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Lee Kuan Yew: del Tercer al Primer Mundo

por Laissez Faire Hace 9 años
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Miren el siguiente gráfico: refleja un país abandonando el Tercer Mundo y convirtiéndose en una de las zonas más ricas del planeta; refleja el impresionante éxito económico de Singapur, cuya renta per cápita en dólares internacionales ya supera a la de EEUU o Suecia, duplica la de España y quintuplica la de su vecina Malasia.

La radical transformación de Singapur ha sido en gran medida obra del marco institucional creado por Lee Kuan Yew, el visionario padre del Estado singapurense, que ha muerto este lunes a los 91 años de edad, medio siglo después de que su país se independizara de Malasia.

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Pero ¿cómo es ese marco, responsable de la extrema prosperidad de la isla? Si quisiéramos simplificar mucho, podríamos decir que Singapur es la segunda economía más libre del mundo según el Index of Economic Freedom de la Fundación Heritage (sólo por detrás de Hong Kong) y que su gasto público es la mitad del estadounidense y un tercio del sueco.

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Pero nada más sencillo, justo y pertinente en este día de luto que dejar que el propio Lee Kuan Yew nos ofrezca su propia visión sobre cómo las sociedades prosperan y se enriquecen. El padre de Singapur se sintió atraído hasta los años 60 por el socialismo inglés, pero afortunadamente terminó descubriendo que la hipertrofia del Estado no es el camino adecuado hacia el progreso:

    Al igual que Nehru, en un comienzo me sentí influido por las ideas del socialismo fabiano en Inglaterra. Pero pronto me di cuenta de que antes de redistribuir el pastel tienes que cocinarlo. Por eso me distancié de la mentalidad Estado de Bienestar: porque minaba el espíritu de una persona para prosperar y salir adelante. También abandoné el modelo de industrialización basado en la sustitución de importaciones. Cuando la mayoría de países del Tercer Mundo denunciaba la explotación de las multinacionales occidentales, en Singapur las invitamos a entrar. De ese modo conseguimos crecimiento, tecnologías y know-how que dispararon nuestra productividad más de lo que podría haberlo hecho cualquier política económica alternativa.

Lee Kuan Yew tuvo muy claro que la ventaja competitiva de Singapur no podía ser su inexistente disposición de materias primas, sino convertirse en una zona libre y segura en un mercado global donde poder invertir y ahorrar sin miedo a expropiaciones: “Somos el país con menos recursos de nuestra región y por tanto sólo nos queda ser honestos, eficientes y capaces”. Es decir, Singapur quiso ser la Suiza asiática… y lo consiguió: “Singapur tiene las cualidades para ser el Chicago o el Zurich del Asia Oriental”.

Para lograrlo, abrazó sin pensárselo la globalización: “No olvidemos que el proteccionismo y un menor comercio equivalen a menor crecimiento para los países en vías de desarrollo”. Y, sobre todo, abrazó en ese mundo globalizado los pilares que habían promovido el desarrollo de Inglaterra durante el s. XIX –el imperio de la ley y el Estado reducido–, al tiempo que descartaba los elementos que, durante el siglo XX, habían corrompido el espíritu de esa gran nación:

    Hemos aprovechado toda las ventajas que nos legaron los ingleses: el idioma, el sistema jurídico, la democracia parlamentaria y la administración imparcial. Pero hemos evitado caer en las manos del Estado de Bienestar. Hemos visto cómo un pueblo entero competía por hundirse en la miseria y en la mediocridad. Las personas menos emprendedoras y trabajadoras no pueden igualarse con el resto a costa de empeorar la situación de las más emprendedoras y esforzadas. Y también hemos visto cuán difícil resulta desmantelar un sistema de subsidios una vez la gente acostumbra a que el Estado los proporcione.

La oposición de Lee Kuan Yew a la desorbitada expansión del Estado de Bienestar occidental fue una constante a lo largo de toda su vida. Sus principios eran claros: una cosa es ayudar a quien lo necesita; otrasubsidiar el parasitismo:

    El Estado de Bienestar y los subsidios destruyen la motivación para salir adelante. Si hemos de ayudar a alguien, démosle efectivo o activos y dejémosle decidir cómo gastarlo. Cuando la gente se convierte en dependiente de los subsidios y el Estado ya no puede seguir pagándolos, entonces la gente protesta.

