ganando y otros salgan perdiendo. Sería el caso, por ejemplo, de los impuestos proporcionales. Ahí, aunque la gente con menos renta se coaligue y diga: “vamos a subir los impuestos a los ricos”, como es un tipo único para todos, si subes los impuestos a los ricos también los subes para ti. Por tanto el incentivo a que otros paguen más a tu costa es bastante más bajo. En cambio, en los impuestos progresivos claramente no son simétricos y, por tanto, se pueden coaligar para que paguen más los más ricos. Eso es lo que habría que evitar en cualquier caso.

P: Propones la privatización y desregulación total del sistema público actual educativo, ¿qué evidencia empírica hay de que el sector privado ofrecería el servicio de forma más eficiente y a menor coste? Y ¿qué otras ventajas comporta privatizar la educación, aparte de esa mejora en la relación calidad-precio?

R: Como evidencia empírica de que lo ofrecería a menor coste tenemos el caso de España. Ha muchos más pero no hace falta irse mas lejos, según los datos del propio Instituto Nacional de Estadística y Eurostat. La educación privada hoy, que no desregulada sino privada, cuesta la mitad que la pública en nuestro país.

P: Trescientos euros por alumno al mes versus seiscientos, ¿no?

R: Aproximadamente, sí. Aunque depende del nivel educativo y demás, pero sí. Estamos hablando en general, de ocho mil euros anuales frente a cuatro mil, más o menos. Evidencia la hay. Tenemos evidencia histórica de que Occidente se alfabetizó antes de la educación pública, sobre todo Francia e Inglaterra. También tenemos el ejemplo de los países del tercer mundo, en donde no llega el Estado o incluso donde llega, la educación la provee el sector privado. Hablando de beneficios, la educación en la actualidad la planifica, regula y controla en última instancia el Estado, con lo cual no tiene por qué ajustarse a las necesidades del usuario. Vemos fracasos escolares, vemos universitarios que no consiguen ocupar puestos conforme a su cualificación, por tanto que no están aprovechando su potencial de generación de riqueza y todo eso al final es porque lo que nos proporciona el Estado en materia de educación no se adapta a lo que necesitamos como sociedad.

P: ¿Por qué dices que la señalización de la educación es una externalidad negativa? y para los que no sepan de temas económicos ¿por qué es un disparate que el estado subvencione una externalidad negativa?

R: Quizás calificarlo de externalidad negativa sea excesivo porque una externalidad negativa por definición es un efecto adverso que no se ve reflejado en el precio. La señalización sí se refleja en el precio, en concreto en el precio más caro de la educación. Pero sí que creo que la idea de transmitir que es una externalidad negativa o un efecto negativo, que tiene consecuencias negativas sobre terceros -aunque sea vía precios- sí es relevante. La señalización se refiere al hecho de que una persona estudie y acredite una serie de disciplina, de conocimiento, una diferenciación o una capacidad de diferencia frente a terceros que le permita acceder más fácilmente a un puesto de trabajo o conseguir mejores condiciones laborales. Señalizar es importante en todos los ámbitos de la vida y no es algo que debamos criticar ni oponernos, pero hay que tener en cuenta que cuanto más gente señaliza más cara sale la señal. En la señalización en la educación, el hecho de que todo el mundo tenga un título obviamente resta potencia de señalización a ese título. Esto es un problema que puede tener también un mercado libre educativo y que da igual que sea público o privado porque es un componente de vida en sociedad. Por poner un ejemplo, si todo el mundo vamos con un Ferrari por la calle, los Ferrari ya no son un signo distintivo de nada. O cuando todo el mundo tiene iPhones, pues ya tener uno puede ser útil pero no señaliza nada. Ese efecto dilutivo de la señalización en un sector donde señalizar sea útil, donde no sea simplemente ostentación pura y dura sino que cumpla una función de transmisión de información, puede tener repercusiones negativas. No hay una solución perfecta pero la mejor solución que conocemos es tratar de buscar otros mecanismos de señalización mas baratos, que las señales transmitan al menos conocimientos que sean útiles y no que sean meramente señales vacías de contenido, etc. Pero siendo ésas las ventajas o las maneras de solventar el problema, lo que no tiene sentido es que el Estado subvencione el que la gente pueda comprar a términos absolutamente asequibles la señal sin que haya nada detrás de la señal porque entonces lo que tienes es subvencionar externalidades negativas que impiden que aparezcan nuevos mecanismos de señal porque estás externalizando el coste sobre terceros básicamente y no tienes incentivos para buscar señales más baratas.

