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“Vale, me interesa invertir en petróleo, ¿pero los barriles los tengo que poner yo?

por Carlos Montero Hace 4 años
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Cuando estaba estudiando el último curso de economía en la Universidad, tenía un compañero que estaba haciendo prácticas en un broker de materias primas. En realidad, era un chiringuito financiero de libro, pero en aquella época no había la cultura y el control financiero que hay ahora. Bien, pues nos contaba que su estrategia comercial, copia de EE.UU. era tremendamente agresiva e intimidante. Hacían llamadas masivas ofreciendo oportunidades de inversión que harían rico a los potenciales clientes, hasta que algún incauto accedía a invertir en esos productos, que en la mayoría de los casos les hacían perder todo su dinero. "Un cliente me ha dicho esta mañana cuando le he ofrecido invertir en petróleo, que si los barriles tenía que ponerlos él o los poníamos nosotros", nos comentaba nuestro amigo para demostrar el bajo nivel de conocimiento financiero que tenían sus clientes. Engaños en los mercados siempre los ha habido, y siempre los habrá, aunque afortunadamente cada vez menos. 

El economista Guillermo Barba afirmaba recientemente al respecto que: Dijo un clásico que aquel que engaña siempre encontrará a alguien que se deje engañar. En el mundo financiero eso aplica sin excepciones. El mundo está lleno de personas malintencionadas que buscan sacar ventaja de otros a como dé lugar. Una de las peores formas de hacerlo es apropiándose mediante engaños, de lo que le pertenece a alguien más, sea dinero, muebles, inmuebles, o lo que sea. Eso, es un condenable robo.

Por desgracia, estafadores que realizan esas prácticas, aparecen todos los días. Uno muy famoso, Carlo Ponzi, creó un engaño, un esquema fraudulento que hoy lleva su nombre, y que grosso modo consiste en prometer altas ganancias, “sin riesgo”, en muy corto plazo, a los inversionistas incautos que le entreguen su dinero. El problema es que no hay creación alguna de riqueza, sino una simple transferencia de dinero, de los últimos en sumarse al esquema, en favor de los primeros, con la creencia de que los beneficios provienen de legítimas operaciones comerciales. No es así.

El sistema es insostenible por definición, porque para que la ganancia de los nuevos agregados sea posible, se requiere que se incorporen cantidades de personas y dinero que crezcan geométrica e infinitamente. Imposible.

Para detectarlos, y más importante, para alejarse de estos y otros tipos de fraudes, es importante que conozca y reconozca algunas señales.

Por ejemplo, un común denominador en cualquier estafa es la promesa de altas ganancias. El tema con las promesas es que son eso, un dicho sin valor que saca ventaja de la esperanza de las personas, de su ingenuidad, de su buena fe o de todas ellas. Es común que adornen sus discursos con frases como “esto es 100% seguro”, “nunca pierdes”, “tu inversión está garantizada”, pero sin garantías reales y legales de por medio. Una promesa como esa, no vale nada.

Ojo: no le estoy recomendando que rechace cualquier inversión que huela a riesgo. De hecho, NO EXISTEN las inversiones “sin riesgos”. Si le dicen lo contrario, aléjese de ahí.

Lo que le estoy diciendo es que ANTES de invertir, debe tomar en cuenta a lo que se expone. No importa en qué invierta, el peligro de pérdidas está ahí, en mayor o menor grado, y jamás desaparece.

Algunos estafadores se valen del lugar común de que “a mayor riesgo, mayor ganancia”, para embaucar a sus víctimas, pero lo que nunca les falta, es la generación de confianza.

Ese es otro común denominador además de la alta promesa de ganancias: la creación de algún vínculo que haga “bajar la guardia” al estafado, que puede ser cualquier cosa, como la apariencia física del defraudador, el auto que conduce, la ropa que lleva puesta, la casa en la que vive, los supuestos rendimientos que ha obtenido en el pasado, su experiencia -real o ficticia- en el medio financiero, en fin.

No obstante, la alerta roja para el inversor debe encenderse cuando cualquier persona le pida entregar o depositar dinero a una cuenta que no esté bajo el propio nombre de la persona que invierte, en una institución vigilada y regulada.

Da igual si se le pide transferir capital a una cuenta de empresa o de alguna personal, o si se exige el pago en efectivo: debe estar consciente de que una vez que ponga SU dinero en manos, bajo control y/o a nombre de alguien más, existe 100 por ciento de riesgo de pérdida total.

Esta es la peor forma de colocar una inversión. Una vez que alguien más maneja el dinero de usted, está literalmente en manos de la buena o mala voluntad del tomador de decisiones.

Depender de si alguien quiere o no devolvernos nuestro dinero, equivale a estar en la indefensión absoluta.

Desde luego, aquí vuelve a jugar el factor confianza. Si la persona depositaria del dinero “es de fiar”, es posible -y sólo posible- que el riesgo sea menor. No obstante, el riesgo está presente en todo momento y nunca desaparece, ni siquiera con las personas más confiables.

Basta un error, una mala decisión, un robo, un accidente, una mala referencia, etc. Cualquier imprevisto puede ocasionar que incluso una buena persona nos quede mal. Ahora, imagínese el daño que puede provocarle una persona sin integridad.

Es una pena, pero en mi experiencia como asesor y analista financiero, me sigo encontrando casos de gente estafada, y por eso sé que reparar el daño causado es un proceso muy largo y complejo. En muchos casos, imposible. Lo mejor es prevenir. Tenga cuidado.

 

Lacartadelabolsa


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