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¿Y si cojo el dinero de familiares y amigos para gestionarlo en bolsa?

por Carlos Montero Hace 9 años
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Hace unos 20 años trabaja en la mesa de derivados de una agencia de valores española que posteriormente fue comprada por un banco de inversión estadounidense. Operaba con futuros y opciones sobre índices europeos para la cuenta de la propia entidad y de algunos clientes institucionales. Era una época en la que nuestro analista técnico era mirado como una rara avis por el resto de sus compañeros. “El loco de los gráficos” le llamábamos cariñosamente.

Bien, pues uno de los clientes de la agencia que trabaja por cuenta propia, era un operador hindú que venía de un banco de inversión londinense, y que había hecho una pequeña fortuna gestionando su propio dinero en el mercado de derivados. Le llamaré Sabal, aunque no es su nombre real.

Sabal era excepcionalmente bueno. Tenía una habilidad innata para adelantarse a los giros del mercado. Detectaba perfectamente las rupturas falsas de soportes y resistencias y se ponía corto y largo cuando en principio todo parecía indicar un movimiento contrario. Era tan bueno que al final los traders de la casa nos sentíamos algo intimidados. Se le ofreció varias veces la posibilidad de trabajar para el banco de inversión, pero rehusó el ofrecimiento en todas las ocasiones. No lo necesitaba. Se ganaba muy bien la vida operando por cuenta propia.

Un tiempo después, una corporación empresarial española me ofreció la posibilidad de crear un equipo para gestionar parte de su tesorería. Abriríamos un departamento de renta variable, de renta fija y de derivados. Hablé con Sabal, y le ofrecí encargarse del departamento de derivados. En contra de lo que esperaba, aceptó.

Una vez formado el equipo y habilitadas las instalaciones, empezamos a trabajar. Desde el primer momento los resultados del departamento de derivados fueron malos. En principio no me preocupé, justifiqué este mal comienzo por el lógico proceso de adaptación que debía tener Sabal de operar por cuenta propia a operar por cuenta ajena.

Pero la situación no mejoró. Al contrario, para compensar las pérdidas acumuladas, las posiciones que se tomaban eran cada vez mayores y las pérdidas también cada vez mayores. Mi despacho se encontraba cerca del departamento de derivados y podía ver como los nervios de Sabal se iban deteriorando día a día. Los informes operativos que me enviaba no tenían ninguna lógica financiera. Doblaba sus posiciones simplemente porque estaban en pérdidas, no porque realmente creyera que sus análisis estratégicos estaban acertados.

Finalmente, y después de un tiempo en el que defendí ante el consejo su labor, fue despedido. Fue realmente triste para mí. Por un lado porque me ataba una relación personal y yo había sido el que le había propuesto este cambio, y por otro porque sabía que seguía siendo un buen trader. Simplemente la presión le venció.

No volví a verle, aunque algún antiguo compañero me dijo que había vuelto a operar por cuenta propia y que le estaba yendo muy bien. Estaba seguro de ello.

Les cuento esta experiencia personal porque recientemente leí una charla que mantuvo Joseph Fahmy, director de gestión de Zor Capital LLC, con uno de los mejores traders de renta variable en EE.UU.

Lo que me llamó la atención de esa conversación es que Fahmy preguntó al trader financiero por qué aunque sus resultados gestionando un fondo de cobertura estaban siendo muy buenos, un 14% anual en los últimos 10 años, no se acercaban a la rentabilidad promedio de tres dígitos anual que había alcanzado gestionando por cuenta propia.

Su respuesta fue: “Cuando gestionas tu propio dinero puedes poner todo tu capital en tres acciones si quieres. Si una de ellas se hunde no tienes que presentar cuentas ante nadie. Sin embargo, cuando se trata de gestionar dinero de otras personas, tienes que ser mucho más conservador. Los clientes te están dando parte de sus ahorros para que los protejas. Las 2 reglas de oro como dice Warren Buffet son: 1. No pierdas el dinero de tus clientes 2. Vea la regla número 1”.

Creo que Sabal sufrió en sus propias carnes la diferencia entre gestionar dinero propio o ajeno. La presión y la responsabilidad no es en absoluto la misma. Y tus emociones, que deben estar equilibradas para una buena gestión, pueden ser tu peor enemigo.


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