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“No me gustaría morir hervido como una rana. No quiero subsidios. Tengo que hacer algo ¿Bolsa?...”

por La Carta de la Bolsa Hace 10 años
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Mi hijo Daniel y tres amigos más comieron el fin  de semana en casa. Los cuatro son ingenieros superiores. Los cuatro trabajan a jornada completa, con sueldos que oscilan entre los 1.600 euros y los 2.200 euros. "En categorías inferiores, el salario está por debajo de los 1.000 euros ¡Y se reían hace unos años de los mileuristas!", dice uno de ellos. "Son salarios de miseria. Toda la vida estudiando para lograr una buena licenciatura y te lo pagan con migajas. Lo peor es que las expectativas apuntan salarios más bajos, porque son las indicaciones de la Troika y lo que no es la Troika", interviene otro. "Hay que pensar algo, diseñar algo nuevo, más rentable", dice mi hijo. "¿Y tú qué opinas? ¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos? No queremos vivir de los subsidios en una España subsidiada ¿Es la Bolsa una buena opción?" me pregunta uno de sus amigos. "No me gustaría morir hervido como una rana, sin darme cuenta. No quiero estar en esta situación, con tendencia plana, años y años", añade.

Una rana en una olla hirviendo, un brote de bambú que tarda en salir, una mariposa que lucha por salir de su crisálida... Todas estas parábolas sirven a Oliver Clerc como pretexto para hablar del ser humano. La primera fábula, que da nombre al libro, nos habla de una rana metida en un caldero y que, debido a la imperceptible subida de la temperatura, no se da cuenta de que la están cociendo. Esta historia le sirve al autor como punto de partida para advertirnos de los cambios que se van produciendo poco a poco a nuestro alrededor sin que nos demos cuenta, como la pérdida de valores en la sociedad occidental o la degeneración en las relaciones de pareja. Las otras seis fábulas que completan esta acertada recopilación, y que beben de los libros de autoayuda, las fábulas clásicas y el ensayo, tienen el mismo fin: hacernos ver, a través de pequeños relatos llenos de finura y delicadeza, grandes cuestiones sobre la condición humana.

Lee el primer capítulo

"¿No crees que nuestra sociedad es la protagonista de la parábola?", le pregunto a uno de los amigos de mi hijo y añado la conversación que mantuve hace unos días con el director de ventas de una sociedad de valores y Bolsa: "Una sociedad anestesiada, una sociedad zombi, una sociedad que mira al cielo del Estado esperando el maná para subsistir, no es, precisamente, la mejor compañera de viaje en Bolsa, pero todo tiene un límite, su tempo. Eso acabará de una manera u otra. Por eso, la Bolsa ha tomado la delantera..."

"Vivimos en la época del subsidio para tapar bocas, acallar posibles algaradas y mantener votos en cautividad ¿Hasta cuándo? El Gobierno dijo que este fenómeno previsiblemente se iría reduciendo durante 2013, pero muy pocos se lo creían. Ahora hay una percepción mejor, porque todas las proyecciones económicas y financieras que manejan las principales instituciones privadas para este 2014 son mejores de lo que proyectaban antes. Creo, con todo, que España seguirá pendiente del subsidio mucho tiempo más, aunque sea a costa de adelgazar otras partidas presupuestarias", me  dijo el director.

“¿Cómo pretender con estos mimbres que mi sociedad funcione como antaño? Hasta finales de primavera, comercializar Bolsa o productos relacionados con ella era una tarea imposible. Por fortuna, la inversión extranjera regresa a España, aunque de manera selecta y escalonada. La Bolsa recobra el pulso…”, añadió.

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Tras este cambio de impresiones busco documentación al respecto. Así, en el lenguaje económico corriente, los subsidios son aplicados para estimular artificialmente el consumo o la producción de un bien o servicio. Son los mecanismos contrarios a los impuestos.

Generalmente la aplicación de subsidios específicos al consumo o a la producción de un producto cualquiera, tiene su origen en la intención de los Estados de alcanzar metas sociales, o bien favorecer (por distintas razones) a determinadas personas, actividades o zonas de un país.

También suele otorgarse desde el Estado a las empresas privadas, con el fin de evitar que posibles aumentos de tarifas lleguen a los consumidores finales de los productos o servicios que ellas proveen, y así proteger la economía regional (principalmente en épocas de inflación).

Para las economistas “liberales” son mecanismos artificiales para modificar la asignación de recursos de la economía, a los que toman como perjudiciales para el normal desarrollo de la misma, ya que consideran que la asignación de recursos debe ser efectuada por el “mercado”.

Jordi Tort ha escrito ¿Dónde está el problema? Empieza cuando instituciones como el FMI, Fondo Monetario Internacional se acogen al modelo neoliberal dejando de lados modelos que apuestan claramente por la redistribución de rentas, modelos sociales y solidarios. En realidad, el poder está concentrado allí donde está el capital, y todas las decisiones políticas afectan al desarrollo de las diferentes economías mundiales, y pasan de ser decisiones políticas a ser decisiones económicas tomadas por los que dominan el sistema.

El único modo desde el que se puede luchar contra ese sistema pasa por revertir de algún modo la redistribución del ingreso, pero no con medidas encaminadas a ofrecer subsidios a los que tienen menos. No podemos sólo cubrir las necesidades vitales de estos a cambio de que sigan estando marginados, o a cambios de integrarlos a un sistema económico que sigue promoviendo las desigualdades. ¿De qué sirven, por ejemplo, los subsidios agrarios, si las tierras siguen siendo de los mismos, y con esto sólo conseguimos solucionar el problema mientras dura ese subsidio? Los subsidios, lo único que buscan es aumentar la capacidad de demanda de los subsidiados, de este modo, a aumento de la capacidad de demanda, aumento de precios, por tanto lo único que conseguimos es equilibrar la situación en el mismo sitio, pero con un nivel de precio más alto, cosa que repercute directamente en un aumento de los beneficios de los que poseen el capital. ¿Podemos llamarle a eso redistribución de rentas? Además, la economía de subsidio aumenta el pillaje y la economía sumergida, ya que se busca el acceso a este tipo de subsidio para mejorar los niveles de renta, en lugares donde estos subsidios son de acceso habitual. Optar por una redistribución de propiedades entre aquellos que las trabajan puede ser una opción muchísimo más justa, sobretodo en la agricultura.

¿Existen otros sistemas que puedan garantizar la redistribución de rentas?


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