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Brasil y Grecia medalla de oro en las olimpiadas de la crisis

por Carlos Montero Hace 7 años
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En este especial que estamos publicando sobre Brasil debido a las Olimpiadas 2016 que se están celebrando en el país, me gustaría traer a estas páginas una interesante reflexión realizada por el economista Kohoutek Velasco, en la que compara a Brasil y Grecia en cuanto a la previsibilidad de la crisis. Veamos: 

Desde hace un buen tiempo hemos estado recibiendo noticias, todas alarmantes, de la situación tan desfavorable en la que Brasil, de las llamadas BRICS, estaba envuelto.Conforme las noticias fueron diluyéndose, fuimos descubriendo no solo las mentiras de Dilma o la corrupción de sus paraestatales, también conocimos aquellos proyectos que podían figurar como una esperanza renovada: Los Juegos Olímpicos de Río, en este caso.

Hay que tener presente todo lo que significa, para el país anfitrión, el organizar eventos de tal manufactura: Inversión, turismo, promoción, trabajo, difusión y un sinfín de recursos más que deberían fungir, indudablemente, como un escalón dorado en el camino a la prosperidad económica, principalmente, sin embargo como pudimos ver en una de las ediciones anteriores de los Juegos Olímpicos, las cosas suelen ser muy distintas al dulce relato recién descrito. Sí, me refiero a Grecia, la destartalada Grecia.

Y es que resulta imposible el no encontrar ciertas similitudes entre ambos casos, pues, en esos ayeres, teníamos una situación parecida – guardando ciertas distancias, claro está.- a la que vive hoy el país sudamericano, es decir, con cifras distorsionadas – que le valieron la suspensión a Dilma – sobre su déficit real y con una infinidad de incertidumbres respecto a su nulo crecimiento actual aunque, sin duda alguna, la más importante y destacada, así como aterradora, es la que se encuentra en la raíz de su esquema político-económico: El principio de redistribución.

Según lo que la historia nos ha enseñado, la fórmula de inversión pública – Que generalmente se traduce en la emisión de deuda al ser el estado incapaz de generar cualquier cosa. – malestar económico continuo y macro eventos, no resulta en algo que no sea una crisis mucho más profunda así como el abandono de la infraestructura construida – Que es sinónimo de perder la inversión. –  cuando se da prioridad a la inversión pública para gestionar y correr con todos los gastos nacidos, naturalmente, de dar alojo a un evento tan magno. – Es la fórmula griega, básicamente. –

¿Pero por qué es tan malo, entonces, que las inversiones sean echas con dinero del erario y no del privado? ¿No es, en términos prácticos, el mismo resultado que si invirtiera una empresa? Bueno, la respuesta simple es un rotundo “No” y el porqué está en el modo de obtener dichos recursos y la manera de responder ante las pérdidas.

A groso modo, mientras que el estado solo tiene que extender la mano – o ponerlo en la constitución. – para recibir nuevos ingresos, la empresa debe volverse más eficiente y brindar un mejor servicio para poder tener ganancias en vez de pérdidas, algo contrario al estado, quien jamás admitirá una mala pasada y se limitará a decir que se encuentra en un “proceso de reajuste” y que la recaudación fiscal deberá aumentar, sea o no directamente.

Luego, en caso de ser favorable el resultado, la empresa deberá re invertir su ganancia para poder obtener una mayor y poder mantenerse en un mercado que se actualiza constantemente, mientras que el estado, seguramente, lo reinvertirá en la imagen pública de sus cabecillas o “lo redistribuirá” – Que es básicamente lo mismo con un añadido de corrupción. –

Entonces tenemos un fantasma, como el del Maracaná, rondando por las calles de Brasil, aunque según  Eduardo Paes, alcalde de Rio de Janeiro, el presupuesto se conformó a mitades, con un 57% de inversión privada – La mayor participación de este sector sin contar los Juegos Olímpicos de Atlanta. – lo cual parece ser un ajuste en la dirección que quiere llevar Brasil. Habrá que ver si con el paso del tiempo y la entrega de resultados pueden no solo mantener, sino generar, las condiciones para sostener y aumentar la participación del sector privado en materia de inversiones – algo que nunca le interesó a Grecia, ya que estamos. 

Mucha suerte, Brasil, pues un paso en falso puede dejarte no solo fuera del podio, sino en la absoluta desgracia.


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