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El héroe es Snowden, no Falciani

por Laissez Faire Hace 9 años
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Edward Snowden es un héroe por un simple motivo: se ha enfrentado al Estado más poderoso del planeta para defender las libertades de todos los ciudadanos. Sus certeras denuncias contra el espionaje masivo que venía realizando la NSA estadounidense han servido para poner de manifiesto lo que muchos temían pero carecían de pruebas para demostrar: que el pretexto de la hiperseguridad ha terminado asfixiando la privacidad ciudadana, convirtiendo al país que fue el faro de las libertades de Occidente en un Estado policial incontrolado.

Si alguna enseñanza deberíamos haber extraído del caso Snowden es que, con tal de combatir a los potenciales delincuentes, no puede criminalizarse al conjunto de la población. Del mismo modo que sería un disparate abolir la presunción de inocencia y establecer una presunción de culpabilidad para evitar que algún culpable escape de la justicia, o del mismo modo que sería un despropósito permitir la entrada irrestricta en nuestros domicilios de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, el espionaje global e indiscriminado protagonizado por la NSA constituía un inadmisible ataque a nuestras libertades que siempre deberemos agradecerle a Snowden que haya denunciado aun a costa de renunciar a la suya.

Extrañamente, muchas de las personas que entendieron correctamente por qué Snowden era un héroe y por qué la NSA era una villana son los mismos que ahora elevan a los altares a Hervé Falciani por el hecho de comportarse exactamente igual que la NSA, a saber, por atentar contra la privacidad de decenas de miles de personas al entregar información económica de carácter personal a diversos gobiernos nacionales. El mismo espionaje gubernamental que nos parecía ilegítimo en el caso de la NSA, les resulta a muchos absolutamente loable cuando se trata de establecer un orwelliano espionaje sobre los nunca suficientemente sospechoso ricos.

A la postre, mientras Snowden levantó el velo de un indubitado espionaje gubernamental, Falciani se ha limitado a filtrar los datos privados de 130.000 personas que, a su juicio, podrían haber evadido impuestos. Como la NSA, la ilícita captación de datos adopta un carácter preventivo: no se ha seguido procedimiento judicial alguno para requerir datos de ciudadanos particulares sobre los que existan indicios razonables de delito. No: Falciani ha actuado como un justiciero cazarrecompensas poniendo en marcha el ventilador de basura sobre todos aquellos que él consideraba presuntos culpables.

Porque, sí, a buen seguro terminaremos encontrando entre los nombres desvelados por Falciani no sólo a ciudadanos honrados —como empresarios, deportistas, cantantes o actores— cuya única tacha habrá sido la de tratar de salvaguardar sus ahorros, sino también a millonarios con una fortuna más que dudosamente legítima —como políticos o banqueros privilegiados por el Estado— e incluso despreciables criminales y dictadores. Pero también el espionaje masivo de la NSA permitió evitar ataques terroristas en diversas ocasiones (más de 50, según su director) y ello, por sí solo, no sirve para justificar que se laminaran las libertades de decenas de millones de ciudadanos inocentes.

Acaso se pretenda justificar al injustificable Falciani alegando que la violación de la privacidad económica de una cuenta bancaria no tiene la misma trascendencia que el espionaje de la NSA. Pero, ¿qué diferencia existe entre que el gobierno estadounidense se meta en tu correo electrónico o en tus videoconferencias de Skype merced a PRISM y que el gobierno español acceda a tu cuenta bancaria o a tus conversaciones con tu banco merced el trabajo sucio de Falciani? Ninguna. De hecho, es perfectamente razonable que muchas personas consideren más sensible la información referente a sus posiciones y movimientos bancarios que las frívolas charlas que puedan mantener por WhatsApp.

Entonces, ¿qué vuelve la actuación de Falciani más legítima y procedente que las muy rechazables agresiones de la NSA? Nada, salvo que algunos consideran más legítimo restringir las libertades de los ciudadanos para combatir el fraude fiscal que para combatir el terrorismo. A tales niveles de fanatismo estatista hemos llegado: la insaciable voracidad del Fisco justifica mayores atropellos de las libertades que la prevención de atentados terroristas. Mejor que a Montoro no se le escape que un euro que que a Fernández Díaz no se le escape ningún terrorista.

En suma, Falciani representa todo aquello contra lo que Snowden luchó: la violación de la privacidad de los ciudadanos por parte de un informante del gobierno. El fin no justifica los medios: de ahí que Snowden merezca todo nuestro respeto y admiración por denunciar los liberticidas medios empleados por la NSA y de ahí que Falciani merezca toda nuestra reprobación por recurrir orgulloso a esos mismos medios liberticidas.


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