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Ayer me di cuenta en una reunión de economistas de la facilidad con que la complacencia lo inunda todo. Se trataba de discutir sobre la recuperación económica española, recibiendo la postura más optimista el apoyo de la mayoría. ¿No hubo discrepancias? Siempre las hay, aunque enmascaradas en algunas dudas sobre el futuro y cuestiones sin resolver sobre el presente. En el primer caso, centradas en el crecimiento potencial y la deuda. En el segundo, sobre la fortaleza del consumo privado fundamentada en un nuevo deterioro de sus finanzas. ¿Y la cuestión política? Apenas fue mencionada en el debate.

De hecho, más allá de la catalogación de pesimista casi como un insulto hay temas que realmente se obvian. Y uno de ellos es la política. Quizás considerada como un imponderable, difícil de predecir o simplemente cuya anticipación dificulta el diseño del escenario (positivo) futuro, los economistas preferimos pasar de largo. Y los inversores, más. Esta postura en España y en la zona EUR ha sido más que evidente tras el resultado de las elecciones europeas. Si algo ha fallado en esta Crisis es precisamente la falta de instrumentos iniciales de coordinación europea. ¿Se ha reparado este defecto? Si son optimistas por naturaleza afirmarán que sí se ha hecho. Si son realistas, pesimistas informados, simplemente reconocerán que las medidas tomadas nos van a permitir no tener problemas hasta la siguiente crisis. ¿Y cuándo ocurrirá esta crisis? Lo desconozco, aunque tengo la sensación que su origen no estará en Europa. Realmente, como ha ocurrido en la actual Crisis no superada donde el origen fue USA. Aunque ya sabemos que el detonante es lo de menos.

Pero es que los riesgos políticos y geopolíticos se han convertido en algo ya normal en nuestras vidas. Unos compañeros de viaje terribles en algunos casos de los que solo nos acordamos al ver las imágenes en televisión o leer la prensa. En otros casos, como amenaza futura muy real, son obviados ante máxima ahora de primar el día a día. Y con esto me refiero especialmente a los inversores financieros. ¿No están de acuerdo? Es difícil no estarlo si trabajan con los mercados financieros. Aunque les puedo ofrecer muchos ejemplos (en Oriente Medio, en Europa, en Latinoamérica y especialmente en Asia) aquí me voy a referir a uno que pocos consideran: Estados Unidos.

La parálisis que sufrió la Administración norteamericana hace ahora ocho meses fue la más grave en 17 años. Y con las Cámaras divididas entre republicanos y demócratas, con la presidencia en manos de estos últimos. Ahora intenten responder a esta pregunta: ¿qué podría ocurrir si en noviembre ambas cámaras pasan a manos republicanas? Este es el resultado que anticipan los sondeos. ¿Se imaginan que segunda parte de mandato se vislumbraría para el Presidente Obama? Pero, además, es que su apoyo popular ha caído a su nivel más bajo desde que se convirtió en Presidente seis años atrás. Algunos lo llaman la problemática de la segunda legislatura. La realidad es que la combinación de baja popularidad y el riesgo de unas cámaras republicanas supondría una importante parálisis de gobierno (que no de la Administración, al menos hasta septiembre de 2015 tras el acuerdo alcanzado a finales del año pasado). El Presidente Obama tendría que utilizar su derecho a veto como lo han hecho otros presidentes en el pasado. Pero, con una importante diferencia ahora: las elevadas incertidumbres a futuro en términos de inmigración, fiscalidad y la financiación del propio estado del bienestar (sanidad y pensiones, especialmente). ¿Resolverá el futuro la problemática de todas estas cuestiones? Veremos.

¿Piensan que todo lo anterior puede pesar en estos momentos en los inversores? Economía recuperándose, unas condiciones monetarias más que óptimas con la Fed como garante y precios de los activos financieros al alza... ¿cómo pensar en estos potenciales problemas a futuro?. Hace mucho tiempo llegué a la conclusión de que las crisis ocurren precisamente porque no se anticipan. Al final, surgen porque no nos preparamos para evitarlas. Las obviamos. Y con los problemas, sin llegar a desembocar en crisis, ocurre algo similar. ¿Por qué no hacemos preguntas cuando todo parece ir tan bien? Quizás de esta forma podríamos descubrir los errores y riesgos de tanto optimismo y euforia. Pero esto no es agradable. Y mucho menos es rentable.


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