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"Mi hijo dejó los estudios con 16 años para irse a la obra. Ahora quiere ganarse la vida en Bolsa…

por La Carta de la Bolsa Hace 9 años
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De vuelta a la Costa del Sol desayuno con Roberto V., dueño de una afamada pescadería. "Mi mujer y yo, como otros tantos matrimonios de la zona, cometimos el error histórico, imperdonable, de animar a nuestro hijo Carlos a que dejara los estudios y comenzara a trabajar en el tajo. Eran los años del boom inmobiliario, es decir, hace muy poco. Utilizamos de manera impropia de unos adultos esa frase manida de que estudiar no sirve para nada ¡fíjate la cantidad de médicos, químicos, periodistas y demás que están en el paro! Eran los años de la bonanza inmobiliaria en el Reino de España. Un peón albañil ganaba una fortuna y el más idiota de la pandilla se paseaba con un BMW descapotable por el Paseo Marítimo. Muchos padres llevamos a nuestros hijos al matadero que ellos mismos estaban construyendo: avalamos con nuestras viviendas y negocios la compra de sus propias viviendas. Muchos no han podido pagarlas y muchos padres han perdido sus bienes. Siete años después, mi hijo sigue en el paro, pero sin cobrarlo, claro. Siete años después, llegan los lamentos y el reconocimiento de que estudiar sirve para todo, que es necesario, imprescindible en una sociedad avanzada como la actual. Sin conocimientos básicos, las posibilidades de encontrar un empleo son nulas", me dice.

"Mi hijo Carlos se ha enganchado ahora a la Bolsa, con el poco dinero que tenía ahorrado. Sí, a la bolsa. Lo llamaron un día por teléfono desde no sé dónde proponiéndole un sistema infalible. Algo así como el seguimiento de un modelo técnico ¿Técnico?, unas tablas de comportamiento de las acciones. Sí, le han dicho que no falla", continúa.

"¿Ganar dinero? El me dice que sí, justo para sacarse el jornal de cada día. Pero no me lo creo. Ando con la mosca detrás de la oreja. Sin conocimientos, sin estudios no es posible que gane dinero ¿tú que opinas?", me pregunta.

Le digo que hace tiempo que la Bolsa actual es un tejemaneje de unos cuantos y de otras tantas máquinas enchufadas al Sistema, porque el inversor final no ha existido (ahora asoma) atrapado por las garras de la Crisis. El inversor final, que dispone de liquidez, aún tiene miedo. Otros inversores finales están atrapados a precios sensiblemente más elevados que los actuales y no tienen capacidad de reacción: sólo le queda rezar o dejar las acciones de herencia a sus nietos. Además, el inversor final metódico y riguroso, el inversor final de siempre, no entiende la forma de actuar de los mercados en la actualidad y como no entiende ni sabe, prefiere permanecer al margen. Una Bolsa, en manos de unas cuantas máquinas manejadas por licenciados, que no han cumplido aún los 30 años. Máquinas que hacen trading minuto a minuto, segundo a segundo. Lo vemos casi todos los días. Los índices son capaces de pasar del infierno al cielo y del cielo al infierno en un par de horas. Y todo según interpretaban las máquinas los nuevos logaritmos emanados de las últimas medidas del Banco Central Europeo y de un crecimiento menor de lo esperado de la economía USA.

Bloomberg recogía no hace mucho que los mercados financieros han llegado a depender demasiado de matemáticos que usan modelos para prever los cambios de precios y deberían insertar el “sentido común” en la ecuación, dijo Paul Wilmott, autor británico e instructor en materia de finanzas cuantitativas.

Wilmott ha advertido que los llamados “quants” que usan las matemáticas para pronosticar cómo los mercados se comportarán pueden pasar por alto errores en los modelos, lo que conduce a hacer predicciones equivocadas. En una columna en el New York Times el 28 de julio del año pasado, Wilmott también dijo que la llamada contratación de alta frecuencia, en que los fondos de cobertura de riesgo y otras firmas usan computadoras avanzadas para comprar y vender miles de acciones por segundo, amenaza desestabilizar el mercado. “Hay demasiada matemática en este negocio”, dijo Wilmott.

Y hablando de máquinas, un dato curioso:

Escribe BRETT ARENDS en The Wall STreet Journal que los hermanos gemelos Alexander y Thomas Hunter han estafado a inversionistas desde que tienen 16 años, según la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC).

Cuando cumplieron 20 años ya habían acumulado más de US$3 millones de inversionistas y promotores bursátiles gracias a una maniobra conocida como "el robot seleccionador de acciones".

