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¿Es la Escuela Austriaca una pseudociencia?

por Laissez Faire Hace 10 años
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Aunque soy de la opinión de que no hay buenas o malas escuelas de Economía, sino buena o mala ciencia económica, considero que existe cierta utilidad señalizadora en poner en antecedentes al lector a propósito de la tradición principal de pensamiento en la que uno se enmarca. No para sacralizarla y defenderla a capa y espada, sino simplemente para aclarar cuál es tu background principal. En este sentido, tiendo a enmarcarme en la tradición de pensamiento de la Escuela Austriaca, aun cuando no son pocos quienes en alguna ocasión me hayan acusado de adoptar posiciones antiaustriacas por criticar a Hayek, Mises o Rothbard. Pero grosso modo creo que lo más descriptivo es insertarme dentro de esta corriente.

José Luis Ferreira acaba de publicar un libro en el que habla de refilón de la Escuela Austriaca para tildarla de pseudociencia. Su juicio crítico deriva de lo siguiente: “¿dónde están los avances de esta escuela? ¿Cuándo han corregido un error? ¿Cuándo han descartado una hipótesis por encontrar otra mejor? ¿Dónde publican? ¿A quién convencen? ¿Qué datos necesitan para invalidar alguna de sus hipótesis? … En realidad no es de extrañar que esta escuela no presente avances puesto que, como decía Friedrich Hayek, su postura no es consecuencialista. Para ellos la aceptación de la libertad de mercado es un fin en sí mismo como parte de la libertad humana”. Supongo que si uno es capaz de responder a estas cuestiones, la acusación de pseudociencia deberá ser corregida.

“¿Dónde están los avances de esta escuela?”

La pregunta me resulta confusa. ¿Avances, desde cuándo? ¿En las últimas dos décadas o en el último siglo y medio? ¿Y cómo medimos las avances?

Si nos referimos a los avances de los economistas dentro de la tradición austriaca creo que han sido tan numerosos que no merece la pena reiterarlos (Carl Menger desarrolla el concepto de utilidad marginal, de liquidez y de coste de oportunidad; Böhm-Bawerk pergeña la teoría del interés basada en la preferencia temporal; Mises desarrolla el concepto de cálculo económico y el consiguiente teorema de la imposibilidad del socialismo; Mises y Hayek elaboran el marco conceptual de la teoría del ciclo económico que le valdría el Nobel a este último; Hayek profundiza en el estudio de forma privadas de dinero y en los problemas de coordinación social por insuficiencia de información, etc.). Dejo fuera de este listado principal a economistas austriacos tan importantes y reconocidos por la globalidad de la profesión como Fritz Machlup, Ludwig Lachmann, Gottfried von Haberler, William Hutt, Frank Fetter o Israel Kirzner. Para un recorrido pormenorizado, puede consultarse este libro de Schylak y Unterköfler. Se trata de una tradición tan rica que incluso la American Economic Review incluyó un artículo de Hayek entre los 20 más importantes de los que se han publicado en sus 100 años de vida. 

En realidad, pocos economistas serios se atreverían a afirmar categóricamente que los economistas de la Escuela Austriaca han sido irrelevantes en la historia del pensamiento económico (ni siquiera Ferreira llega a ese extremo). Acaso la más razonable crítica sería que, desde Hayek, sus aportaciones han sido nulas y que se trata de una tradición extinta. Evidentemente, los economistas austriacos son una absoluta minoría dentro de la profesión actual, de modo que, por mero cálculo de probabilidades, la cantidad de aportaciones que podrán haber promovido serán mucho menores que las del resto de economistas. Aun así, en la actualidad sigue dándose una rica y creciente investigación basada en la tradición austriaca para cuyo conocimiento recomiendo este (ni mucho menos exhaustivo) paper de Evans y Tarko. Ciertamente, no me atrevería a tildarlas de inexistentes.

“¿Cuándo han corregido un error? ¿Cuándo han descartado una hipótesis por encontrar otra mejor?”

De nuevo, una pregunta muy confusa. ¿Cuándo han corregido un error o han descartado una hipótesis quiénes? Ferreira habla de los austriacos como se fueran un bloque ideológico compacto, un “todos a una como en Fuenteovejuna”. Para descubrir cuándo un austriaco ha corregido un error habrá que acudir a su particular biografía intelectual, al proceso de aprendizaje que ha emprendido y que le ha llevado a revisar, rechazar o reforzar parte de sus ideas. Todos los economistas, austriacos o no austriacos, cambiamos de opinión cada vez que leemos e investigamos, profundizando en nuestros conocimientos previos o socavando esos (erróneos) conocimientos previos.