P: ¿Qué modelos de educación alternativa crees que triunfarían en un modelo de competencia libre y desregulada?

R: No se sabe. De hecho, parte del encanto que tiene una educación libre es ver qué sale. Sí sabemos que se han descubierto nuevos modelos de educación y podemos pensar perfectamente otros planes de estudio distintos al que nos impone centralizadamente el Estado para todos. Y probablemente veríamos florecer nuevos modelos de enseñanza ya sean el homescholing, que sería quizás también el más radical con respecto al sistema actual; el flexischoling, que es una combinación más intermedia; y luego, ya incluso dentro de las aulas, dentro de la escolarización tendríamos dos métodos, como por ejemplo Montessori, Waldorf, etc. ¿Tenemos certeza de que son mejores? Hombre, hay ciertos indicios que nos llevan a pensar que algunos son mejores que otros pero, aun así, no me atrevo a calificar que sean certezas universales que quepa imponer a todo el mundo en aras del bienestar global. Por eso lo ideal en educación, y en cualquier otro ámbito, es permitir que se experimente y que quien sea más conservador se quede con métodos de probada solvencia, aunque quizás sean menos exitosos potencialmente que otros y que aquellos que quieran asumir algo de riesgo mayor puedan atreverse a lanzarse a opciones educativas más innovadoras; innovadoras, que a lo mejor tienen cien años, pero innovadoras al fin y al cabo porque el sistema público es el que nos ha fosilizado en una educación del siglo XIX.

P: El modelo sanitario americano se pone siempre como ejemplo de la alternativa privada y de lo nefasto que resulta una sanidad privada. ¿Por qué esto no es así?

R: Lo primero, y es un dato que me sorprende que mucha gente no sepa, Estados Unidos gasta más en sanidad, ya no en términos absolutos sino como porcentaje del PIB, que España. Por tanto, decir que en Estados Unidos no hay sanidad pública es falso: hay una sanidad publica en cuanto a gastos más importante que en España.

P: ¿Sobre todo a través de Medicare y Medicaid?

R: Eso es. Da igual que el hospital no sea público, lo que pasa es que el gasto al final esta socializado a través del Estado. Los programas públicos de Medicare y Medicaid son aproximadamente el 45% de todo el gasto sanitario de Estados Unidos. Luego hay otro 45% que, si bien podríamos tildar de gasto privado, es un privado con características perversas que es el gasto a través del seguro. Los seguros son importantes, sobre todo en sanidad. En el libro se explica claramente en qué sentido los seguros son útiles y dónde deberíamos esperar que prosperaran, etc. Pero lo que sucede en Estados Unidos es que, a través de incentivos fiscales perversos – quizás bienintencionados al principio-se ha incentivado que todo el gasto sanitario no público se canalice a través de seguros contratados por el empresario y no por el trabajador. Eso no pasa en ningún otro ámbito y es muy raro que el empresario nos pague el seguro del hogar, el seguro contra incendios, el seguro del automóvil etc. Ese tipo de cosas no pasan salvo excepciones muy concretas y probablemente porque esa empresa tenga algún tipo de comisión de que la aseguradora coloque seguros a través de la empresa pero en general no pasa y no es normal que suceda. En Estados Unidos sucede básicamente porque si tú gastas en sanidad fuera del circuito del seguro contratado por el empresario, te sale el doble de caro con lo cual todo el gasto sanitario privado se intenta canalizar a través de seguro. ¿Qué pasa con el gasto de sanidad canalizado a través de seguro? Que es un gasto que tú puedes canalizar a terceros. Por tanto, tú no tienes ningún incentivo a racionar ese gasto y básicamente lo que sucede en Estados Unidos es que de cada diez dólares que se gastan en sanidad, ya sea a través de aseguradoras o a través del sector público, son gastos que tú puedes hacer que paguen otros por ti. Con lo cual tu incentivo es hiperapalancarte, digámoslo así. En gasto sanitario pagas 1 y gastas 10 pues eso es lo que sucede pero claro, si todos hacen lo mismo, el gasto total se dispara.

P: ¿Cuál es la propuesta de Clayton Christensen de los modelos de hospital?

