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Sea supersticioso, le irá mejor en bolsa

por Carlos Montero Hace 10 años
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Permítanme contarles una breve historia de mi antigua labor profesional. Hace ya algunos años, más de los que estoy dispuesto a admitir, trabajaba como trader de derivados para un banco de inversión internacional.  Uno de mis compañeros, quizás el mejor trader con el que he trabajado en mi vida, antes del inicio de cada sesión, realizaba una serie de rituales muy llamativos.

Primero iba al baño y se lavaba profusamente cara y manos. Volvía a su mesa y colocaba el terminal del ordenador, la libreta de operaciones, los bolígrafos y algunos objetos personales, siempre de la misma manera. Luego daba tres golpecitos con los nudillos en la pantalla, y se levantaba ligeramente de su silla apoyado en sus brazos otras tres veces. Para finalizar giraba esa misma silla una vez, y terminaba el ritual suspirando. Rigurosamente cierto. Al principio era objeto de gran expectación en la sala de operaciones, pero nos acostumbramos y terminó incorporándose a la rutina de cada mañana.

Este operador de origen indio, era extremadamente supersticioso, y como las operaciones le iban bien, pues mantenía toda esa secuencia de actos independientemente que estuviera solo en la sala, o con el director general mirándole sorprendido. Tengo que admitir, que en más de una ocasión yo también golpee con mis nudillos tres veces a la pantalla, pero no vi ningún cambio significativo en el resultado de mis operaciones, por lo que dejé de hacerlo. Quizás tendría que haber intentado golpear solo dos veces.

Esta historia me vino a la mente el otro día leyendo el Wall Street Journal, que recogía en sus páginas el estudio del profesor de negocios de la Universidad de Columbia Gita Johar, y de Eric Hamerman, profesor asistente de marketing de la escuela de negocios Freeman de la Universidad de Tulane.

Estos profesores afirman que las “supersticiones condicionadas” se desarrollan cuando la gente cree que hay algo que puede incrementar el control sobre una situación, a pesar de que no exista un motivo racional para pensar así. Lo interesante del estudio es que tales supersticiones de la ilusión de control, pueden ayudar a las personas a encontrar la comodidad psicológica, y en algunos casos, incluso a aumentar el rendimiento.

El doctor Johar afirma que si bien este tipo de supersticiones pueden romperse, a menudo requieren mucha evidencia negativa antes de que la gente esté dispuesta a desprenderse de ellas. En alguna ocasión en que mi compañero tuvo un mal día de trading, nunca cuestionó la efectividad de su ritual, simplemente se encogía de hombros y expresaba lacónicamente “no es infalible y yo tampoco”.

Los profesores. Johar y Hamerman realizaron un experimento entre 275 participantes con el juego de piedra, papel o tijeras, en contra de un ordenador. Diez veces con la mano derecha y diez con la izquierda. Sin el conocimiento de los participantes, ambos profesores manipularon los resultados para que fueran mejores con la mano izquierda que con la derecha. Cuando se les dio la oportunidad de escoger a los participantes la mano con la que jugar, más de tres cuartas partes eligieron la mano izquierda, con la que tuvieron mejores resultados.

Cuando se les preguntó que por qué escogieron esa mano, pocos contestaron que la eligieron conscientemente porque creían que tendrían más suerte. Fue un acto inconsciente. Su cerebro conectó de forma automática la mano izquierda con mejores resultados, aunque no había ningún motivo racional para ello.

Los autores del estudio se dieron cuenta que podían reducir la conducta supersticiosa, recordando a la gente sus rasgos positivos, una técnica psicológica llamada “autoafirmación”. Vieron que aquellas personas a las que previamente se les pidió que escribieran sobre momentos en los que habían mostrado compasión, eran menos supersticiosas que el resto.

Claude Steele, investigador de la psicología de la auto-afirmación, señala que recordar a la gente sus buenas características los hace más seguros emocionalmente. “Si me siento seguro de que soy una buena persona, estoy más abierto a las amenazas en general, y por tanto, me hace ser menos supersticioso”.

Sin embargo, y como demostraron Johar y Hamerman, las personas bajo presión para competir, pueden tener en la superstición un efecto placebo que les hace mejorar el resultado. En un experimento publicado en 2010 por la revista Psychological Science, recogido en este artículo del WSJ, los golfistas estudiados dieron un 35% menos de golpes cuando ellos jugaban con una pelota que creían les daba suerte.

Conclusión del estudio, debería haber insistido en golpear mi pantalla con los nudillos.


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