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La naturaleza nos da una sabia lección a los inversores

por Carlos Montero Hace 6 años
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Hace unos días leí el interesante caso de Christina Santhouse, una brillante patóloga lingüística, con una peculiaridad excepcional: Tiene sólo la mitad de su cerebro.

A la edad de 7 años a Christina se le diagnosticó encefalitis de Rasmussen, una rara afección neurológica caracterizada por confusiones frecuentes. Como resultado, se le recomendó que se sometiera a una hemisferectomía, en la que se eliminó la mitad de su cerebro mediante cirugía. Christina perdió la mayoría de sus habilidades motoras en el lado izquierdo de su cuerpo. A día de hoy, tiene una vida normal.

Esta historia le sirvió al analista Nick Maggiulli para hacer la siguiente reflexión:  

Los sistemas naturales son asombrosos para adaptarse al cambio y prosperar frente a la incertidumbre. La experiencia ha demostrado que aun perdiendo la mitad del cerebro, la otra mitad puede adaptarse para cubrir esa carencia.

El ser humano es asombroso, aunque podríamos vivir perfectamente con un solo riñón tenemos dos. El cerebro puede moldearse para cubrir la falta de un hemisferio. En resumen, los sistemas naturales dependen de la redundancia para aumentar las posibilidades de supervivencia. En otras palabras, la naturaleza tiene un truco en la manga: Un margen de seguridad.

Bien, pues este margen de seguridad también tiene que aplicarse para la supervivencia en los mercados financieros. ¿Cómo se consigue? Centrando la atención de cada operación fundamentalmente en una cosa: El precio.

Los grandes inversores de todos los tiempos han dado una vital importancia a este margen de seguridad, es decir, al precio en el que se abre cada operación. Incluso con una mala gestión de una empresa, o que sufre acontecimientos negativos imprevistos, o que el contexto general no le favorece, la inversión en ella puede ser rentable si elegimos bien el precio de entrada.

Recuerden las palabras de Warren Buffet cuando se refería a sus inversiones: “Encontrar un buen precio es mi principal obligación”

Pero esta opinión no es por una percepción intuitiva. Los estudios históricos la avalan. Según un estudio realizado por Dan Rasmussen, el 50% de las operaciones que se realizan pagando más de 10 veces Ebitda perdían dinero. Es más, en el conjunto de las operaciones el múltiplo monetario agregado era ligeramente superior a 1,0x, es decir, por cada dólar invertido se recuperaba un poco más de un dólar.

Podríamos pensar que el precio pagado es importante para el corto plazo, pero que a largo plazo perdería valor. Sin embargo, los datos muestran que incluso en el largo plazo los precios de entrada en una posición es un factor clave para el rendimiento total de la operación. Los datos realizados por Maggiulli muestran una clara relación inversa entre la valoración inicial, y las rentabilidades futuras. Como vemos en el gráfico adjunto, mayores valoraciones iniciales (precios pagados en la inversión más altos), implican mejores rendimientos futuros.

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Para resumir podríamos decir que para la rentabilidad futura de una operación no importa tanto el momento de la acción, o los datos coyunturales de la empresa, o el entorno en el que se mueve en el momento de la inversión, sino el precio al que se realiza dicha inversión. Ténganlo en cuenta.


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