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Bocanada de aire para los afortunados, porque para el conjunto de la economía española no hay cambio

Julian Crespí
por La Carta de la Bolsa Hace 9 años
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Los acontecimientos confirman que 2014 ha sido un oasis de felicidad como un suspiro en la tormenta. El timonel Draghi sujeta con decisión los mandos de la nave ante la llegada de la tercera ola de esta crisis mientras anuncia por megafonía que las manivelas están engrasadas para contrarrestar cualquier eventualidad. Los pasajeros son felices cual perro de Pavlov salivando las mieles de las medidas no convencionales y la compra directa de bonos. El año 2014 pronto pasará al baúl de la historia. Ha sido un año de estabilización y asimilación de lo sucedido. Se puede resumir como una bocanada de aire previa a la nueva entrega de este thriller económico. Bocanada de aire para los afortunados, porque para el conjunto de la economía española no hay cambios trascendentales: se ha pasado del billón de euros de endeudamiento público, el desempleo aunque mejora sigue en 23.67% (EPA), y la morosidad bancaria se mantiene por encima del 13%.

Lo más llamativo de este año a nivel nacional sería tal vez la sensación de euforia por parte de algunos dirigentes que se ha traducido en incrementos sustanciales de inversión en infraestructuras. Presupuestos alegres con los que se sigue estirando el chicle como si aquí no hubiera pasado nada. Memoria de pez, o ganas de exprimir el limón mientras haya jugo. Un jugo lógicamente con cargo al mañana.

Este veranillo de San Miguel está terminando. El otoño avanza, y el invierno toca a la puerta. La calefacción actual no es suficiente. Aunque los tambores lloran por el final del QE3, pronto redoblarán cuando se active el QE4 o nueva acción similar. El paciente economía americana no puede caminar sin ayuda, por lo que será preciso incrementar la dosis de deuda. Los demás pacientes del hospital económico también sueñan con levantarse de la cama y exigirán su correspondiente ración de monetización, porque por delante mucha sonrisa, pero por detrás siguen las puñaladas de la guerra de divisas.


El canario en la mina está más tieso que la ortodoxia económica del BCE. El petróleo lleva bajando desde julio, y viendo lo que pasa en Oriente Próximo, se deduce con facilidad que no es una reacción de libro. El incremento de conflictividad entre grandes bloques ha sido propuesto como explicación plausible, y aunque tiene sus deficiencias como teoría, es posible que haya algo. Lo innegable es que la economía global se ralentiza, y el consumo desciende, por lo que tras mucha suposición e interconexión de ideas, regresamos a la tradicional explicación de oferta y demanda.

La realidad se acaba imponiendo. Los mercados intuyen síntomas de estancamiento y la demanda de petróleo se reduce. El petróleo barato junto con las sanciones económicas de Occidente están teniendo efectos en la economía rusa. Y el parón comercial derivado de las sanciones afecta de lleno a las exportaciones europeas, contribuyendo a ralentizar aún más la economía del viejo continente.
El conjunto de circunstancias adversas objetivas y cuantificables para la economía europea explican mejor la bajada de cotización del euro que los anuncios de compra de bonos. La fortaleza del euro del último año y medio está en entredicho. De ahí la necesidad de sostenerlo recordando la existencia de munición en la recámara por parte del capitán Draghi.

El euro fuerte beneficia a Europa como he defendido en ocasiones anteriores. Y aunque la demanda exterior de productos y servicios se vea reducida, tiene un componente extremadamente inelástico a tener en cuenta. Además, la contención o incluso disminución de los gastos energéticos en una región tan netamente importadora de petróleo es otro plus a considerar. Por lo que insisto, mi conclusión general sigue siendo la misma: Europa no está para saltar de alegría como conjunto económico, pero puede estar satisfecha viendo como llueve a su alrededor.

Si bien los anuncios de SuperMario pueden a priori suponer un debilitamiento de la moneda, que sería lo normal, el joven euro se sostiene y no hinca la rodilla más allá de lo estéticamente necesario. Por otra parte, a los que pasan del rollo fortaleza monetaria, no les tiembla el pulso y ponen toda la carne en el asador: las autoridades japonesas acaban de incrementar la velocidad de su maquinaria, que junto con los sucesivos QE al otro lado del atlántico exportan inflación ganando tiempo antes de que sus acciones les alcancen. Y los que más oscuro lo ven ahora mismo se defienden a su manera: Rusia para contener la inflación acaba de subir los tipos de interés hasta el 9.5%, y Brasil hasta el 11.25%. A China, que mejora algún indicador, le va de perlas la bajada del crudo.

La gran paradoja para los estrategas occidentales es que el petróleo barato hunde a Rusia pero da alas a China, y al revés: cuando sube el oro negro ahoga a los chinos pero se desarrolla la economía rusa. Suficiente se ha escrito sobre la influencia del petróleo barato de los ochenta en la caída de la Unión Soviética, años en los cuales curiosamente China preparaba con petróleo y mano de obra baratos los cimientos sobre los que se asienta su economía actual.

¿Qué esperar en 2015? Pues dependerá en gran medida de la evolución de la conflictividad presente. El incremento de las tensiones geopolíticas y por consiguiente de las soluciones unilaterales que se traducen en bloqueos comerciales, tienen consecuencias económicas negativas en las diferentes regiones. Por tanto a mayor divergencia geopolítica (a su vez consecuencia de las debilidades económicas), mayor probabilidad de tormenta.

Lo que está claro es que hay nubarrones a la vista, de ahí mi mención a una tercera ola de la crisis. Ya ha comenzado un enfriamiento global de las economías del planeta. El termómetro demanda de petróleo no falla. Es sin embargo interesante destacar que las materias primas a niveles moderados en general significan tal vez menos miedo que en 2008 y 2011. Los mercados se están habituando a la montaña rusa. A pesar del oleaje hay cierta comodidad, hambre de algo más atrevido, y por tanto rentable. Pero a mayor riesgo, ya se sabe, más papeletas para salir trasquilado.

A largo y muy largo plazo es otra historia. Superadas las capacidades físicas materiales de endeudamiento, el invierno llegará, y el desapalancamiento vía impagos, quitas, y destrucción monetaria será imprescindible. Para entonces, los supervivientes al frío serán aquellos que, como he dicho en cartas anteriores, sean capaces de vislumbrar una metodología diferente. El cortoplacismo rampante está condenado junto con todas sus triquiñuelas.

La integridad volverá al ruedo y saldrá a hombros por aclamación popular. La cooperación necesaria entre los distintos elementos de la sociedad junto con estrategias largoplacistas basadas en la honestidad y la transparencia, serán premisas indispensables para sobrevivir a los chiringuitos playeros que caerán por su propio peso. El invierno pasará para los se abriguen, y el cobijo viene por la asunción de la realidad y la capacidad de adaptación al nuevo escenario.


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