Sin ir más lejos, yo mismo he cambiado radicalmente de ideas en un área que no es que sea de importancia secundaria para mí, sino que es mi campo principal de investigación y especialización: grosso modo, he dejado de ser un ricardiano en materia monetaria (la nota más importante del dinero es su cantidad, el dinero ideal tiene su cantidad totalmente limitada, la demanda de dinero posee una importancia secundaria, los precios dependen esencialmente de la cantidad de moneda, el dinero ideal es deflacionista, los precios internacionales se regulan mediante el mecanismo flujo especie-dinero de Hume, los bancos han de mantener el 100% de su coeficiente de caja, etc.) para pasar a ser un smithiano-cantilloniano (la nota más importante del dinero es su calidad, la demanda de dinero es el factor más importante y potencialmente inestable de su valor, el dinero ideal es suficientemente elástico como para responder a cambios en su demanda a corto y largo plazo, el dinero ideal mantiene estable su poder adquisitivo, los precios internacionales dependen de los flujos de crédito entre países, el coeficiente de caja es un problema relativamente menor siendo más importante la liquidez conjunta de la entidad, etc.). Como digo, ésta era el área que en la que uno creía ser especialista sobre las demás pero que, tras muy variadas lecturas, termina descubriendo que no. Imaginémonos qué sucedería si me pusiera a hacer un listado de otras materias donde soy consciente de no ser un especialista: la lista de aprendizajes y rectificaciones sería interminable.

Sin embargo, la postura de Ferreira parece ser, más bien, la de plantearse si la Escuela Austriaca in toto ha reconocido alguna vez un error. Sinceramente, éste me parece un modo muy malo de aproximar el problema: la Escuela Austriaca no piensa, no actúa, no toma decisiones. Son los pensadores que se adscriben a esta tradición de pensamiento –sin necesariamente excluir o blindarse frente a otras tradiciones– los que lo hacen. Y si Ferreira tiene la impresión de que todos dentro de la tradición austriaca piensan del mismo modo, eso sólo ilustraría que se ha sumergido poco o nada entre los autores austriacos. Me atrevería a decir que no existe un solo asunto en Economía (no hablemos ya en otras áreas vinculadas como el Derecho, la Filosofía, la Ciencia Política o la Psicología), donde existe consenso entre todos (o entre el 99%) de los economistas austriacos: ni en metodología (la postura de Mises es bastante distinta a la de Hayek y a su vez diferente a la de Machlup/Zanotti), concepto de equilibrio (la economía de giro uniforme de Mises, no es la economía caleidoscópica de Lachmann o la economía contrafactual de Hülsmann), formación de precios (no es lo mismo Böhm-Bawerk, que Fekete o que Lachmann), naturaleza y función de la empresarialidad (como equilibradora a lo Kirzner o promotora en desequilibrio a lo Lachmann), cálculo económico (¿es un problema de falta de propiedad como dice Mises o uno de falta de información como sostiene Hayek?), competencia y monopolio (¿existen monopolios no legales como afirma Mises o no existen como defienden Rothbard o Armentano?), teoría del capital (Menger es muy distinto a Böhm-Bawerk, Böhm-Bawerk es bastante distinto a Hayek, Hülsmann es radicalmente distinto a Hayek y Menger, Lachmann entronca con Hayek pero para distanciarse notablemente de él), interés (preferencia temporal pura como afirma Fetter, preferencia temporal y productividad marginal como defienden Fekete y Böhm-Bawerk, arbitraje empresarial desequilibrante según Lachmann, spread entre utilidades de acuerdo con Hülsmann…), dinero (¿Qué es dinero? ¿Cómo se determina su valor? ¿Qué papel juega la demanda? ¿Qué propiedades exhibe el buen dinero? ¿Qué sustitutos cercanos puede tener el dinero? ¿Puede ser Bitcoin dinero?… Preguntas a las que Menger, Mises, Huerta de Soto, White, Selgin o Fekete responderían de muy diversas formas), banca (¿Es viable la reserva fraccionaria o sólo el 100%? ¿Qué papel juega el descalce de plazos y de riesgos? ¿Crea la banca dinero? ¿Puede la banca descontar sólo papel comercial de calidad o cualquier otro activo? De nuevo, las posiciones de Huerta de Soto, White o Fekete son completamente enfrentadas siendo todos ellos austriacos), ciclo económico (¿Puede haber ciclos sin bancos? ¿Puede haber ciclos en un mercado libre? ¿Es el ciclo un fenómeno monetario o crediticio? ¿Qué papel juega el arbitraje de la curva de rendimientos? ¿Genera el ciclo sólo distorsiones reales? ¿Existen las contracciones secundarias? ¿Existe el fenómeno deuda-deflación? ¿Agrava el atesoramiento de dinero el ciclo, es irrelevante o incluso es sano?: preguntas a las que cada austriaco daría una respuesta según se base más en Mises, Hayek, Haberler, Fekete, Huerta de Soto, Lachmann o en economistas no austriacos como, verbigracia, Fisher, Koo o Rogoff), etc.

