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Inversiones: ¿Qué hacer cuando las cosas van bien?

por OnTrader Hace 10 años
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Fragmento de “Los Axiomas de Zurich” Parte 11: Arriesgar para ganar (buscar la parte 10 en el buscador para contextualizar)

AXIOMA MAYOR III

SOBRE LA ESPERANZA

Cuando el barco comienza a hundirse, no rece. ¡Salte!

Continuación...

El Segundo Axioma era todo acerca de qué hacer cuando las cosas van bien. El Tercer Axioma se trata de salvarse cuando las cosa van mal. Y seguramente, alguna vez irán mal. Usted puede aprovecharse de eso. Debe esperar que aproximadamente la mitad de sus empresas especulativas se convertirán en vinagre antes de haber llegado a las posiciones finales preestablecidas. La mitad de sus conjeturas acerca del futuro saldrán mal. La mitad de los juicios hechos por las fuerzas económicas serán inexactos. La mitad de los consejos que oiga serán malos consejos. La mitad de sus esperanzas están condenadas a no materializarse nunca. Pero ánimo. Esto no significa que esté obligado a perder un dólar por cada dólar que se gane. Si eso fuera cierto, toda esta aventura sería inútil. Esto es cierto sólo para los ineptos. Jugadores profesionales y especuladores manejan las cosas mejor. Ellos avanzan más rápido porque saben qué hacer, y lo hacen sin vacilar, cuando la marea de los acontecimientos se vuelve contra ellos.

Saber cómo salir de una situación mala puede ser el más raro de todos los dones especulativos. Es raro porque es difícil de adquirir. Se necesita valor y honestidad, y un coraje que tenga mas filo que una hoja de afeitar. Es una capacidad que separa a los hombres y las mujeres de los niños y niñas. Algunos dicen que es la más importante de todas las herramientas dentro del kit de un jugador/especulador. Un hombre que estaría de acuerdo con aquella declaración es Martin Schwartz, un ex-analista de valores que ahora se dedica de tiempo completo a especular con futuros.

(La mayoría de los que se dedican de tiempo completo prefieren llamarse "comerciantes", pero nosotros mantendremos nuestra propia palabra: Especuladores.) En 1983, Schwartz aumentó espectacularmente su dinero en un 175 por ciento. Esto le hizo el ganador en los EE.UU. de un Campeonato de trading, un concurso anual patrocinado por una casa de corretaje de materia primas de Chicago y también lo hizo mucho más rico. Cuando le preguntaron cómo había alcanzado tales resultados, Schwartz respondió en el instante que se necesitaba una capacidad esencial. "Voy a decirle cómo me convertí en un ganador", dijo al New York Times. "Aprendiendo a perder". Se oyen casi idénticas palabras en torno a los casinos de juego. Cuando le preguntaron a Sherlock Feldman qué es lo que hace a un buen jugador de póquer, respondió sin vacilar, "Saber cuándo doblegarse". Un jugador aficionado espera u ora para que no le lleguen las cartas contrarias, pero un profesional estudia cómo va a salvarse, cuando le lleguen. Esta es probablemente la principal diferencia entre los dos. Esto ayuda a explicar por qué un profesional puede ganarse la vida en la mesa de póquer, mientras que un aficionado (si juega contra profesionales), puede llegar a perderlo todo cada vez que juega.

La incapacidad para saltar rápidamente cuando el barco se hunde probablemente cuesta a los especuladores más dinero que cualquier otro defecto, y sin duda ha llevado al derramamiento de más lágrimas que cualquier otro tipo de desgracias financieras. "Mantenerse atascado en una empresa perdida es el peor dolor financiero que hay", dice Susan Garner, que recientemente abandonó su trabajo con el Chase Manhattan Bank, a fin de dedicarle tiempo completo a la especulación. Ella ahora es exitosa, pero no siempre lo fue. Se tomó su tiempo para aprender las técnicas y en particular para aprender a perder. En una de sus primeras empresas, recuerda que pagó $ 2000 por una fracción de un pequeño edificio de oficinas suburbanas. El edificio estaba situado en una comunidad “algo soñolienta que parecía a punto de despertar”. Una de las principales carreteras estatales estaba programada para ser construida en la región, y la ruta prevista pasaba a lo largo de uno de los límites de la ciudad. Debido a la proyectada autopista y algunos factores económicos y otros geográficos, todo el mundo esperaba que la ciudad se convierta en un floreciente centro comercial. Cuando esto sucede a una comunidad, por supuesto, los valores de los bienes raíces a menudo se elevan rápidamente, incluido el valor de los espacios para oficinas. La especulación de Susan Garner parecía prometedora.

