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El capitán Barbatriste y la conjura de los necios

por Vindicator Hace 10 años
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En una de sus acepciones, la Real Academia califica como necio a aquel que ejecuta las cosas con ignorancia, imprudencia o presunción. El Capitán Barbatriste regresó con los tercios de Flandes después de que se perdieran las últimas batallas. Para la Corona española, la independencia de Flandes representó una gran pérdida de prestigio. El mantenimiento económico de la guerra durante un periodo tan prolongado contribuyó en gran parte a provocar las sucesivas bancarrotas de la Corona española a lo largo de los siglos XVI y XVII, y al hundimiento de la economía de España.

A su llegada a la villa y corte, el Capitán se encontró que los validos se habían conjurado, y que querían “vender” la pérdida de Flandes como si de una victoria se tratara. Habíamos conservado el honor, nuestros tercios se habían comportado con hombría, y demás; pero lo cierto era que el pueblo llano vivía en la más absoluta precariedad, y sólo los aristócratas, banqueros y demás gente poderosa vivían bien (¿Les suena?).

Al margen de lo apuntado por la Real Academia, podríamos afirmar que necio es el que no ve más allá de lo que distinguen sus ojos, o de lo que él cree que ven sus ojos. Si la Bolsa sube porque entra un 40% de capital extranjero, o si el déficit comercial baja porque no tenemos dinero para importar, los necios se cuentan a sí mismos historias de que todo va bien y de que se va por el buen camino.

Sin embargo, los hechos nos dicen que la morosidad bancaria supera el 12% por primera vez en la historia reciente de nuestro país, que nos hemos instalado en los seis millones de parados, que la Deuda Pública va a llegar al 101% del PIB el año que viene, que las empresas llevan aguantando cinco años maquillando sus balances, escondiendo las pérdidas en el Activo en vez de en la Cuenta de Resultados, hasta que explotan porque ya no pueden más, como ha sido el caso de Pescanova, de Panrico o de Fagor; que los bancos esconden en sus balances créditos que nunca cobrarán, de empresas refinanciadas a las que dan oxígeno para no tener que provisionar su deuda, o dan recurrentemente préstamos a ayuntamientos que están en quiebra pero cuya no provisión ampara la legislación bancaria, ya que son Administraciones Públicas.

Eso, un necio no lo ve, porque no forma parte de la historia que se ha contado, ni quiere que le cuenten otra historia diferente de la que le han contado. Pero las cifras están ahí, y el endeudamiento de familias y empresas es el 300% del PIB, y no se va a poder pagar por muchos brotes verdes que vean en el Gobierno, que debe de estar formado mayoritariamente por daltónicos. En el año 2010, ante una leve mejoría dentro de la gravedad, la ministra Salgado acuñó el término de “brotes verdes” aplicado a la situación económica, y parece ser que creó escuela. Basta con que una sociedad extranjera compre un 6% de FCC, para que entonemos el “Bienvenido Mr. Marshall”, y se nos olvide cómo acababa la película del genial Berlanga. Basta con que se estime una ligerísima subida del 0,1% en el PIB para que se lancen las campanas al vuelo y se diga que se ha acabado la recesión. A lo mejor alguien debía decirle al Capitán Barbatriste que hemos tenido un trimestre excepcional de turismo, y que lógicamente el incremento del consumo “guiri” ha afectado de forma atípica a las cuentas; y ya de paso, le podían desestacionalizar las series de desempleo para mostrarle que se sigue destruyendo empleo, a pesar de las alharacas expresadas por alguno de sus acólitos.

Pero las conjuras son así; los conjurados asumen unos objetivos y todo lo demás no importa. De vez en cuando se asocian con otros colectivos para que se dé pábulo a sus razones; por ejemplo, con la oligarquía bancaria, tan próxima a la oligarquía política, aunque en este caso el banquero no es necio, sino muy listo, y le interesa airear el mensaje de los conjurados por sus propios intereses.

En fin, hoy como ayer, los necios se conjuran para proteger sus intereses, creyendo que el resto, o sea nosotros, somos los realmente necios, porque seguimos votándoles, y a lo mejor es verdad. Pero en el siglo XVII, si disentías te llamaban hereje y te ejecutaban en un acto de fe, y eso ahora no pueden hacerlo. Tiembla, Barbatriste, porque todos los conjurados seréis barridos por el tsunami de los votos el año que viene.


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