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En su última comparecencia el Presidente del ECB admitió que, sobre la base de la fuerte subida de los mercados y mejora en las condiciones de financiación, un mayor retraso en la recuperación del crédito a empresas y familias supondría un duro contratiempo. Y aludía a la necesidad de observar ya indicios de recuperación a final de año. Más claro ha sido el mensaje del FMI que en su último Informe de Estabilidad se enfoca precisamente en la falta de crédito pese a las condiciones monetarias expansivas actuales. En USA un consejero de la Fed se ha sincerado al admitir que en cada FOMC se debate sobre la efectividad de las medidas expansivas sobre la economía real. Y el Gobernador del Banco de España en su última comparecencia en el Congreso ha admitido de forma implícita que, pese a alcanzar su suelo, el producto crecerá en el futuro de forma lenta e inestable en un contexto de falta de crédito.

Como ven, la recuperación del crédito se ha convertido (y lo seguirá siendo) en la clave para las autoridades económicas. Vean que he dicho autoridades económicas y no sólo autoridades monetarias, ante las limitaciones de la política monetaria. Que las hay.

Cuando hablamos de revitalizar el crédito debemos considerar que los factores que lo limitan no tienen por qué ser uniformes por países y a lo largo del tiempo. En sí, hasta el momento son tres grandes obstáculos para que veamos una recuperación del crédito bancario:

1.      la elevada deuda acumulada en empresas y familias que dificulta una demanda solvente de financiación

2.      la incertidumbre y escasa visibilidad sobre las perspectivas a futuro

3.      el elevado apalancamiento de las entidades financieras o su nivel bajo de capitalización

¿Cómo revitalizar el crédito? Aun conociendo los problemas que lo lastran en estos momentos, responder a esta cuestión resulta muy complicado. En Europa pedimos menor supervisión y transparencia en la banca, fortalecer su balance, pero también le exigimos límites más estrictos en la liquidez, provisiones y capital. Naturalmente, al final es un complejo equilibrio entre los beneficios a corto plazo de forzar la concesión de créditos y los problemas a medio y largo plazo de los abusos que se puedan cometer (que se han cometido en los últimos veinte años) sobre el tema. Cuando hablamos de empresas y familias, facilitar los ajustes de deuda parece más que apropiado para que vuelva el crédito solvente. Pero, ¿realmente lo es mientras no se eliminen las rigideces estructurales o se tomen medidas para aumentar el crecimiento potencial?. Es interesante en este sentido el debate actual en Europa, liderado por UK, sobre la recuperación de los precios de la vivienda. Con precios aún por encima de niveles promedio históricos en términos de renta y alquileres, los precios de la vivienda comienzan a dar señales de recuperación en un contexto de elevada deuda familiar y bancaria. ¿Tiene sentido? Sin duda, es positivo para la recuperación económica y la mejora del crédito a vivienda. Pero, como también ocurre en UK, el crédito empresarial sigue lastrado con la banca primando por el momento el crédito al sector público y el residencial.

Y es que, en el fondo, lo que debe primar es la estabilidad financiera. Pero esto no es fácil de considerar en un entorno de recesión, deterioro del empleo y continua presión social y política para que vuelva la recuperación. La recuperación, sea temporal, cíclica o sostenida, se convierte en el objetivo prioritario en estos momentos. Sin valorar que forzarla a corto plazo significa, en muchos casos, hipotecarla a futuro. Pero admito que todo esto suena a pesimista en un entorno de mercados financieros que van tan rápido como en la actualidad. Especulación positiva, frente  a la negativa de un año y medio atrás. Pero, al final, especulación.

 


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