Es decir, no existe ni lejanamente un consenso dentro de la tradición de pensamiento austriaca sobre numerosísimas cuestiones como tampoco lo hay entre el resto de economistas. En ese sentido, todos los economistas austriacos no sólo descubren errores internos, sino errores en otros austriacos.

“¿Dónde publican?”

Las publicaciones de los economistas austriacos son cuantiosas en numerosos medios (artículos, libros, papers…). Imagino que Ferreira se refiere a publicar en revistas científicas indexadas. Aquí puede encontrar una lista bastante completa, donde se excluyen deliberadamente las publicaciones no-JCR.

 “¿A quién convencen?”

Sinceramente, esta puede que sea la pregunta más extraña de todas. No creo que la calidad y solidez de una tradición de pensamiento deba medirse en función de la gente a la que convencen. La homeopatía o la astrología convencen a mucha gente y no por ello deja de ser pseudociencias. Supone una visión muy ingenua del progreso científico. En verdad, ignoro qué quiere dar a entender Ferreira con esta cuestión: tal vez que la Escuela Austriaca no le convence a él (y a su círculo de colegas), lo que supuestamente ya bastaría para arrinconarla como pseudociencia.

Pero, yendo más allá de tan inquisitorial juicio, prefiero aproximar esta cuestión de otro modo. ¿Qué influencia han tenido los economistas austriacos sobre otras personalidades relevantes? Pues mucha. Por ejemplo, entre los Premios Nobel de Economía se me ocurren al menos ocho donde la influencia austriaca ha sido muy considerable: John Hicks, James Buchanan, Ronald Coase, Douglass North, Robert Lucas, Vernon Smith, Oliver Williamson o Elinor Ostrom. No en vano, Hayek es el segundo economista más citado por los Premios Nobel de Economía en su conferencia de recepción. No estoy diciendo ni lejanamente que todos estos economistas sean austriacos o que sus aportaciones se deban esencialmente a haber estudiado la escuela austriaca, sino que todos ellos han sabido encontrar ideas valiosas entre los austriacos y, por tanto, han sido persuadidos parcialmente por su trabajo (como lo han sido parcialmente por otros economistas no austriacos, sin que ello nos lleve a calificar la economía no austriaca de pseudociencia).

Más allá de los Nobel, encontramos reconocimientos a las aportaciones austriacas entre economistas muy relevantes y de muy diversas corrientes.

Entre los keynesianos tenemos a Axel Leijonhufvud, para quien la reciente crisis económica se explica por una combinación de Hayek y Mises con Minsky. Entre los monetaristas, David Laidler también ha reivindicado recientemente buena parte de la teoría austriaca del ciclo económico. Entre los economistas más mainstream, nos encontramos con Ricardo Caballero (del MIT) que hace suya la humildad epistemológica de Hayem en el análisis macroeconómico o con Guillermo Calvo (de la Universidad de Columbia), quien considera que la Escuela Austriaca ha solventado uno de los (a su juicio) anigmas fundamentales de la macroeconomía (el link entre crisis financieras y booms crediticios) o con William White (ex economista jefe del BIS), quien considera las aportaciones austriacas esenciales para reconducir el pensamiento macroeconómico. También habría que mencionar a Thomas Mayer, economista jefe del Deutsche Bank, quien se reconoce a sí mismo como "austriaco". 

Otros economistas relevantes fuertemente influidos por la Escuela Austriaca son los polifacéticos Tyler Cowen, Nassim Taleb y Deirdre McCloskey, los expertos en economía del desarrollo como William Easterly o Enrique Ghersi (coautor del famoso y muy influyente libro de “El otro sendero”) o el reputadísimo metodólogo Uskai Mäki. 