R: La propuesta de Christensen -profersor en Harvard y probablemente el economista más prestigioso en tema de organización empresarial del mundo actualmente- es una propuesta compleja pero es una propuesta muy interesante. No sólo se refiere a hospitales sino también a la organización del sistema sanitario, de la profesión médica, por ejemplo. Christensen lo que reclama es que haya una disrupción en el modelo hospitalario, entre otras cosas. Disrupción en el sentido de separar el modelo hospitalario en dos o tres funciones que actualmente están concentradas en hospitales y que, por tanto, no permiten una organización del hospital eficiente. Básicamente propone separar lo que serían casas de análisis, que se dediquen a estudiar enfermedades de pacientes que no tengan un tratamiento estandarizado, de lo que vendrían a ser hospitales tipo “cadenas de montaje”, dicho un poco a lo bruto, que es básicamente aquellos tratamientos que estén efectivamente estandarizados y que se le pueda dar un tratamiento automatizado con una presencia de capital físico mucho más que de capital humano. En estos últimos, el precio ya sería un precio cerrado de antemano porque ya sabes perfectamente cuál va a ser tu estructura de costes. De esta forma no tendrías un precio pactado a tarifas, como es el caso de las casas de análisis. En el modelo actual se mezcla todo, tenemos la misma estructura para enfermedades que están estandarizadas que para enfermedades cuyo tratamiento no está estandarizado.

P: No es eficiente, ¿verdad?

R: Claro. Pero lo relevante del caso de Christensen, que a mi juicio es una propuesta muy novedosa e interesante y que en algunas partes de la India se ha aplicado en un entorno de libertad logrando rebajas del coste de ciertos tratamientos, con calidad equiparable a la occidental, del 95%, lo que ilustra es la importancia de la experimentación en materia sanitaria. No experimentar en temas de avances médicos, que también ahí la experimentación es básica y si no la hubiera no tendríamos nuevos descubrimientos de fármacos, sino experimentación en modelos de negocio, en modelos de organización de los factores. Eso es lo que falta en la sanidad publica porque el burócrata sólo tiende a reproducir lo que supuestamente sabe, pero hace falta que haya gente que proponga nuevos modelos de negocio y que la gente pueda validar o rechazar esos modelos de negocio. Y eso sin privatizar la sanidad es imposible que surja.

P: ¿Qué solución ofrecería el libre mercado a un padre que tiene un hijo con una enfermedad de las catalogadas raras?

R: El libre mercado puede ofrecer las soluciones que puede ofrecer. Si la amplitud de tu mercado es una aldea de veite personas y ahí tienes una enfermedad que sufre un niño de cada de cada millón, es evidente que no te va a ofrecer ninguna. Ninguna es que el padre lo pague. No hay otra y aunque crees un estado en la aldea no vas a poder redistribuir suficiente renta para cubrir esa enfermedad. Con Estados más amplios, ya las zonas grises van incrementándose y puedes tener enfermedades donde el mercado a lo mejor no te las cubriría porque sigue siendo muy raro, pero como tienes mucha población a lo mejor redistribuyendo la renta entre muchos podría dar soluciones a ese padre. Ahí entiendo que el Estado podría tener un papel si no lo tiene la asistencia social -que yo creo que lo tendría- a la hora de ayudar a estas personas, que por definición son muy pocas. Ahora, ¿cuál es la solución razonable de un libre mercado? Si tuviéramos un libre mercado mundial, por raras que fueran la masa critica sería sustancialmente grande. Y si es sustancialmente grande, ya puedes tener investigación orientada a tratar el caso.

P: ¿Y para aquellos padres que no tengas enfermedades raras pero sí crónicas?

