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Ya nos hemos quitado suficientes ceros del patrimonio. No insistan en un pasado que no volverá

por La Carta de la Bolsa Hace 10 años
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¿Nunca ha tenido un amigo o conocido que no le deja hablar cuando se encuentra con él? Seguro que sí. Todos conocemos a alguien que coge el micrófono y que no lo suelta, incluso cuando ya nadie le escucha. Desayuné ayer con un viejo especulador de Bolsa. Les dejo algunas de sus reflexiones. No me dejó opinar, ni siquiera cuando nos despedimos. "Fuera ya de lamentos y de monsergas. Hay que ponerse a trabajar, a buscarse la vida, como hemos hecho siempre los españoles. Hay que olvidarse del pasado exuberante, como nos hemos olvidado de aquella chica preciosa, que por un día, sólo un día, fue el amor de nuestra vida. Hay que olvidarse de los suelos millonarios. De esos 3.000, 4.000, 5.000, 6.000 euros mensuales, incluso más, que pagaban las empresas a unos y otros en pleno descojone inmobiliario. Aquí en España el más tonto te ofrecía un chalet en la sierra o un piso en la playa a precio de ganga, con la creencia de que los precios de los pisos nunca iban a bajar. Hay que olvidarse de la corbata de seda importada, de los coches de lujo, de las comilonas y de jugar al golf en la oficina, sí en la oficina. España ha llevado a cabo, por imposición, manu militari de la Troika, una gran devaluación interna, que seguirá en términos de salarios, pero que nos ha permitido y permitirá seguir avanzando en ese túnel que ya destella luz al fondo..."

"Hay que  asumir que el pasado no volverá y recordar que si un individuo, familia, comunidad o Estado ingresa 25 y gasta 75, al final entra en procesos de suspensión de pagos o en quiebra. Y lo que es peor, ya nadie le fía un céntimo. Es lo que ha sucedido en numerosos Estados del mundo. Irlanda, Portugal, Grecia, España e Italia han sido ejemplos claros y caóticos en este sentido. Había que apretarse el cinturón y seguir en la misma línea. Es lo que toca. Toca vivir de otra manera. Nuestra generación sabe lo que es eso, pero nuestros hijos no tienen ni puta idea, diría que no saben nadada de nada. Nuestros padres sí lo supieron, sí lo saben. Y por supuesto, nuestros abuelos. Se ha tratado de buscar el equilibrio en las cuentas del Reino de España y de conjurar la bancarrota..."

“Que nadie se empeñe en lo contrario y, sobre todo, que los políticos se dejen ya de pamplinas, obsesionados en vender humo y en no reconocer que el Estado de Bienestar ha muerto. No valen los eufemismos. Lo que hay es lo que hay…”

“¿Mercados? Los sabios lo han repetido hasta la saciedad: menos apalancamiento, menos deuda, con menor peso del sector financiero en el crecimiento, más atención sobre la deuda pública y tipos de interés. También más regulación sobre los mercados de derivados y vehículos de riesgo. O sea, unas instituciones financieras más reducidas, en contra de los megabancos que algunos proclaman, pero que se están imponiendo. Sí, el curso de los acontecimientos, en este sentido, es justo el contrario del que se ha venido proclamando...”

“Sí unos y otros nos empeñamos en esconder la cabeza debajo de la arena, lo normal es que venga alguien y nos devore. Hay que afrontar las cosas y asumir las dificultades. Son necesarios pactos de Estados, acciones concertadas a nivel general. Los localismos pueden hacer que las cosas empeoren...”

“Yo no soy sabio. Propongo, no obstante, un ejercicio de reflexión. Hasta ahora nos hemos considerado y creído ricos. Nos han hecho ver que nuestro piso, por el que pagamos 100.000 euros hace veinte años valía, hasta el estallido de la burbuja, 2.000.000 de euros como mínimo. Lo mismo sucedía con las fincas, con muchas acciones en Bolsa y demás instrumentos. Pero ya nos han puesto en nuestro sitio. Sí, nos han quitado dos ceros como mínimo de nuestro patrimonio. Ahora hay que trabajar en otro contexto y tratar de recuperar lo perdido...”

“Sé que piensas que ¡este hombre está loco!  Cuando digo que nos han quitado dos ceros o más de nuestra contabilidad particular me refiero a que ha sido necesaria una cura de humildad. También, una intensa cura de adelgazamiento. Ahora, si todos adecuamos los precios y valoraciones de los activos a las exigencias y realidad del momento, la economía comenzará a rodar sin que nadie la empuje, sin que nadie la proteja. Estoy en contra del proteccionismo”

“...Quitarnos dos ceros o más de nuestra contabilidad particular ha supuesto, aunque muchos siguen sin creérselo, abrir los ojos, bajarse de la higuera ¡Pero que difícil es eso! Asumir que hay que hay que arrimar el hombre y que somos más pobres conlleva esfuerzos para todos: menos funcionarios públicos en el Estado, Autonomías y Ayuntamientos, y, en el mismo acto, con sueldos más bajos ¡Sí, nos han bajado los suelos y no remontan hasta ciclos olvidados por todos y desconocidos por muchos! Supone, también, rebaja en el precio de restaurantes y hoteles. Conlleva, del mismo modo, un ataque contra prácticas abusivas en la comercialización de productos de primera necesidad y, por supuesto, el fin del reinado de la chapuza, esa práctica nacional tan extendida entre mecánicos, fontaneros, electricistas...”

“Sí, todos debemos arrimar el hombro, políticos y sindicatos, por supuesto. Reparen en lo siguiente, publicado en 2010: “La última vez que estuve en España, hace un año, utilicé la palabra decepción, y lo que quise decir es que el milagro español fue similar a los de Italia y Japón en los años sesenta y setenta. España dejó de ser un país pobre y parecía que iba a ponerse a la altura del continente, pero luego acabó dándose el batacazo. Ahora existe una brecha entre el PIB per cápita español y el de los demás europeos, y otra brecha sorprendente entre Europa y EE UU…”


“¿Por qué tiene que ser tan distinto el nivel de vida en países con la misma cultura, la misma tecnología? Creo que los europeos, y España en particular, están demasiado inmersos en el Estado de bienestar y que deberían dar un paso atrás. Los sindicatos tienen demasiado poder. Los sindicatos en Europa son muy distintos de los estadounidenses. Sería imposible una huelga general en EE UU (ROBERT LUCAS Premio Nobel 1995 a El País)...”


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