Y si nos apartáramos del ámbito académico, muchos inversores y empresarios de grandísimo éxito profesional (el caso más conocido en España es el de Bestinver; y fuera de ella, probablemente Marc Faber o Jim Rogers) se reconocen fuertemente influidos por la Escuela Austriaca.

De nuevo, con todo esto no pretendo demostrar que la Escuela Austriaca tenga razón (ya de entrada, porque no existe un pensamiento único dentro de la Escuela Austriaca, sino las ideas de muchísimos economistas austriacos que han influido de un modo divergente a todos los anteriores): sólo pretendo mostrar su influencia y persuasión sobre personas de reconocida valía académica y profesional.

“¿Qué datos necesitan para invalidar alguna de sus hipótesis?”

De nuevo, los datos dependerán de la hipótesis que quiera falsarse. Es verdad que muchos austriacos no aceptan que la teoría pura (no así la economía aplicada o la historia) pueda ser falsada, pero otros sí lo hacen con diversas cautelas. Por consiguiente, habría que ir caso por caso para ver qué dato concreto (y por qué) cree suficiente cada economista austriaco para falsar una determinada teoría. La pregunta es bastante vacía, como lo es plantearse qué dato necesitan los economistas no austriacos para invalidar alguna de sus hipótesis. Dependerá de la hipótesis.

¿Hayek, anticonsecuencialista?

Por último, Ferreira intenta transmitir la imagen de que la Escuela Austriaca es una corriente de pensamiento construida a la medida de un programa ideológico: el liberalismo. A su juicio, los austriacos retuercen sus teorías económicas para que encajen dentro de sus dogmas ideológicos. Como ejemplo, cita a Hayek como ejemplo de anticonsecuencialismo y de economista dogmático que antepone la libertad a toda consideración económica.

Hasta llegar a este punto, tenía serias dudas de su Ferreira había leído en profundidad a los economistas austriacos (sospechaba que no, pues se adscribe al mito de que Friedman refutó la teoría austriaca del ciclo), pero con su juicio sobre el antiutilitarismo de Hayek –y de los austriacos en general– ha terminado por despejarlas.

Antes de entrar en materia, sin embargo, dos caveats: primero, es verdad que todos los austriacos tienen ideología y que la inmensa mayoría de ellos tienen una ideología muy cercana al liberalismo (no siempre ha sido así: Eugen von Philippovich, por ejemplo, era más bien socialdemócrata), pero también todos los economistas no austriacos tienen ideología (ven el mundo a través de un conjunto de ideas y valores). Segundo, muchos economistas austriacos actuales rechazan, en efecto, el utilitarismo como regla para defender una ideología liberal, por considerar que existen cuestiones éticas previas a resolver (dicho de otro modo, muchos economistas austriacos rechazan que el análisis de la problemática social comience y termine con la economía); pero en esto último también coincidirán con muchísimos economistas no austriacos. La clave, empero, es si los economistas –austriacos o no austriacos– dejan que su ideología contamine sus desarrollos científicos: es decir, si colocan la ciencia al servicio de la ideología en lugar de modular su ideología en función de los hallazgos científicos disponibles. Y aquí encontraremos de todo: austriacos que caerán en la trampa de forzar las conclusiones científicas en aras de la ideología y austriacos que no lo harán. Pero lo mismo sucederá entre los no austriacos: ¿o es que ellos Ferreira intenta hacernos creer que los economistas no austriacos están absolutamente inmunizados contra el sesgo de confirmación? Espero que no, pues con ello sólo confirmaría su sesgo de confirmación a la hora de querer tildar a la Escuela Austriaca de pseudociencia.

Sentado esto, ¿dos austriacos tan relevantes como Mises o Hayek se aproximaban a la ciencia económica desde una perspectiva antiutilitarista? No, y siquiera sugerirlo demuestra una nula lectura o comprensión de sus textos. Mises es el caso más claro: siguiendo a Weber, considera que la economía debe ser una ciencia libre de juicios de valores. Su defensa del libre mercado era eminentemente utilitarista. Incluso llegó al extremo de sostener que el único buen argumento en contra de la esclavitud era su inferior productividad frente al trabajo libre. Dicho de otro modo, Mises no es que no fuera consecuencialista, es que era un consecuencialista extremo: la libertad no era un fin en sí mismo, sino el marco óptimo para lograr el bienestar social.

