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La lateralidad de la bolsa

por Vindicator Hace 9 años
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Jesse Livermore fue un inversor al que podríamos calificar como un “genuino hombre de Bolsa”, que se declaró en quiebra en 1934, después de haber escapado a la crisis de 1929, pero que se puso alcista en 1930 y 1931 en contra de lo que habitualmente había hecho, y se suicidó en 1940. No obstante, merece la pena recordar una frase acuñada por él en relación con los mercados bursátiles: “Es absurdo intentar prever el siguiente gran movimiento, sea hacia arriba o hacia abajo. Lo que hay que hacer es observar el mercado para determinar los límites entre los cuales las cotizaciones carecen de significación precisa y decidir no participar hasta que las cotizaciones rompan los límites en una u otra dirección”.

Llevamos ya unos cuantos meses viendo como la Bolsa española se mueve entre los 10.000 y los 10.500 puntos de IBEX, aunque más cerca de este último que del primero. Este movimiento lateral se produjo después de una subida significativa de la Bolsa en los meses de septiembre y octubre de 2013, auspiciada por diferentes declaraciones institucionales y empresariales de que España ya había tocado fondo y que se iniciaba la “remontada”.

La observación del mercado que nos sugería Livermore nos llevaría a la conclusión de que debemos liquidar nuestras posiciones bursátiles y esperar “a ver qué pasa”, ya que esos límites a los que antes hemos hecho referencia, efectivamente carecen de significación precisa. Estar cinco meses encapsulados en 500 puntos de Ibex nos hace a algunos estar más mosqueados que un pavo en Nochebuena. ¿Y si la subida de 1.500 puntos que se produjo en el último cuatrimestre de 2013 no tuvo realmente el soporte macroeconómico necesario para mantener estos niveles?

La verdad es que la Bolsa no es un fenómeno previsible en términos científicos, puesto que depende de las circunstancias existentes en cada momento, de los acontecimientos políticos o económicos, de las diferentes situaciones de conflicto, de cómo se “explican” dichas situaciones a los inversores, del grado de liquidez que hay en cada momento, del coste de oportunidad de inversiones alternativas, de la política monetaria de los países y por tanto del nivel de los tipos de interés, del deseo de determinadas entidades de comprar otras pagando un sobreprecio, y en suma, del sentimiento positivo o negativo que puedan tener los inversores hacia determinados valores, hacia determinados países o hacia la Bolsa en general.

Para invertir en Bolsa, no existen técnicas milagrosas; sólo sentido común, criterio, diversificación de riesgos, intuición y… suerte. Al margen de ello, podemos afirmar también que la situación global del mercado, y las expectativas de los inversores, constituyen otros dos factores relevantes de cara a considerar el precio de las acciones bursátiles.

Siempre se ha dicho que la Bolsa descuenta en el precio todos los acontecimientos futuros, los conocidos y los que no conocemos. Pues bien, llevamos varios meses con algunos datos positivos, como es el crecimiento del PIB, la mejora de la competitividad (aunque sea a costa de pagar salarios vietnamitas a los trabajadores) o el incremento de las exportaciones (consecuencia directa de esa mejora de costes de producción y su traslado a los precios de venta del producto final). Sin embargo, en el primer trimestre de este año se destruyeron 185.000 puestos de trabajo (después de lo que llevábamos ya acumulado), la morosidad bancaria sigue superior al 13% (después de lo que se le ha traspasado al SAREB), el déficit comercial ha empeorado un 60% en marzo (debido a que las importaciones se han incrementado, aunque haya sido en tan solo un 7%), las estadísticas de empleo nos dicen que el 48% de las personas que tienen trabajo cobran tan solo 900 € al mes o menos (lo cual es un indicador de la ausencia de renta disponible para consumo y ahorro), y la Deuda Pública se aproxima al 100% sobre PIB (97% en la última medida).

Si cualquiera de nosotros fuera Jesse Livermore, ¿qué haría? Yo, desde luego, acabo de vender las acciones españolas que tenía en cartera, y he mantenido las europeas y las americanas. Mientras no tenga claro qué pasa con los límites de 10.500 y 10.000 en el IBEX, creo que es muy arriesgado mantener posiciones tanto alcistas como bajistas en la bolsa española. Me podré equivocar, pero ante la incertidumbre prefiero tener el dinero líquido en la cuenta. Como se dice en los mentideros bursátiles, “el último duro que se lo gane otro”.  

En cualquier actividad, lo importante son los resultados, y al final, ningún inversor o especulador bursátil puede decir que él nunca ha perdido. Todos hemos perdido, y todos hemos ganado, y lo que al final se intenta es que nuestras expectativas sean acertadas más veces que fallidas, con lo que entonces el saldo neto será positivo. Veremos qué pasa de aquí al verano.


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