¿Qué se puede hacer con gente así? Fácil. ¡Darles un trabajo en Wall Street!

Las firmas de caza de talentos especializadas en grandes bancos y fondos de inversión de Connecticut probablemente los están llamando ahora mismo. Recientemente, la SEC demandó a los dos hermanos británicos. Según la querella, Alexander y Thomas Hunter ''empezaron a la edad de 16 años… desarrollaron y elaboraron una elaborada estafa para manipular los precios de acciones que se cotizan a menos de US$1 a expensas de los inversionistas desprevenidos.´´

Su engaño tenía dos vertientes según la SEC, y los hermanos cultivaban a ambas. Por un lado, decían a los inversionistas que tenían un robot seleccionador de acciones con un historial increíble de éxito a la hora de elegir valores que subían de precio. Los gemelos vendieron subscripciones a un boletín que enviaba las elecciones más recientes del robot, en sus páginas web doublingstocks.com y daytradingronot.com.

Por otro lado, secretamente recaudaban fondos de los promotores de acciones de menos de US$1 bajo la promesa de recomendar sus valores en el boletín del "robot".

¿Qué clase de tonto se come el cuento de que existe un robot que elige acciones ganadoras? Muchos más de los que uno pensaría. Según la SEC cerca de 75.000 inversionistas, la mayoría de ellos en Estados Unidos, entregaron en total al menos US$1,2 millones en suscripciones al boletín.

Es fácil ser despectivo. ¿Los reguladores realmente ayudan a alguien al atacar este tipo de estafas? Alguien que es tan tonto como para caer en la triquiñuela del robot seleccionador de acciones probablemente perderá su dinero de una forma u otra.

Pero antes de juzgar severamente a los inversionistas aquí va una reflexión. El robot seleccionador de valores no es muy diferente de los principales fondos de inversión y bancos de Wall Street.

"Los acusados", afirma la SEC, dijeron a los inversionistas que "el robot era un programa de corretaje informático altamente sofisticado y el resultado de un largo proceso de investigación y desarrollo".

Eso es exactamente lo que los gestores de patrimonio dicen a sus clientes sobre el último algoritmo informático. De hecho, usan casi los mismos términos para referirse a sus analistas. Ninguno de los dos parece funcionar muy bien. A la mejor todos somos unos idiotas.

Los hermanos Hunter ganaron US$1,2 millones con las suscripciones y US$1,9 millones con la venta de sus servicios de promoción de valores a través de un negocio independiente, equitypromoter.com. Los inversionistas que buscaban darle un impulso artificial a una acción en su poder le pagaban a los Hunter para que, en el siguiente boletín, el robot seleccionador de acciones anunciara que había elegido esa acción. Los incautos se lanzaban a comprarla, elevando el precio lo suficiente como para que los inversionistas vendieran y sacara jugosas ganancias.

En otro tipo de estafa, los hermanos supuestamente también especulaban con algunas de las acciones que ellos elegían, quedándose con un poco de dinero extra.

La SEC denomina esto como una estafa. La mayoría de la gente diría lo mismo.

¿Pero acaso Wall Street no hacia lo mismo? ¿Acaso no sigue haciéndolo? Por una parte, los bancos de inversión promocionan y se jactan de su habilidad para elegir acciones, cuyo historial deja mucho qué desear. Si un simio que escoge acciones puede hacerlo mejor que muchos analistas, ¿por qué no puede hacerlo un robot?

Los bancos también reciben dinero de las empresas que quieren vender sus acciones al público, y a menudo lo hacen a la vez que recomiendan esos mismos valores a sus clientes. Claro, ahora colocan una "advertencia" al final de la página, pero ¿eso de qué sirve?

Finalmente, además de todo lo anterior, los bancos tienen unidades que invierten con dineros de la institución, muchas veces en contra del mercado, lo cual incluye a sus propios clientes. Así que ¿es diferente a lo que la SEC considera como una estafa?

Durante la burbuja financiera algunos bancos de Wall Street crearon deliberadamente productos de inversión destinados al fracaso para vendérselos sus clientes y luego apostar en contra de ellos. Eso no es muy diferente que comprar el seguro de vida de una persona y acto seguido envenenarla. La mayoría de los banqueros disfrutan de la vida en los Hamptons y sin problemas con la ley.

Eric Bruce, el abogado de los hermanos Hunter, no pudo ser contactado. Sin embargo, si Alexander y Thomas Hunter quieren un consejo, tendrían que hacer lo que hacen todos los grandes bancos y comenzar a escribir cheques a los congresistas. Parece funcionar para todos los demás.

 


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