R: Yo creo que se suele producir una confusión entre que una persona pueda tener una obligación con respecto a otra y entre que el Estado tenga el monopolio para detectar esa obligación y para imponer esa obligación. Yo creo que hay ciertas obligaciones que integran o que derivan de ciertas responsabilidades. Y en este caso, la patria potestad no sólo incluye la obligación de alimentar a tu hijo, es decir, de no matarle de hambre. No sólo podemos pensar que incluye la obligación más que razonable de proporcionar una cierta educación a tu hijo. No estoy diciendo que incluya la obligación de proporcionar educación universitaria ni siquiera de escolarizar porque tendrías la obligación de enseñarle a leer y a escribir, aunque fuera en tu casa. Es decir, es más una obligación de resultados que de medios y de resultados tampoco omnicomprensivos, pero sí ciertos resultados básicos y razonables y a mi juicio también integra la obligación de evitar que tu hijo sea presa de ciertas enfermedades. Si tú como padre no tienes capital suficiente para cubrirle cualesquiera enfermedades que le puedan surgir a tu hijo, entiendo que tienes la obligación de contratar un seguro para tu hijo. Eso no significa, primero, que tengas la obligación de contratarte un seguro para ti. Tú eres mayorcito para saber si quieres tener un seguro o no. Pero tu hijo no es mayorcito para poder decidir si quiere tener un seguro o no. Por lo tanto, parece razonable pensar que sí querría, es decir que no querría experimentar riesgos de los que él no se puede proteger de momento. Tampoco significa que haya que pagarle el seguro indefinidamente. Significa simplemente que mientras él no esté emancipado, parece razonable pagárselo. Tampoco tiene por qué ser un seguro de máximos, puede ser un seguro socialmente razonable. ¿Quién decide qué es socialmente razonable o no? Pues ahí hay que ir a los tribunales y los tribunales en función de la equidad, de los usos, de la costumbre deciden y dan una respuesta que no puede ser una respuesta cerrada y universal porque es obvio que el seguro razonable hoy no es el seguro que podría serlo hace cien años ni el que será dentro de un siglo. Entonces, yo creo que el liberalismo puede perfectamente defender que existe una obligación paterna a asegurar a sus hijos, sin que eso implique sanidad pública ni sin que ello implique el gran debate dentro del Obamacare, que ha sido el mandato individual obligando a que todo americano se asegure, porque eso es tratar a todo americano como si fuera un niño. Los americanos y los ciudadanos en general, son mayorcitos para saber si quieren seguro o no. El problema es con los que no son mayorcitos para ello, que son los niños y ahí sí puede haberla. Ese seguro te permite preasegurar al hijo frente al riesgo de que en el futuro desarrolle una enfermedad y, por tanto, de que no tenga medios, ni siquiera para contratándose un seguro, cubrir esa enfermedad.

P: En “Una Revolución Liberal para España” planteas la existencia de una red asistencial para que nadie quede desamparado. ¿Cómo de costosa sería esta red y a qué porcentaje de la población podría llegar a cubrir?

R: Yo planteo tres niveles de asistencia. Un nivel es el ahorro propio, el patrimonio propio, seguros propios, etc. Es una especie de sofisticación financiera dirigida a protegerte frente a los riesgos, que es algo que todos deberíamos tratar de conseguir. Esto puede sonar muy frío pero yo creo que lo frío realmente es no preocuparnos por nuestra protección frente a la adversidad y confiar que tengan que ser otros los que nos protejan aunque nosotros nos comportemos irresponsablemente a la hora de adoptar una cierta diligencia a la hora de cubrirnos frente a riesgos. Obviamente es mucho mas cómodo no tener contratado un seguro que tenerlo contratado porque te permite irte a cenar a lo mejor dos o tres veces al mes más que si no lo tienes pero no es responsable no tenerlo contratado y esperar que si pasa algo el resto te lo pague. Por tanto, un mínimo de gestión financiera adecuada para cubrirte frente a riesgos debería haber. Un segundo nivel es el de cubrir aquellos riesgos que tú no puedas ni siquiera reducir o que quizás no te sea ni siquiera imputable que los hayas padecido. Probablemente en España mucha gente no tenga contratado un seguro contra terremotos porque no parece un riesgo que sea muy acusado para tenerlo contratado pero eso no significa que si hubiese algún terremoto y lo perdieses todo, te tengas que quedar desamparado. Ahí puede haber simplemente una red social voluntaria que, a través de sociedades de ayuda mutua de mutualidades amplias, te intenten cubrir frente a ese riesgo. No es un seguro porque no utiliza técnicas actuariales pero sí es una red en la que, pase lo que pase, si tenemos medios te intentaremos cubrir. Y el tercer nivel podemos considerarlo para aquellas personas que, ni se han sofisticado financieramente ni están insertas en esas redes sociales de ayuda mutua. Ahí ya entra gente que directamente es irresponsable, o incluso gente que tenía un patrimonio y lo pierde, jugando en el casino, por ejemplo. Pero parece lógico que el Estado no les deje morir de hambre básicamente. En este caso distinguiría dos situaciones: una en la que les sea imputable su situación y otra que, no siéndoles del todo imputable pero en parte sí, en la medida en que no tenían seguros contratados. Pero bueno, no siempre puedes tenerlo. En algunos casos pueden ser niños que quedan huérfanos, cónyuges que no eran conscientes de la gestión patrimonial que estaba llevando su pareja, personas con discapacidad que a lo mejor quedan mucho más incapacitados que el seguro que tenían contratado, etc. Todo eso se puede contratar y que el Estado lo cubra a través de impuestos. Pero si uno empieza a sacar cifras del porcentaje de la población que ya hoy está en esa situación o que previsiblemente podría estarlo, uno se da cuenta de que para eso no se necesitan mas de dos o a lo sumo tres puntos del PIB. En gran medida, esos puntos los podría proporcionar el sector privado. En Estados Unidos sólo la caridad, ya no hablo de redes de asistencia mutua recíprocas sino de caridad unilateral pura y dura, ya representa el 2% por ciento del PIB. Pero aun asumiendo que fuera el 1% -que eso casi es norma en cualquier país occidental-, con el Estado superlativo que tenemos hoy como mucho necesitarías 2% de gasto público. Dos puntos no son cincuenta puntos, son dos. Entonces, lo que no tiene sentido es lo que hace mucha gente y es por ese 2% justificar el 50%.

