En ocasiones publicamos en estas páginas artículos no realizados con el mundo de los mercados y las finanzas. En la mayoría de los casos son análisis sociales, o de la ciencia del comportamiento, dos temas que me apasionan. Recientemente cayó en mis manos un pequeño artículo del especialista político y social Kevin Drum, que iniciaba con la siguiente afirmación: “Cuando leí la noticia de que Nueva Zelanda dará prioridad a la felicidad, bienestar y satisfacción con la vida sobre el crecimiento económico, me hizo reflexionar profundamente. Después decidí buscar información sobre la materia y encontré el siguiente gráfico”:
En cada país, la estimación promedio de la felicidad es mucho más baja que la felicidad real reportada. ¡En todos los países! En los EE. UU., el 90% de las personas dicen estar felices, pero la estimación promedio es que solo el 50 por ciento de las personas dicen que son felices. Esto es porque:
¿Somos realmente malos para estimar la felicidad de los demás?
Suponemos implícitamente que las personas pobres deben ser infelices y que hay muchas personas pobres.
¿Las personas mienten mucho (o se engañan) sobre lo felices que son cuando los encuestadores preguntan?
Mi conjetura es que es mucho de la (a) y un poco de la (c).