Pero como sucede a menudo, el futuro se aplazó. El proyecto de carretera tuvo problemas de financiación. Una serie de anuncios hablaban de más y más retrasos. Oficialmente se anunció que el proyecto se aplazaba por un año, después se hablaba de dos o tres años, luego que cinco años. Finalmente un funcionario estatal tuvo el coraje suficiente para decir la verdad: Que honestamente no se sabía cuando se construiría la carretera, si es que alguna vez se construía. Con cada anuncio, la fiebre de especulación inmobiliaria se enfriaba un poco. No había anuncio diario de cotizaciones de precios de la parte que Susan Garner poseía del edificio, pero ella no precisaba de publicaciones para saber que cada día perdía más. Ella pensó en vender. "Había personas que compraban mi parte", dijo. "Pero yo sabía que si vendía era perdiendo, y no quería hacerlo. Después del primer anuncio de una demora de un año en la carretera, traté de decime que todo iría bien, que esto era sólo un revés temporal. Todo lo que había que hacer era esperar, y el valor de mis acciones subiría". Luego vino el anuncio de un período de dos o tres años de retraso, entonces, uno de los mayores accionistas del edificio de oficinas, un abogado, ahora se acercó a Susan Garner y le ofreció $ 1500 por su parte. Ella no podía soportar el pensamiento de perder $ 500, una cuarta parte de su inversión y no acepto, entonces él le ofreció $ 1.600. Ella tampoco aceptó.

Como el anuncio de los retrasos se extendía hacia el infinito, el precio cayó en picada. El abogado le ofreció 1.000 dólares. Un poco más tarde redujo la oferta a 800 dólares. Cuanto más caía el precio, Susan Garner se sentía más atrapada. "Ahora ni siquiera tenía la esperanza de volver a recuperar mis $ 2000 ", dice." Yo estaba enojada con mí misma por no tomar $ 1500 cuando pude recibirlos. Me quedé con la esperanza de que mejorara la situación y reivindicara mi juicio. Entre mas bajó el precio, más obstinada me tornaba. Me condenaba si vendía mi cuota de $ 2000 ¡por unos piojosos 800 dólares!" Mientras su dinero estaba atrapado en esta ingrata empresa, otras especulaciones llamaron su atención. Ella quería arriesgarse en muebles antiguos. Le gustó el aspecto del mercado de valores. Un amigo quería vender, a un precio irrisorio, un raro álbum de sellos de correos del siglo XIX que había heredado, y esto también le atrajo. Sin embargo, los $ 2000 atrapados era la mayor parte de su capital especulativo.

Ella no podía hacer ningún movimiento hasta que lo liberara. "Finalmente decidí", dice, "que era ridículo dejar congelado el dinero de esta manera". Ella vendió su cuota de $ 750. Y así fue como Susan Garner aprendió la lección del Tercer Axioma. Cuando el barco comienza a hundirse, ¡salte! Nota: Cuando empiece a hundirse, no espere hasta que esté sumergido hasta la mitad, no rece, no cubra los ojos quedándose ahí temblando. Mire a su alrededor lo que está sucediendo. Estudie la situación. Pregúntese si los problemas en desarrollo tienen alguna probabilidad de ser superados. Busque pruebas tangibles de confianza de que la solución está en camino, y si no ve ninguna, tome medidas sin más demora. Con calma y deliberadamente, antes de que todo el mundo entre en pánico, salte fuera del buque y sálvese.


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