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La época en la que todos los jóvenes querían ser Mario Conde

por Vindicator Hace 10 años
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A principios de los años noventa, cambió el paradigma de la carrera profesional en nuestro país. Un entonces joven abogado sin muchos escrúpulos apareció en escena comprando sin dinero propio y pegando “pelotazos” hasta conseguir encaramarse en la presidencia de Banesto, entonces primer banco del país. El grupo de banqueros de rancio abolengo observaba con estupor cómo había entrado en su exclusivo círculo “uno que no era de los suyos”, y en las facultades de Derecho y de Económicas, los jóvenes cachorros encontraban alguien en quien querían convertirse. “Quiero ser como Mario Conde” pasó a ser una de las ilusiones más extendidas entre los jóvenes de los “noventa”.

Y de aquellos polvos vinieron estos lodos. La tradicional cultura española del esfuerzo y del honor que se había generalizado en España durante décadas, y que suponía que para un empresario lo último en lo que pensaba era en dejar de pagar a sus proveedores y empleados porque “qué se iba a pensar de él”, se pasó a ser muy listo porque compro algo por diez y lo vendo por cincuenta, y además lo hago endeudándome, y si me sale mal pues no pago las deudas.

Y da lo mismo que al “gallego de oro” le metieran un montón de años en la cárcel, el poso quedó, y de los que aprendieron a ser “empresarios” y “políticos” en aquellos años nos llegó la burbuja inmobiliaria, el saqueo de las cajas de ahorros y las actuaciones de personajes como Gerardo Díaz Ferrán, Juan Antonio Roca o José Luis Bárcenas, entre otros. En resumen, nos hemos convertido en una sociedad enferma y sin valores. Eso sí, estamos en Europa, pero algunos empezamos a mirar el pasado con nostalgia.

Probablemente, el problema es que vivimos en una democracia imperfecta, a la que algunos llaman “partitocracia”, y en la cual parece que se ha convertido en un derecho constitucional el que los Presidentes de Gobierno no sepan idiomas, apenas sepan algo de Economía, y tengan tantos cadáveres en el armario que al final tienen que colocar en puestos creados “ad hoc” y pagados por los contribuyentes a una inmensa cohorte de validos que a su vez van colocando como asesores a familiares, amigos y gente de carnet para que puedan “vivir de algo”, y a su vez paguen favores en el momento adecuado.

Esa es la esencia de la “partitocracia” en la que vivimos en España desde los años ochenta, cuando se decidió que había que gobernar desde el “centro”, a pesar de que en mi modesta opinión, no supone otra cosa que gobernar sin ideología. Lo inventó Adolfo Suárez a finales de los años setenta, y desde entonces todos los gobernantes españoles lo han practicado, incluido Zapatero con su equipo de curriculums vacíos. Lo que importa es gobernar y así tener el poder. La ideología se ha perdido. Y sin ideología es muy difícil mirar hacia adelante y trazar un camino que nos lleve hacia una meta coherente.

A resultas de este modelo, los hombres de Estado y las cabezas pensantes del país fueron huyendo de la política, y nos quedó la morralla, a la cual se unió un curioso sector: la “clase política”. Muchos de los políticos que están ahora en ejercicio se apuntaron a Nuevas Generaciones o a Juventudes Socialistas y simplemente se han dedicado a la política. Y aparte de que ya estudiaron con la LOGSE, lo cual es un hándicap importante, han mamado su forma de actuar de los pechos de políticos cuyas actuaciones se están cuestionando desde hace años. Sin una formación adecuada, sin una experiencia en el mundo profesional y con una “escuela” más que deficiente, es muy difícil que se pueda sacar algo en claro de las nuevas generaciones de políticos.

Supongo que será un tema a tratar por el mejor criterio de los sociólogos, pero personalmente creo que la época en la que los jóvenes querían ser Mario Conde marcó un antes y un después en la idiosincrasia de los españoles, y que desde entonces nada ha sido igual en España, y los que eran entonces jóvenes y ahora ocupan  los puestos de la élite del país no han escapado al influjo de aquel ambicioso y arrogante abogado que ha influido mucho más de lo que se piensa en lo ocurrido en España en los últimos veinticinco años.


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