P: Según explicas en tu libro, la principal ventaja de privatizar el medio ambiente es que todo tendría un propietario pero hablas de una propiedad que no todo el mundo conoce, que es la comunal. ¿Por qué la propiedad comunal es una buena alternativa en temas de medio ambiente?

R: Sí, la propiedad individual está muy bien cuando las consecuencias de tu acción quedan dentro de la propiedad individual o cuando traspasas la propiedad individual de manera consensual, es decir, a través de contratos y por tanto todos los efectos quedan internalizados entre partes. Lamentablemente eso no siempre es posible y hay veces en que por necesidad existen externalidades que afectan a gente que no está directamente vinculada con tu actividad o que no ha aceptado estar vinculado con tu actividad. De lo que se trata es de que cuando surjan esas externalidades se internalicen, es decir, que si tú contaminas a un tercero y no tienes derecho a contaminar a un tercero, el tercero te pueda decir que dejes de contaminar. O negociar. A lo mejor acepta que le sigas contaminando pero a cambio de que le pagues una renta que le permite dejar de trabajar, por ejemplo. Eso es un intercambio: yo sufro un daño, yo tengo derecho a no sufrir daño, a que dejes de actuar o a venderte mi derecho a sufrir el daño. Eso está muy bien (es el famoso teorema de Coase) siempre y cuando los costes de negociación o de transacción (en el sentido más amplio) sean muy bajos. El problema surge cuando una acción afecta a comunidades enteras, a multitud de propietarios. Esta solución ya no sirve porque necesitas algún tipo de asociación mancomunada para negociar por tu parte. No sólo cuando afecta a una multitud de propietarios sino cuando además las acciones que tú realizas no tienen una relación causa efecto muy clara. Cuando no hay una vinculación muy clara entre acción individual y resultados colectivos es muy difícil ponerse a negociar porque uno puede decir: “Si yo sólo he arrancado esta ramita de un árbol, ¿por qué me atribuyes que se han extinguido todas las liebres de este bosque?” Eso es muy difícil de relacionar. En esos casos en los que, o bien las externalidades son muchísimas o bien aunque sean pocas no queda claro qué causa qué, tiene sentido que aparezca un tipo de propiedad que se llama propiedad comunal, donde hay una especie de gobierno privado centralizado en todo el ámbito de la propiedad privada con externalidades múltiples, que de alguna manera determina qué se puede hacer o qué no se puede hacer. El caso paradigmático de sistema caótico es un ecosistema. En los ecosistemas como bosques ríos, caladeros pesqueros, etc., parece lógico que imperen sistemas de propiedad comunal. De hecho, tan lógico parece que si uno se pone a estudiar esos ecosistemas por el mundo se encuentra regímenes de propiedad comunal que funcionan muy bien. La clave del asunto es que la propiedad comunal es propiedad privada, que creo que muchas veces se confunde. Es propiedad privada porque tú puedes excluir a la gente que no es comunero y es ventajosa y es beneficiosa y es provechosa en la medida en que es propiedad privada. Una propiedad comunal universal, es decir, donde nadie se excluyera a nadie no funcionaría. De hecho, hay estudios de campo en la materia que le han valido el Premio Nobel de Economía aElinor Ostrom, por ejemplo. Lo que ella intentó es de alguna manera extraer inductivamente cuales son las normas que han imperado en aquellos sistemas de propiedad comunal que son funcionales y que permiten una conservación razonable del medio ambiente y lo que no se encuentra en ningún caso es que haya un acceso irrestricto al consumo y al abuso de ese medio ambiente. Por tanto, hace falta delimitar no sólo internamente sino también externamente quién puede usar y quién no y eso se consigue con propiedad privada.

