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Draghi: "Haré lo que haya que hacer, y créanme, será suficiente"

¿Lo recuerdan? Fue una declaración del 26 de julio de 2012. En aquel momento la prima de riesgo española se mantenía en 600 p.b. y la rentabilidad del bono 10 años por encima del 7 %. Niveles de tipos que hacían insostenible la deuda. Una situación explosiva para España y muchos de los países de la Eurozona. Realmente lo que hizo el Presidente del ECB es lo que debe hacer un banco central: garantizar la supervivencia de su moneda. De hecho, la estabilidad financiera es una parte implícita en su mandato. El resto ya lo saben: ningún país quiebra en su moneda local si tiene al banco central a su lado.

Los comentarios de Draghi en julio y las decisiones del ECB en septiembre, especialmente la creación del OMT sirvieron sobre todo para que los inversores pasaran del pánico irracional al miedo racional. El resto, desde este miedo al optimismo y posterior euforia que hemos vivido en este último año y medio ha venido de la mano de tres factores: 1. los indicios de recuperación económica; 2. los avances en la integración europea; 3. las reformas a nivel nacional llevadas a cabo por los países. ¿Cuál ha sido el factor determinante de estos tres en el fuerte proceso de mejora de las primas de riesgo y de la financiación? Es francamente complicado determinarlo. De hecho, la declaración del ECB por si sola habría mejorado la situación pero finalmente para lograr lo conseguido tendría que haber aplicado el OMT. Por otro lado, el OMT era condicionado a reformas que finalmente han aplicado los gobiernos por si mismos. Con respecto a la integración europea, finalmente han quedado suficientes espacios en blanco que el mercado, siempre disciplinado, hubiera obligado a rellenar con nuevas tensiones. Y por último está el crecimiento: sin duda, la mejora en las perspectivas de crecimiento ha sido el factor clave para maximizar la importancia del resto. Y lo sigue siendo.

Visto en perspectiva, parece que hemos recorrido ya un largo camino desde que la Crisis del EUR (que no la económica, aunque ambas se interrelacionan) alcanzó su punto álgido. Pero apenas ha sido un año y medio. Y seis desde que comenzó la Gran Recesión. ¿Han finalizado las dos? Sin duda, hemos visto lo peor de ambas. Y en el caso de la crisis económica, ya discutimos un escenario de estancamiento y/o bajo crecimiento frente a la intermitente caída del producto anterior. Como ven, superado lo peor aún tenemos muchas dudas por resolver a la hora de pronosticar el futuro. Aunque, como subyace en los dos primeros párrafos de esta nota, donde las dudas son mínimas es en la propia supervivencia del Euro. Y aquí podemos decir que la historia de la Moneda Única de apenas 15 años ha pasado por dos periodos totalmente diferentes: más de la mitad dominados por la integración nominal y el resto de costosa integración real. Incluyo en esta última los avances conseguidos en integración fiscal y financiera. Hemos pasado de implantar una unión monetaria a crear de forma progresiva las condiciones para que sea sostenible (óptima). No, aún no ha finalizado el proceso.

La primera década de la existencia del EUR, bajo criterios nominales de entrada, fue un escenario propicio para acumular importantes desajustes y excesos en muchas economías: de competitividad, de deuda, de precios de activos. Pero, también es cierto, su ajuste posterior ha sido mucho más costoso precisamente por la imposibilidad de utilizar la moneda nacional para ganar competitividad de forma inmediata depreciándola. Por el contrario, el ajuste en competitividad conseguido a través de ajuste interno de costes (y empleo) puede ser muy saludable desde una perspectiva de medio y largo plazo pero siempre que sea seguido de una fuerte recuperación de la inversión productiva y del empleo perdido. ¿Qué falta? Podríamos hablar de más medidas desde el ECB que ayuden a mejorar y normalizar la financiación. Probablemente alguna se materializará esta próxima semana. Pero, sería mentirnos a nosotros mismos pensar que la solución a la Crisis del Euro y de deuda es monetaria. De hecho, las reformas nacionales y europeas siguen siendo imprescindibles. De otra forma, habremos salvado al EUR pero malviviremos dentro de él.


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