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La Paradoja de Gibson (segunda parte)

por Carlos Montero Hace 5 años
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En el artículo de ayer, mostrábamos como no existe correlación entre la demanda de dinero y el crédito, y los tipos de interés. La creencia común cree que debería existir una correlación negativa entre los tipos de interés oficiales y la cantidad de dinero y crédito disponible: Cuanto mayores son los tipos de interés oficiales, menor es la cantidad de dinero en el sistema y el crédito disponible. ¿Pero es esto importante? Pues sí, porque precisamente las políticas monetarias se basan en esa correlación inversa, al parecer, inexistente. Por tanto, la política monetaria dejaría de tener sentido para controlar la inflación, y el crecimiento vía facilidad en la concesión de créditos. 

El economista Guillermo Barba señalaba al respecto:  

La eficacia de la política monetaria fue refutada en la primera mitad del Siglo XX por el economista británico Alfred Herbert Gibson, quien encontró que hay una correlación positiva entre las tasas de interés y el alza de los precios generales. Este hallazgo, que fue llamado “la Paradoja de Gibson”, contradice la creencia de que los bancos centrales pueden regular la demanda de crédito. 

No obstante, la mayoría de los economistas ignoraron esta gran contradicción. Se le restó importancia a la Paradoja de Gibson después de que se abandonó el acuerdo de Bretton Woods y los bancos centrales expandieron la oferta monetaria. 

Alasdair Macleod explica que el gran error está en ignorar varios factores. No se pueden entender los intereses solamente como un “alquiler” del dinero, sino como el resultado de múltiples variables. Existe un elemento que representa una prima de riesgo, según la solvencia crediticia del prestatario, el riesgo empresarial y el propósito para el cual se otorga el préstamo. 

También hay una tasa subyacente generalmente acordada que en una economía de mercado refleja la preferencia temporal, un elemento humano y subjetivo que suele pasarse por alto. Todos sabemos que el tiempo es un recurso finito y, por lo tanto, tiene valor. Muchas decisiones de compra las basamos en que, si lo queremos o necesitamos ahora, o podemos posponer esa adquisición. 

Cuando se va a pedir crédito por cualquier razón, la pérdida de disponibilidad de dinero para gastos inmediatos se expresa en una tasa de interés anualizada. 

“De esta manera, las variaciones de la preferencia temporal en las opiniones y juicios de los consumidores en toda la gama de bienes y servicios encuentran su expresión en una tasa de interés básica u originaria sobre el dinero”, argumenta Macleod. 

Aunque los ajustes de tasas no tienen los efectos deseados, sí provocan distorsiones en el mercado e impulsan las malas decisiones. Si los tipos de interés están deprimidos por debajo de las determinadas colectivamente por los consumidores, con el paso de tiempo provocan inflación, burbujas y sus posteriores caídas. Expanden el crédito al consumo en detrimento del ahorro y las empresas usan el dinero barato en otros objetivos, pero no en mejorar su producción o entregar satisfacción al consumidor. 

El autor del artículo resalta que las políticas de tasas de los bancos centrales pusieron las semillas de la próxima crisis y las señales de alarma surgen cuando las tasas suben, como hizo la Fed durante 2018. 

“Los bancos se dan cuenta del aumento asociado del riesgo en préstamos y restringen sus líneas de crédito e instalaciones de capital de trabajo a aquellas empresas que consideran vulnerables, generalmente las medianas y pequeñas empresas que constituyen el 80% de la economía”, dice Macleod. 

Y la situación ahora es que la Fed pospuso su plan de seguir aumentando las tasas después de oír los “gritos de dolor” de las bolsas de valores. En su comunicado más reciente, el banco central dijo que será “paciente” ante los últimos acontecimientos económicos y financieros mundiales. En otras palabras, están cruzando los dedos para que las cosas no se pongan peor. 

Lamentablemente una nueva recesión global es cuestión de tiempo, y lejos de dejar que el mercado corrija los errores y desbalances, la Fed de nuevo volverá a aplicar la única receta que se sabe y que no soluciona nada de fondo: bajas las tasas, inyectar dinero, una y otra vez, hasta que el público repudie al dólar. Esa será la última, la madre de todas las crisis. 


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