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Los bancos centrales subordinan sus decisiones a la recuperación económica. Aunque, es cierto, luego lo matizan considerando en el modelo otras variables. Por otro lado, los mercados financieros ya piden algo más que las políticas monetaria expansivas para seguir superando metas. Precisan de datos reales que muestren precisamente el éxito en las políticas, monetaria, fiscal y estructural, implementadas. Tocar, como diría un científico. El resto, es anticipar una mayor volatilidad en el futuro.

Entre medias, unos mercados que suben cada vez más alejados de sus fundamentos simplemente los pueden perjudicar. Lograr la confianza de los mercados es costoso; perderla, muy rápido. Y son las expectativas de los inversores, también agentes económicos, los que ahora debemos proteger para que se traduzcan en consumo e inversión empresarial. Pero, como he dicho antes, se debe evitar la creación de excesos que luego se materialicen en burbujas.

Como ven, en esta carrera contrarreloj en la que están embarcados los bancos centrales, los gobiernos y los agentes económicos, todos, el paso del tiempo sí tiene coste. Y este coste es precisamente la solidez de la recuperación. Es llamativo de esta forma como el objetivo final de estas políticas expansivas se ve debilitado precisamente con la prolongación de estas medidas.

No, aunque algunos lo sigan defendiendo, la política monetaria expansiva no es ilimitada y menos puede ser indefinida. Como tampoco lo es la acumulación de deuda por el sector público. Y sin embargo, tanto la expansión monetaria como la expansión fiscal (la neutralidad, en términos de déficit, también lo es) son imprescindibles para seguir con los ajustes lentos de los excesos pasados. Es complicado en este escenario que veamos sorpresas económicas persistentes en el tiempo en la zona EUR o en Japón. Pero, ¿qué puede pasar en la economía norteamericana?.

La Fed fue la primera que implemento la política monetaria extrema. Y en este momento es la primera que debate cuándo comenzar su normalización. La deuda de las familias y empresas se ha ajustado, incluso en las primeras comenzando a observarse los primeros indicios de recuperación. Los precios de la vivienda suben, cuando la recuperación de la actividad parece afirmarse. El crédito se recupera, aunque de forma más lenta de lo esperado. Y eso pese a unos mercados financieros boyantes y unas entidades financieras que han ajustado su balance. La economía ha recuperado niveles de producto previos a la Crisis, cuando los beneficios empresariales y los precios de la bolsa ya son muy anteriores. Las perspectivas de abaratamiento de la energía, a través de cambios estructurales como el gas pizarra o la reducción de riesgos geopolíticos, suponen sin duda nuevas bazas a medio plazo para una recuperación de la productividad sobre la base de la inversión productiva y el factor demográfico. Y sin embargo, la recuperación de la inversión sigue pendiente. Pero las perspectivas para los próximos meses son positivas, como también lo fueron en 2012 y 2013. ¿Será el 2014 el año de la recuperación? Me refiero, naturalmente, a una recuperación sostenida sin apoyo oficial. ¿Qué riesgos hay? Los políticos, que podrían materializarse ya en los primeros meses del año. Y los propios mercados, de la mano de la Fed.

¿Nos dejan ser optimistas? Así, podríamos anticipar que drenaje fiscal será limitado, que el contexto internacional será menos complejo y especialmente que los mercados aunque con mayor inestabilidad se mantienen favorables al crecimiento. Si estas premisas se cumplen, podríamos hablar de un crecimiento de la economía norteamericana para 2014 en niveles cercanos al 3.0 %. Un crecimiento en su mayor parte cíclico, es cierto. Pero, inicial, que debería coger fuerza con el tiempo. Como he dicho antes, la inversión es clave para lograrlo. Pero no la inversión residencial, aunque esperamos que mantenga el tono positivo que ahora vemos aún titubeante. Realmente es la inversión empresarial, que debería llevar la tasa de desempleo en niveles promedio del 6.5 % durante del ejercicio. ¿La inflación? Algo mayor que los niveles actuales, pero no es previsible que supere el 2 % (core). Precios externos estables o a la baja cuando no desinflación a nivel mundial.

¿Me dejan que siga soñando? Y en muchas ocasiones los sueños se hacen realidad. Aunque en nuestro caso el que esto ocurra va a depender además de imponderables, también de la decisión de las autoridades. Y en concreto de la Fed: ¿cómo comenzar a retirar estímulos sin que esto conlleve una fuerte tensión en los mercados? El mejor reflejo de este complicado equilibrio lo tendremos en los tipos de interés a medio y largo plazo. Nosotros esperamos que la rentabilidad del 10 años del treasury se mantenga en promedio del año en niveles de 3.25 %. Pero un promedio puede esconder una elevada inestabilidad, algo que la Fed debería evitar. ¿Tendrá éxito? Lo veremos. Nosotros esperamos que comience el Taper en marzo/abril para dejar ya de comprar deuda en septiembre. Pero no esperamos cambios en los tipos de interés hasta la parte final de 2015, lo que va a requerir una utilización más que eficiente de la política verbal para limitar el daño de un cambio en las expectativas de los inversores. ¿Y la política fiscal? Una cuestión a la que, admito, no tengo muchas respuestas. La disparidad de posiciones entre republicanos y demócratas, entre el Senado y el Congreso, es tan elevada que alcanzar un acuerdo a medio plazo es ciertamente difícil. Pero, al menos, confiemos que a corto plazo prime la racionalidad de no impedir que la recuperación económica tome fuerza.

Un consumo soportado por una combinación de factores (empleo, efecto riqueza y mejora de las expectativas) y una mejora de la inversión que normalice el bajo stock actual de capital deberían ser suficientes para conseguir la tan ansiada recuperación autónoma de la economía. ¿Y el resto de los riesgos y factores? Poco a poco.


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