Es la sociedad civil, y no el Estado, quien esencialmente tiene que ayudar a los más desfavorecidos; la misión de los funcionarios no es administrar monopolísticamente la filantropía de una sociedad, sino no impedir su florecimiento:

    El Estado no puede reemplazar el calor personal y el contacto directo de los voluntarios. Los sentimientos altruistas y filantrópicos motivan a la gente a ayudarse entre sí. Muchos Estados occidentales se han convertido en burocracias manirrotas donde los funcionarios bien pagados carecen de esos sentimientos de altruismo e idealismo que sí poseen los trabajadores voluntarios.

Singapur, por consiguiente, no se especializó en redistribuir la renta, sino en atraer capital humano, capital físico y capital financiero para impulsar la prosperidad de todos:

    Singapur tiene una mayoría china, pero, sea cual sea tu raza, si te unes a nosotros como ciudadanos, disfrutarás de iguales derechos y oportunidades. En Singapur somos una sociedad cosmopolita y abierta que da la bienvenida al talento para que podamos continuar creciendo y prosperando.

Lejos de denigrar la figura del empresario, la ensalzó como el motor del crecimiento y la innovación:

    El sueño de la riqueza nos atrae a todos. Pero sólo aquellos que innovan y que crean nuevos bienes y servicios se convertirán en los nuevos ricos. Pocos nacen con mentalidad empresarial, y menos todavía triunfarán. El éxito empresarial necesita de cualidades extraordinarias, como elevados niveles de energía, perspicacia para ver oportunidades donde otros ven problemas e intuición para anticipar qué producto o servicio será rentables.

Lejos de ensalzar los déficits públicos y el hiperendeudamiento estatal como vías para salir de las crisis, los denigró:

    ¿Cuáles han sido los factores que nos han permitido salir de esta recesión mucho mejor que los demás países? Primero, presupuestos equilibrados durante muchos años, sin déficit en los gastos corrientes y con una balanza exterior en superávit. Con eso hemos conseguido una divisa con valor estable. No necesitamos endeudarnos en grandes sumas de dinero porque no tenemos necesidad de sobregastar. Si algún año hemos de gastar más de lo que ingresamos, disponemos de ahorros a los que recurrir.

A la luz de tan excepcionales reflexiones, uno estaría tentado a pensar que Lee Kuan Yew era el paradigma de político liberal en el que todos deberían mirarse. Pero no. Lee Kuan Yew era un conservador pragmático que entendió buena parte de las reglas de juego en materia económica pero que permaneció anclado en un intenso intervencionismo estatal en materia social. Él mismo se vanagloriaba de interferir en la vida privada de las personas para orientarlas por el buen camino. Sus ideas entrocaban más con el pensamiento comunitarista que con el liberal, por cuanto anteponía su particular noción del bien común:

    En la cultura estadounidense, el interés del individuo es lo primero. Eso convierte a EEUU en una sociedad agresivamente competitiva. En Singapur, el interés de la sociedad va antes que el del individuo. Pero, aun así, Singapur necesita ser competitivo en el mercado laboral, y en el de bienes y servicios.

De ahí que Singapur sea hoy un Estado que practica la tortura a los presos, que limita la libertad de expresión, de prensa y de asociación, que mantiene el servicio militar obligatorio y que incluso prohíbe las relaciones homosexuales.

Singapur es en muchas cosas un ejemplo para Occidente. No en otras. Lo mismo cabría decir de Occidente con respecto a Singapur: es un ejemplo en muchas cosas, pero no en otras. Por fortuna, no hay ninguna necesidad de comprar las libertades en packs prefabricados de concesiones estatales. No se trata de optar entre la libertad civil y la libertad económica cuando podemos tenerlas ambas: Occidente ha probado que la libertad civil permite a las personas desarrollar sus planes vitales sin sentirse oprimidas por Estados represores o por la intolerancia ciudadana; Singapur ha probado que la libertad económica da paso a una explosiva prosperidad generalizada. ¿Por qué, entonces, no quedarnos con ambas manifestaciones de la libertad individual? Ese es el programa ideológico del liberalismo.


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