El caso de Hayek es algo más complicado. Es verdad que Hayek no se consideraba utilitarista, pero tampoco aceptaba el iusnaturalismo. En realidad, lo que sucede es que, partiendo de su análisis de que los problemas de información y coordinación en sociedad se solventan en gran parte mediante instituciones sociales que no han sido planificadas centralizadamente (ese análisis es el que recoge en el artículo calificado por la American Economic Review como uno de los 20 más importantes que han publicado), Hayek llega a la conclusión de que lo más conveniente para el ser humano es respetar esas instituciones y tradiciones aun cuando no las entienda. Dicho de otro modo, Hayek rechaza que uno pueda planificar la sociedad basándose en comparaciones agregadas de utilidad cognoscible –rechaza el hiperracionalismo constructivista–, pero no lo hace porque lo considere inhumano, sino porque previamente ha demostrado (o creído demostrar, ese es otro debate) los errores del constructivismo y la conveniencia social de aceptar las instituciones espontáneas. Su visión es metarracionalista: denuncia racionalmente los problemas del abuso de la razón y aconseja, por motivos consecuencialistas, no atentar contra el orden social liberal. De ahí que Liggio haya calificado a Hayek de utilitarista indirecto; otra forma de denominarlo sería utilitarista restringido o utilitarista humilde. Pero, desde luego, no antiutilitarista.

En todo caso, uno podría pensar que mi interpretación de Mises y Hayek es forzada y Ferreira se ha limitado a seguir interpretaciones alternativas igualmente válidas. Pero no: la interpretación estándar y generalizada es que Mises y Hayek eran utilitaristas. ¿Cómo puede Ferreira sostener todo lo contrario? Una de tres: o miente conscientemente, o no ha leído casi nada de los austriacos, o no ha entendido casi nada de lo que ha leído de los austriacos. Las dos primeras actitudes no serían demasiado honestas desde un punto de vista científico para construir una crítica a los austriacos; la tercera sólo reflejaría que esa crítica está basada sobre bases muy endebles. Mi juicio –absolutamente especulativo– es una combinación de escasas lecturas con desganado afán por comprenderlas, todo ello filtrado por el peligroso sesgo de confirmación.

Conclusión

¿Es la Escuela Austriaca pseudociencia? Si por Escuela Austriaca queremos decir “todos los economistas que siguen la tradición austriaca” (o incluso “una mayoría de los economistas que siguen la tradición austriaca”) la respuesta es claramente no. Desde luego que podremos encontrar austriacos que caigan en actitudes muy poco científicas, como también podremos encontrar a economistas no austriacos que incurran en tales prácticas. Desde luego que podremos encontrar a austriacos equivocados, como también habrá no austriacos profundamente errados. Lo que no tiene sentido –y es una actitud escasamente científica– es descalificar a todos los austriacos para así evitarse entrar en el debate.

Por ejemplo, Ferreira sostiene que siempre que lee o escucha a un austriaco no aprende nada nuevo (“Cuando acudo a un seminario de mis colegas a menudo aprendo algo. A veces confirman una hipótesis, a veces la rechazan y todavía otras veces proponen alguna nueva. En cambio, cuando leo a un autor de esta escuela no aprendo nada. No hay nada nuevo, no hay descubrimientos inesperados, sólo una repetición de las mismas ideas una y otra vez. Este estancamiento es todo lo contrario del quehacer científico”), en cuyo caso o bien lee a pocos austriacos porque arrogantemente cree saber todo lo que ellos saben (aunque no sepa lo que saben) o bien entiende poco de lo que ha leído. Descarto la tercera posibilidad de considerarle un superhombre que ya lo sepa todo de todo. ¿O es que puede sostenerse seriamente que cuando uno lee a un austriaco como Peter Leeson no aprende nada nuevo? ¿O que Larry White no ha aportado nada a la ciencia económica que Ferreira no sepa ya? ¿Nada nuevo en los escritos de Robert Higgs? ¿Nada de nada?

La afirmación de Ferreira no es demasiado distinta a cuando un economista austriaco señala que “no leo a los no austriacos porque no aportan nada”. Es una actitud pseudocientífica dirigida a evitar entrar en el sano debate con otros economistas adscritos a la Escuela Austriaca (o no adscritos a la Escuela Austriaca): si trazo una línea entre buena y mala ciencia, automáticamente me ahorro oponer argumentos contra los que se hallan en el campo de la mala ciencia. Pero semejante perspectiva sólo contribuye a paralizar el diálogo y la reflexión necesarios para lograr el progreso científico. Es un atrincheramiento ideologizado poco saludable. Un ensimismamiento en el que, afortunadamente, no han caído algunos de los más brillantes economistas, austriacos o no austriacos.


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