P: Planteas privatizar las playas ¿a quién le compraría el comprador esa propiedad, esa playa? Y, ¿cómo se solucionaría una catástrofe como la del Prestige si la playa fuese privada?

R: Bueno, la playa tiene propietarios. Hoy en día yo creo que tiene propietarios y es quienes la han venido usando. Probablemente, la manera más razonable de hacerlo sería asignar propiedad sobre las playas a los vecinos del municipio o incluso los que habitan más cercanamente a la playa. Lo que pasa es que como un municipio se puede pensar que en general todo él lo ha estado utilizando y como es muy difícil delimitar exactamente quién la ha usado, cuándo y en qué medida, pues una solución razonable (al menos para empezar) es que la propiedad la ostenten el municipio costero y eso ya te da derechos de propiedad. Y que te dé derechos de propiedad significa que si sucediera alguna catástrofe como la del Prestige sería a los propietarios damnificados a quienes habría que indemnizar e indemnizarles mucho. Quienes padecieron el daño del Prestige fueron ciertas aldeas gallegas como Muxía, O Grove, etc., y al final parecía que el daño era a toda la nación, cuando en realidad el daño estaba muy localizado. Lo que es absurdo también es que, como es un daño localizado, luego el gobierno diga: “pues vamos a indemnizar con dinero de los españoles a esta gente que ha padecido un daño”, cuando ya me dirás tú qué culpa tienen en la catástrofe del Prestige los españoles. Lo lógico sería que la petrolera les indemnizara por el daño causado pero no el conjunto de los españoles. Por tanto, la propiedad privada comunal te permitiría negociar y reclamar indemnizaciones mucho mas localizadas.

P: El mercado eléctrico español es uno de los mas intervenidos de toda la economía, según explicas en “Una Revolución Liberal para España”. Comenta el desastre que ha generado el monopolio estatal, que ha provocado un encarecimiento en el precio de la energía y una sobrecapacidad instalada gigantesca.

R: Aunque se suele pensar que el sistema que tenemos es un sistema privado, no lo es. Privado es porque se ha privatizado, la propiedad es privada. Lo que pasa es que la propiedad privada obviamente no es sólo que el propietario sea privado y perciba una renta sino que tenga capacidad de gestión en un entorno consensual. Entonces claro, el sistema eléctrico español desregulado no es. Luego una parte muy importante del sector sigue siendo pública, como es sobre todo el transporte eléctrico. La empresa Red Eléctrica Española sigue estando ocupada por la Sociedad Española de Participaciones Industriales, y por tanto es público. Y aunque no lo fuera: la planificación de la red de distribución y de transporte es omnicomprensiva, no puedes hacer nada sin que no lo apruebe el Estado. Por lo tanto, en la práctica es una planificación centralizada. Incluso el propio Estado lo llama un sector regulado. Si el Estado a los sectores que están hiperregulados en la economía dice que están desregulados, imaginémonos un sector que el Estado diga que están regulados. Luego está la generación y la comercialización. La generación es cómo producir electricidad y ahí el problema es que, si uno lo calcula, el 85% de toda la electricidad que se genera hoy en España ha sido planificada directamente. Esta planificación tiene dos variante. En primer lugar, con planes nacionales de planificación antes de que se privatizara propiamente la electricidad. En segundo lugar, a partir de que se privatizó, se ha planificado con incentivos, primas de emisión, de generación muy importantes sobre ciertos tipos de centrales como son las renovables o las de cogeneración. Eso es una manera de planificar pero en lugar de ordenar que tenga que ser así, dices “os inundo con dinero para que sea así”. Pero al final es una manera de planificar: tú quieres que el mercado haga una cosa y modificas los incentivos de mercado para que sea así. Entonces, si el 85% de toda la generación tiene un origen planificado directa o indirectamente, la generación claramente no es un mercado. Y luego, el mercado de la comercialización energética tampoco está privatizado porque al final, la función de la comercialización es dar precios realistas, precios de mercado que permitan


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