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"Aquí en el pueblo ya nadie habla de Bolsa. Antes había gente que tenía acciones de bancos..."

por La Carta de la Bolsa Hace 9 años
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He pasado el fin de semana en el pueblo, después de tres meses de ausencia. Rafa es el hijo mayor de un gran amigo. Rgenta un supermercado en un pueblo manchego, próximo al mío. Rafa se encarga de la sección de carnicería, pero desde su puesto privilegiado controla todo el supermercado. El pueblo equidista con Madrid y Valencia. Los fines de semana , fiestas y, principalmente, el verano, en el supermercado pululan forasteros llegados de otros pueblos, de Madrid y, con mayoría absoluta, de Valencia, como Comunidad que, históricamente, mayor número de conquenses ha acogido en sus fábricas y huertas. Siempre que voy a mi pueblo paso por este supermercado y siempre, un repaso a la actualidad, una aproximación al pulso económico. "No sé cómo viviréis en Madrid, en las ciudades. Aquí en los pueblos, cada vez peor¿El supermercado? Cada vez peor ¿La razón? La gente viene cada vez menos a los pueblos. La caída ha sido muy fuerte de valencianos. Y claro, si los hijos y los nietos no vienen a ver a sus abuelos, las abuelas y abuelos no vienen a hacer la compra", me cuenta.

Fue el viernes por la tarde. "Tal día como hoy, aquí y ahora, y mañana sábado por la mañana, el supermercado estaba lleno de abuelos y abuelas, de primos y tíos preparando el Carnaval. Unas chuletas por aquí, un pollo y conejo por allá, fiambre, panceta, costillas, frutas, verduras, vino, gaseosa, en fin, lo típico para pasar un fin de semana con la familia. Eso también está muriendo", me dice.

"Y lo que es peor", añade, "hay familias que se llevan a los abuelos a Valencia. Conozco a personas que han sacado a los padres de la residencia ¿Razones? En ambos casos se trata de vivir de la paga de los abuelos. Así como suena...", continúa.

Hacemos un rápido repaso a la Bolsa. "Aquí en el pueblo ya nadie habla de Bolsa. Recuerdo que antes había gente que tenía bancos, telefónicas y valores, otros muchos valores, que no recuerdo. Pero han tenido que perder hasta la camisa, digo yo ¿Bolsa ahora? No, n hay un duro. Eso es para los ricos..." finaliza

Y esto me recuerda:

Vivir de los abuelos en el Sur de Europa (Julien Toyer y Lisa Jucca, Reuters)

Cuando Ángel Gómez y María Luisa Fernández se jubilaron hace una década, imaginaban que gastarían gran parte de su pensión en comer en restaurantes, viajar y comprar juguetes para sus nietos. En la actualidad, el dinero de su jubilación ayuda a sobrevivir a cinco familias.

Esta pareja de españoles, como otros pensionistas relativamente prósperos del sur de Europa, están proporcionando una red de seguridad que ha permitido que muchas personas de la generación más joven escapen a la pobreza pese a que el desempleo se encuentra en los niveles más altos de la historia española.

"Nunca pensé que tendría que ayudar a mis hijos con parte de mi pensión", dice Ángel, de 79 años, que trabajó 35 años de administrativo en el Banco de España. "Estoy orgulloso de ello pero me preocupa un poco por ellos".

En gran parte del sur de Europa, las pensiones han sido la fuente más estable de ingresos durante los últimos cinco años de dificultades económicas. En España, aumentaron un 8,3 por ciento entre 2008 y 2012, según las estadísticas. Por contra, los ingresos de las personas entre los 30 y los 44 años -el mayor grupo de población activa- cayó un 2,8 por ciento por la pérdida de empleos y los recortes salariales.

Ángel y su esposa son pensionistas típicos. Su pensión mensual combinada de 3.600 euros es casi el doble de la media de ingresos de los hogares españoles, que se encuentra en unos 2.050 euros. Esa cantidad está bastando para sostener a sus cuatro hijos, de mediana edad, y sus familias.

Mientras que la pareja cuenta con unos ingresos estables, sus hijos viven inmersos en una inseguridad muy común entre la generación más joven, incluso para ellos que tienen trabajo.

Su hijo David, de 40 años, tiene miedo a perder su trabajo de profesor de teclado cuando su escuela pública de música pase a manos privadas este año. Su esposa Raquel, de 39 años, tiene que reducir el número de horas que trabaja como administrativa porque la empresa que le da trabajo, el grupo español de infraestructuras y construcción FCC, está recortando gastos para reducir su deuda.

La pareja de jubilados ayuda en todo lo que puede desde su pequeño pero acogedor piso en Villaverde -un barrio obrero en el sur de Madrid-, que apenas ha cambiado desde que lo compraron a mediados de los sesenta.

Recostado en su sofá marrón de terciopelo, Ángel recorta vales de descuento para supermercados. Los vales, dinero para gasolina, alquiler y cuidado de los nietos son parte de la ayuda que junto con su mujer María, de 80 años, ofrecen a sus hijos cada mes.

Los jubilados representan el 17 por ciento de los hogares españoles pero financian a un porcentaje equivalente al doble de familias. Italia es parecida: los ingresos de los pensionistas aumentaron un 4,6 por ciento entre 2008 y 2012, mientras que los de los trabajadores con contratos a largo plazo - el principal tipo de empleo - cayeron en el mismo porcentaje. Cuatro de cada diez italianos recibió ayuda financiera de sus padres el año pasado, según un estudio de la asociación agrícola Coldiretti.

En España, más de uno de cada cuatro personas en edad de trabajar está en paro, y la tasa entre los menores de 25 años que tampoco estudian se encuentra en el 55 por ciento.

Este desfase de ingresos entre mayores y jóvenes apunta a un problema crónico agravado por la crisis: cómo reequilibrar los sistemas de bienestar europeos para hacer que sean sostenibles y justos en términos sociales.

Un ejemplo: aunque el gasto del Estado español en pensiones aumentó un 18,2 por ciento en 2008-2012, el de educación y sanidad cayó un 8,1 y un 0,1 por ciento respectivamente. Este año, el dinero para centros escolares, hospitales e investigaciones con fondos públicos va a caer todavía más mientras aumenta el coste de las pensiones.

La riqueza de los pensionistas en comparación con sus hijos y nietos ha creado una dependencia que puede afectar a la generación que ahora se encuentra entre los 30 y los 40 años durante el resto de sus vidas.

"Estamos frente a una bomba de relojería generacional", dice Alessandro Gentile, doctor en sociología en la Universidad de Zaragoza.

Debido a que los jóvenes de hoy en día tienen más posibilidades que antes de quedarse en el paro o tener un trabajo muy precario, sus pensiones serán más bajas. Esto quiere decir que al final no tendrán la capacidad de sostener a sus hijos financieramente. En ese momento, el modelo de la solidaridad familiar entrará en "cortocircuito".


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