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¿Estamos sobreestimando el poder de los bancos centrales?

por JC Castillo Hace 10 años
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Los libros de historia están repletos de nombres e instituciones que aspiraron y ejercieron posiciones de supremacía que luego estrellaron su nariz contra la pared. En la mayoría de los casos la “hubris” – es la sensación de invencibilidad alimentada por un poder no desafiado por terceros- fue su manera de ver y actuar en la vida. En otros casos tanto la subida como la posterior caída del poder fueron causadas por las falsas expectativas, injustificadas, de quienes rodeaban al tomador de decisión.

En los últimos cinco años, los bancos centrales de las economías avanzadas asumieron un rol cuasi dominante en la toma y posterior implementación de políticas económicas. En 2008, los bancos centrales fueron llamados, como un cuerpo de bomberos a un incendio forestal, para corregir la disfunción de los mercados financieros antes que arrastrase al mundo a la Segunda Gran Recesión. Los posteriores cinco años al 2008, han tomado, adquirido, mayor responsabilidad en la entrega de una lista, creciente, de resultados económicos y financieros.

Mi hipótesis es que a mayor asignación de responsabilidades mayores son y serán las expectativas sobre lo que pueden conseguir. Recordemos que hoy en día la mayoría de los bancos centrales luego de la reunión del G-20 comparten los siguientes objetivos: proveer mayor estabilidad financiera, velocidad en el crecimiento económico y creación de empleo. Lo interesante es que antes los gobiernos resentían del rol de los bancos centrales y hoy están felices de tenerlos cerca para que compensen las consecuencias de sus propias malas decisiones en materia de política económica y riña por los votos para la próxima campaña.

Seamos claros: esto nos está llevando a que los políticos sigan actuando con mal comportamiento, porque saben que debajo hay una red de contención gratuita que se llama “banco central”. Y esto ocurre no solo en Estados Unidos, también en Argentina, Japón, Reino Unido y Brasil.

Pienso que los bancos centrales nunca quisieron llegar a esta posición de tanto poder, sino que llegaron allí porque en la fase temprana de la crisis las alternativas esbozadas desde la política demandaban mayores esfuerzos y dolores a una sociedad desmotivada, enojada y extraviada de su rumbo natural. De hecho, Bernanke nunca pidió públicamente mayor poder al Congreso sino fue su deber moral lo que lo llevó a tomar nuevas responsabilidades y un mayor protagonismo público. (Sin dudas hoy los Presidentes de cualquier banco central son fichados como jugadores de fútbol, si no me cree busque en Google el fichaje del Banco de Inglaterra con Mark Carney (canadiense), la cantidad de fotos que Obama se tomó con Yellen, casi una Madonna, y los honores que recibió el gobernador del Banco de Japón (Shirakawa)).

Mientras los otros organismos del gobierno estaban enfrascados en una polarización interna y regional, los bancos centrales tuvieron, o se obligaron, a actuar con mayor autonomía y relativa independencia política. En intermezzo de esta crisis le dieron tiempo al mundo político para que arreglen sus diferencias. Pero como todavía esto no llegó se ven forzados a seguir regalándoles tiempo a costa de mayores funciones y nuevas políticas monetarias.

Sin embargo, los mismos bancos centrales advirtieron públicamente que su habilidad para compensar los errores de los otros no es infinita y tiene costos asociados. Bernanke o Draghi sin dudas sabían que estaban jugando con herramientas monetarias imperfectas y sin casos testigo en la historia económica y que cuanto mayor sea el tiempo sobre el cual los bancos centrales tuviesen que trabajar en su nuevo rol de proveer estabilidad financiera, velocidad en el crecimiento económico y en la creación de empleos mayores serán o serían los daños colaterales.

El problema aquí es que el sector político parece no estar oyendo y mucho menos preparándose para los límites y las consecuencias que pueden aparecer por la efectividad monetaria de las políticas no convencionales aplicadas por los bancos centrales.

En concreto, el mundo político argentino, americano y europeo no aprovecharon los “put gratis” que sus propias reservas federales les regalaron. Según los hechos de estos últimos meses vemos que prefirieron dormir la siesta y contar al público otra realidad.

En los Estados Unidos por quinto año consecutivo, el Congreso tiene que aprobar una ley para tener un presupuesto. Algo ilógico. En la zona del euro, la integración fiscal y las iniciativas para activar el crecimiento están estancadas desde hace un tempo y parecen imposibles ante la negativa alemana, todo esto fue posible gracias a que el Banco Central Europeo planchó el miedo de los inversores. Lo mismo ocurre en Japón, en donde ocurrió un cambio de gobierno (evento muy raro en ése país) que presionó al banco central japonés para superar cuantitativamente a la Reserva Federal. En Argentina se llevó una emisión monetaria histórica (para el tamaño de nuestra economía) para financiar una expectativa de crecimiento y a los déficits generados por los mismos políticos y les dio tiempo para rehacer la política económica y conseguir inversiones en los sectores claves.

Ahora bien, los mercados fueron complacientes con todo esto que ocurría y ocurre. Gracias a este put gratuito los inversores aceptaron invertir en economías con políticas monetarias hiper expansivas con polarización o disfunción política interna. El resultado es que se toman mayores riesgos que lo que puede respaldar los fundamentales del país, y esto tiene un sentido cuando se lo analiza desde la mirada de un banco de inversión.

Ellos tienen que presentar resultados mejores a los anteriores cada trimestre, con lo cual si en EE.UU la YTM de un bono soberano es menor a uno y la YTM de un bono portugués es mayor a siete claramente voy a invertir estacionarme allí por unos meses y quizás después haga un unwinding de la posición. Si el precio de los bonos portugueses bajaba demasiado, el ECB daría una liquidez adecuada para salir ileso de las pérdidas de capital.

Por el contrario la mayoría de las empresas del S&P 500 no invirtieron más en CAPEX que antes de la crisis. Esto nos quiere decir que no confían en la sustentabilidad de esta política monetaria en el largo plazo.

Conclusión. Por un lado, los problemas desaparecerían si la política no convencional tiene éxito. Pero la realidad es que un banco central no puede hacerlo solo. Estas políticas necesitan un suplemento desde la política local y regional en el caso europeo. Esto implica cambiar el paradigma por el cual los políticos se mueven (cazar votos para la próxima elección) por otro más cooperativo y pensando en las ganancias a largo plazo. Por otro lado, la credibilidad y reputación de los bancos centrales está en manos de los políticos de turno…

La reflexión final es: ¿estamos dispuestos a que los bancos centrales pierdan ésos únicos activos que influyen en el comportamiento de las personas y tanto les costó obtener?

 

por Javier Frachi

Maestría en Finanzas UTDT, 2012


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